KAREN DANNON
—No insinúo nada, señor. Lo afirmo. Digo que las mujeres que llegaron aquí, procedentes de Independence, no aman a los hombres que se han casado con ellas. Y viceversa. ¿Cómo se iban a querer, si no se conocen? Sería estúpido pensar lo contrario.
(Shannon, Una Mágica Visión, Karen Dannon)
—Pero chica, si tienes un marido fantástico —confesó—. Es guapo e interesante, y a juzgar por cómo te está cuidando, bastante responsable.
—Sí. Reconozco que es muy guapo. Si tan solo sonriera alguna vez...
—Será que está preocupado por ti.
—O que le ha picado una serpiente de cascabel en el culo.
—¡Shannon! —se escandalizó Dorothy, aunque tuvo que apelar a toda su fuerza de voluntad para no echarse a reír.
(Shannon y Dorothy, Una Mágica Visión, Karen Dannon)
—¿Por qué quieres ese baño? —preguntó él, acercando su nariz al cuello de Shannon—. Hueles a pan recién horneado... Dan ganas de comerte.
(Darren, Una Mágica Visión, Karen Dannon)
—Detente. No estamos solos... —le pidió, mientras esquivaba su boca hambrienta.
—Mejor, que nos vean —exclamó él, con los ojos nublados de deseo—. Quiero que todos sepan que eres mía.
(Darren y Shannon, Una Mágica Visión, Karen Dannon)
—Mi nombre es Shannon. Shannon, Shannon... —espetó, furiosa, clavándole el dedo índice en el pecho—. ¿Cuándo vas a aprendértelo?
(Shannon, Una Mágica Visión, Karen Dannon)
KAREN MARIE MONING
—A veces, señorita Lane —dijo —uno tiene que romper con el pasado para abrazar el futuro. Eso nunca resulta fácil. Pero es una de las características que distinguen a los supervivientes de las víctimas. Dejar de aferrase a lo que era, para sobrevivir a lo que es.
(Barrons, Fiebre Oscura, Karen Marie Moning)
—Ahí está el pesimismo de nuevo—dijo Barrons.
—Realismo. Estoy hablando de la realidad, Barrons. Saque la cabeza del agujero. ¿Qué piensa que nos hará O'Bannion cuando lo descubra? ¿Darnos un cachete en la muñeca?
—La actitud moldea la realidad, señorita Lane, y la suya, como suelen decir ustedes los americanos, apesta.
(Barrons y Mac, Fiebre Oscura, Karen Marie Moning)
—Usted ha acudido a mí, señorita Lane, porque sabe que sí puede ser. Puede echar mano de su amplio surtido de autoengaño para que le proporcione alguna manera de de negar lo vio esta noche, o puede tratar de encontrar un modo de sobrevivir a ello. ¿Se acuerda de lo que le dije sobre las víctimas andantes? Usted acaba de ver cómo una criatura mágica hacia presa de una de ellas esta noche. ¿Qué quiere ser, señorita Lane? ¿Una superviviente o una víctima? Francamente, ni siquiera estoy seguro de que pueda convertirla en lo primero, teniendo en cuenta con el material que me obligado a trabajar, pero al parecer soy la única persona que está dispuesta a intentarlo.
—Oh, es usted un mierda.
Él se encogió de hombros.
—Solo digo lo que veo. Vaya acostumbrándose. Quédese aquí el tiempo suficiente y puede que acabe agradeciéndomelo—Se levantó y echó a andar hacia el fondo del establecimiento.
—¿Adónde va?
—Al cuarto de baño. Para lavarme las manos. ¿Tiene miedo de quedarse sola, señorita Lane?
—No— mentí.
(Barrons y Mac, Fiebre Oscura, Karen Marie Moning)
Son nuestras acciones lo que nos definen. Lo que elegimos, lo que soportamos. Aquello por lo que estamos dispuestos a dar la vida.
(Mac, Fiebre Sangrienta, Karen Marie Moning)
[…] ¿cuando eres una de las pocas personas que pueden hacer algo para solventar un problema, ¿qué grado de responsabilidad tienes de solucionarlo?
Respuesta: la forma en que respondas a eso es lo que te define.
(Mac, Fiebre Sangrienta, Karen Marie Moning)
Barrons tiene algo de lo que el resto carece. No sé qué es, pero es algo que siento continuamente, sobre todo cuando estamos cerca el uno del otro. Debajo de su ropa cara, su acento indefinido y su aspecto culto, había algo que no había salido a la superficie. No quería que saliera; prefería que siguiera donde estaba.
(Mac, Fiebre Sangrienta, Karen Marie Moning)
Barrons es poderoso, inquietantemente guapo, asquerosamente rico, aterradoramente inteligente y tenía un gusto exquisito; por no hablar de un cuerpo duro que exudaba algún tipo de carga de baja intensidad. Balance final: está hecho de la misma pasta que los héroes.
Y de los asesinos psicópatas.
(Mac, Fiebre Mágica, Karen Marie Moning)
[…] —Le guste o no, me necesita, y me ha necesitado desde el día en que puso el pie en este país. Recuerde eso y deje de cabrearme de una vez por todas.
—Usted también me necesita—gruñí.
—Por eso le estoy dando clases. Por eso le proporciono un lugar seguro donde vivir. Por eso sigo salvándole la vida e intento darle las cosas que necesita.
—Oh, ¿las co… cosas que ne… necesito?— balbucí porque estaba tan cabreada que intenté decirlo todo de un a vez—. ¿Y no ha pensando en darme respuestas? ¡Intente darme unas cuentas!
Él se echó a reír y el sonido retumbó en las paredes de ladrillo del estrecho callejón por el que pasábamos, haciendo que pareciese que un montón de hombres se estuvieran riendo a mi alrededor, y eso era escalofriante.
—El día en que le dé respuestas será el día en que ya no las necesite.
(Barrons y Mac, Fiebre Mágica, Karen Marie Moning)
Nadie causa una buena impresión en los momentos cruciales de su vida. Pero son esos momentos los que nos convierten en lo que somos. Ante ellos, nos mantenemos firmes o nos acobardamos. Salimos victoriosos, curtidos por las pruebas superadas, o permanecemos afectados por el fracaso.
(Mac, Fiebre Mágica, Karen Marie Moning)
Si V’lane fuese una señal indicadora, en ella podría leerse: Todo el que ponga un pie aquí, renuncia a su voluntad.
(Mac, Fiebre Mágica, Karen Marie Moning)
La vida es un océano de olas. Todas son peligrosas y pueden ahogarte. En las circunstancias adecuadas, incluso el oleaje más suave puede desembocar en un maremoto. Saltar las olas es cosa de guerreros de pacotilla. Escoge una y cabalga sobre ella, eso aumentará tus posibilidades de supervivencia.
(Mac, Fiebre Anhelada, Karen Marie Moning)
—¿Quieres alguna verdad sobre mí? Deberías verme en lugar de mirarme.
(Barrons, Fiebre Anhelada, Karen Marie Moning)
—... Dímelo y lo mato.
(...)
—Como si pudieras—dijo Barrons.
—Tal vez no. Pero me gusta pensar en ello.
—¡Inténtalo, Campanilla!
(Barrons y V`lane, Fiebre Anhelada, Karen Marie Moning)
Estoy de cuclillas, al borde del acantilado, gritando, maldiciendo el día que nací, deseando que mi madre biológica me hubiese ahogado al nacer. La vida es demasiado dura, demasiado difícil de controlar. Nadie me dijo que habría días como estos. ¿Cómo pudieron dejarme así: feliz, estúpida y de color de rosa?
(Fiebre Sombría, Karen Marie Moning)
Cada paso que doy, voy perdiendo algo en mi interior. Las partes débiles. Las partes que no me ayudarán a alcanzar mis objetivos. Y si son las supuestas partes humanas, pues nada. No puedo sentir si quiero sobrevivir a todo lo que aún me queda por pasar.
(Fiebre Sombría, Karen Marie Moning)
Ahora que estoy al borde de la locura, puedo reconocer algo: toda la vida he tenido miedo que debajo de mi aspecto cuidado, mi esmero y mis accesorios, esté...psicótica.
(Fiebre Sombría, Karen Marie Moning)
Algunas cosas son sagradas, hasta que actúas como si no lo fueran. Entonces las piedes.
(Fiebre Sombría, Karen Marie Moning)
No es tan fácil diferenciar a los buenos de los malos como yo creía. No puedes mirar a alguien con los ojos y saber de qué pie cojea.
Tienes que mirar con el corazón.
(Fiebre Sombría, Karen Marie Moning)
KAREN RANNEY
Todo se silenció salvo los latidos de su corazón.
Esperó otra hora, abandonó la casa y sus zapatos de piel volaron por el césped envuelto en la noche. No se percató de que había pasado junto a Lachlan hasta que éste estiró la mano, la cogió y la rodeó con sus brazos con tanto ímpetu que chocaron con el tronco de un árbol.
- Muchacha, ¿está impaciente?
La risilla de Lachlan le derritió el corazón y acabó con las ideas cautelosas acerca de que sus actos eran disolutos y peligrosos. (...)
- Así es, Lachlan, lo estoy -respondió con tono burlón.
- Mi muchacha fronteriza, es ese caso, la noche espera.
Lachlan la condujo hasta su caballo y la ayudó a montar.
(Lachlan y Janet, Cuatro Novias: La Novia de Glenlyon, Karen Ranney)
KAROL SCANDIU
¿Aquello realmente estaba pasando? Sintió como de pronto cada parte de él se tensaba, cada una de ellas, como respuesta a tan solo imaginarla al otro lado, a pocos pasos de él. Se dirigió a la puerta decidido, y sin pensarlo apenas, recorrió el rellano en tres largas zancadas, deteniéndose delante de la madera caoba con el dedo preste a presionar el timbre. Pero, ¿y si se equivocaba? ¿Y si ella abría la puerta y le mirara sin tener ni idea de qué hacía él allí? Se detuvo en seco, mirando al timbre sin saber qué hacer.
(Jimie y Karen, Femenino Singular: En tus Manos, Karol Scandiu)
KATHLEEN WEISE
- No puedes contar lo que dicen las sombras, Cathy.
- ¿Por qué no, papá?
- Nadie te creería. Los murmullos de las sombras no son para las personas. Las asustan.
- ¿Y por qué acuden a mí?
- Porque estás dispuesta a escuchar lo que quieren contarte. Sientes curiosidad. Pero ten mucho cuidado, porque las sombras no pueden darte todas las respuestas que buscas. Algunas respuestas debes hallarlas tú misma.
(Padre y Cathy, El Lazo Rojo, Kathleen Weise)
Aquella noche no pude dormir. Su sombra me perseguía hasta en mis sueños más profundos.
Lo veía en todas partes.
Seguro que iba a castigarme por mi curiosidad... Eso, si no me despedía.
Imaginaba el picaporte de su cuarto como la entrada al inframundo.
(Cathy, El Lazo Rojo, Kathleen Weise)
Permanecieron frente a frente en silencio, y a ella le pareció como si el mundo hubiese enmudecido. De pronto, unos golpes en la puerta interrumpieron el hechizo e hicieron que los dos se separasen sobresaltados. Cathy hizo un precipitada reverencia y salió a toda prisa pasando por delante del señor Farnell, quien contempló su huida con recelo. En cuanto la muchacha dobló la esquina, se detuvo, se reclinó contra la pared, sin aliento, y se presionó el pecho con las manos. Aunque notaba perfectamente los latidos que le resonaban en la garganta, temía que el gnomo de la escalera estuviera en lo cierto: lo había perdido.
(El Lazo Rojo, Kathleen Weise)
KATIE ALENDER
Giré el libro para poder verlo mejor con la luz del pasillo.
Y entonces la luz empezó a hacerse más tenue.
Vi cómo la puerta daba una pequeña sacudida, como si yo acabara de despertarla.
Y entonces, lentamente, empezó a cerrarse.
Agarré el anuario con todas mis fuerzas y la puerta se cerró de golpe, dejándome a oscuras.
El miedo me recorría el cuerpo en oleadas. Estaba paralizada, demasiado asustada como para moverme, aunque una recóndita parte de mi cerebro me gritaba ¡Sal de aquí!
Y entonces vino la peor parte, con diferencia.
( Las Chicas Malas no Mueren, Katie Alender)
Cuanto más tiempo pasábamos en la casa, más callada y retraída parecía volverse.
No vi nada fuera de lo normal. Me di la vuelta, dispuesta a salir de allí, pero Megan no estaba. Se había acercado a las escaleras y examinaba el papel de las paredes, recorriéndolo con los dedos.
- Eh -dije-. Quizá deberíamos salir de la casa un momento.
Se volvió a mirarme, pero en vez de constestarme se puso pálida y se quedó quieta, con la vista perdida al final del pasillo.
Aquella no era una buena señal.
( Las Chicas Malas no Mueren, Katie Alender)
KATIE MCGARRY
Su sonrisa pícara me hizo sonreír a mí. No era mis sonrisa falsa, sino la de verdad.
—Qué graciosa —con un movimiento veloz, colocó ambas manos en la pared de ladrillo y me acorraló con su cuerpo. Se inclinó hacia mí y mi corazón adquirió un ritmo que no sabía que existía. Su aliento cálido me acarició el cuello y derritió mi piel heladas. Ladeé la cabeza y esperé el calor de su cuerpo sobre el mío. Podía verlo los ojos de nuevo, y sus iris castaños parecían cargados de deseo—. He oído un rumor.
—¿Qué rumor? —intenté zafarme.
—Que es tu cumpleaños.
Las palabras asustadas romperían el encanto, así que me humedecí los labios y asentí.
—Feliz cumpleaños —Noah acercó sus labios más a los mios. Aquel aroma dulce anulaba mis sentidos. Casi podía saborear sus labios cuando de pronto dio un paso atrás y tomó aire. El aire frío me dio una bofetada en la cara y me devolvió a la tierra de los sobrios.
Noah se pasó una mano por la cara antes de alejarse hacia el otro extremo del jardín.
—Ya nos veremos, Echo Emerson.
(Noah y Echo, Rompiendo las Normas, Katie McGarry)
—Ya he perdido parte de mi cabeza. No puedo confiarle lo que me queda.
(Echo, Rompiendo las Normas, Katie McGarry)
—¿A quién perdiste tú?
—A mis padres —Echo no adoptó una expresión compasiva, sino de comprensión absoluta—. ¿Crees que la señorita Collins ha juntado a las dos personas más deprimidas del instituto a propósito? —le dedica qué una sonrisa para evitar que la sinceridad de aquella frase terminase de carcomer lo que me quedaba de corazón.
Ella retiró la mano.
—Vaya. Creí que yo era la única persona de todo el instituto que fingía en todo momento.
(Noah y Echo, Rompiendo las Normas, Katie McGarry)
—No... no puedo —ya no sonreía—. Estoy en una cita con Luke y esto... —nos señaló a los dos con la mano—... no puede ocurrir. Eres Noah Hutchins y yo no soy la chica que hace <<eso>> con... con...
Yo cerré los ojos para recuperar el control sobre mi cuerpo. Terminé la frase por ella.
—Conmigo.
—Sí... no... no sé. Quiero ser normal, Noah. ¿Puedes tú darme normalidad? —era curioso, hablaba de normalidad mientras tiraba de los guantes que llevaba puestos.
—¿Cuándo te darás cuenta de que eso no existe para la gente como nosotros?
(Noah y Echo, Rompiendo las Normas, Katie McGarry)
—Por última vez, no me importan una mierda tus cicatrices.
—Mentiroso —respondió ella—. Porque la única manera de que a la gente no le importen mis cicatrices es que me quieran. Que me quieran lo suficiente para que no le importen mis defectos. Tú no quieres a la gente. Tú te acuestas con la gente. ¿Cómo podrías desear estar conmigo?
Me había descrito a la perfección. Yo no quería a la gente; solo a mis hermanos. Echo se merecía algo más. Algo mejor que yo. Una oportunidad. O la aprovechaba o me iba a casa. Besarla y arriesgarme a encariñarme con ella o dejarla y ver cómo otro tipo disfrutaba de lo que podía haber sido.
(Noah y Echo, Rompiendo las Normas, Katie McGarry)
— (...) Para gente como Echo o como yo, nuestras almas tenían más cicatrices que vida.
(Noah, Rompiendo las Normas, Katie McGarry)
—¿Por qué la gente está orgullosa de mí cuando la vida es una mierda?
—Porque madurar significa tomar decisiones difíciles, y hacer lo correcto no siempre significa hacer lo que más te apetezca.
(Noah y la señorita Collins, Rompiendo las Normas, Katie McGarry)
KEVIN HEARNE
- ¡Dinos dónde está la espada!
- ¿Qué espada? ¿La que tienes en la mano? Todavia la tienes en la mano, tontorrón.
- ¡Ya sabes qué espada! ¡Fragarach, la que responde!
(Atticus y Fae, Crónicas de Druida de Hierro: Acosado, Kevin Hearne)
Vaya. Tenía necrófagos en los botones de llama directa. Eso sí que mola.
(Crónicas de Druida de Hierro: Acosado, Kevin Hearne)
Iba a tener que pedirle a Oberón, que le dejase un regalito en la puerta. Tendría que hacerlo sin quitarse el hechizo de camuflaje, así que si el señor Semerdjian estaba mirando -y lo más probable era que estuviera mirando- tendría ante sus ojos la prueba física e irrefutable de que a veces la vida nos cubre de mierda, sin más explicaciones.
(Crónicas de Druida de Hierro: Acosado, Kevin Hearne)
Cuando es imposible razonar con la gente, lo que hay que intentar es asustarlos. Si eso tampoco funciona, te queda huir o matarlos. O enviarles a tus abogados.
(Crónicas de Druida de Hierro: Acosado, Kevin Hearne)
—Y, entonces, ¿a cuántos ángeles caídos has matado antes que a este, señor Druida?
—Calculo que este será el primero.
—Mieeeerda. —Coyote sacudió la cabeza con una sonrisa triste en los labios —. Vamos a morir.
(Atticus y Coyote, Crónicas de Druida de Hierro: Acorralado, Kevin Hearne)
Ah. Oberón levantó la vista hacía mí. Eso debe de ponerte triste. Pero entonces llámame a mí, Atticus. Yo siempre te responderé. Y por cierto, llevas todo el rato la bragueta abierta y Granuaile no te ha dicho nada.
Gracias amigo, respondí mentalmente, mientras intentaba subirme la cremallera con disimulo.
¿Ves? Yo te cubro por delante y por detrás. Me merezco una golosina.
(Atticus y Oberón, Crónicas de Druida de Hierro: Acorralado, Kevin Hearne)
—De acuerdo, como un favor personal —repuse—. Lo pensaré. Pero para serte sincero, Leif, no quiero darte falsas esperanzas. Matar a Thor es un honor con el que no sueño.
(Atticus, Crónicas de Druida de Hierro: Acorralado, Kevin Hearne)
—¡Tú mataste a mi padre! —exclamó con voz atronadora de bajo profundo —. ¡Prepárate a morir!
—¿Iñigo Montoya? ¿Eres tú?
(Crónicas de Druida de Hierro: Acorralado, Kevin Hearne)
KIERA CASS
- Aspen, por favor -insistí, con lágrimas en los ojos-. Hablemos del tema. Sé que estás confuso.
- Estoy más confuso de lo que te imaginas, pero no estoy enfadado contigo. Es simplemente que no puedo hacerlo, Mer. No puedo.
- Aspen, por favor...
Me agarró con fuerza y me besó -un beso de verdad- por última vez. Luego desapareció entre la oscuridad. Y como vivíamos en el país en el que vivíamos, con todas esas reglas que hacían que nos tuviéramos que ocultar, no pude siquiera llamarle, no pude gritarle, aunque fuera por última vez, que le amaba.
(Aspen y America, La Selección, Kiera Cass)
Aquello fue demasiado. Le di un bofetada.
- ¡Idiota! -le espeté, entre gritando y susurrando-. ¡Le odio! ¡Yo te quería a ti! ¡Quería estar contigo! ¡Todo lo que he deseado en mi vida eres tú!
Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero no me importaba. Y me había hecho bastante daño, y ahora le tocaba a él.
(Aspen y America, La Selección, Kiera Cass)
- No te pongas nerviosa -susurró Maxon.
- No me gusta que me mire todo el mundo.
Él tiró de mí y me rodeó la cintura con la mano. Quise dar un paso atrás, pero el brazo de Maxon me retuvo con fuerza.
- Tú mírame como si no pudieras resistirte a mis encantos -dijo, poniendo morritos y forzando un mueca, lo cual hizo que se me escapara la risa.
La cámara disparó justo en aquel momento, y nos pilló a los dos riéndonos.
(Maxon y America, La Selección, Kiera Cass)
- Si vas a actuar de este modo, me voy a buscar a alguien que sí quiera mi compañía -dijo, y emprendió la marcha.
- ¡Eh!
- ¡No! -Se giró y me habló más enfadado de lo que imaginé que lo vería nunca-. Se te olvida una cosa, Lady America. Harías bien en recordar que soy el príncipe de la Corona de Illéa. A todos los efectos, soy el dueño y señor de este país, y te equivocas si crees que me puedes tratar así en mi propia casa. No tienes por qué estar de acuerdo con mis decisiones, pero las <<acatarás>>.
Se giró y se fue, sin ver - sin importarle- las lágrimas que acudieron a mis ojos.
(Maxon y America, La Selección, Kiera Cass)
- Te matarán por esto -suspiré en un momento en que sus labios se perdían por mi cuello.
- Si no lo hago, me moriré igualmente.
(Aspen y America, La Selección, Kiera Cass)
- ¡Te di en el muslo!
- Por favor... Un hombre no tarda tanto en recuperarse de un rodillazo en el muslo -respondió, dejando claro su escepticismo.
Se me escapó la risa. Afortunadamente, Maxon también rio.
(Maxon y America, La Selección, Kiera Cass)
—¿Cómo es estar enamorada? —preguntó May.
Eso me dolió. ¿Por qué no me lo había preguntado nunca a mí? Luego recordé que nunca le había contado que estuviera enamorada.
Lucy esbozó una sonrisa triste.
—Es lo más maravilloso y lo más terrible que te puede suceder —dijo, simplemente—. Sabes que has encontrado algo sorprendente, y quieres que te dure toda la vida; y a partir de entonces, te pasas cada segundo temiendo el momento en que puedas llegar a perderlo.
Suspiré en silencio. Tenía toda la razón.
El amor es un miedo precioso.
(May y Lucy, La Élite, Kiera Cass)
—Me siento tan tonta... —susurré. De pronto tuve ganas de echarme a llorar.
—Tú no eres tonta.
—Sí que lo soy.
—Mer, ¿tú crees que yo soy listo?
—Claro.
—Eso es porque lo soy. Y soy demasiado listo como para enamorarme de una tonta. Así que ya puedes dejar de decir esas tonterías.
Solté una risita y dejé que Aspen me abrazara.
(Aspen y America, La Élite, Kiera Cass)
—¿Quieres...? —levantó la vista y me dio la impresión de que se lo pensaba una segunda vez—. ¿Quieres bailar?
Asentí.
—Pero se me da fatal.
—Iremos despacio.
Maxon me rodeó la cintura con la mano y me situó a su lado. Puse mi mano en la suya y con la otra me recogí el vestido, que estaba empapado. Él empezó a balancearse, sin moverse apenas. Apoyé la mejilla en su pechoo, y él, la barbilla en mi cabeza. Y nos movimos al ritmo de la música de la lluvia.
(Maxon y America, La Elegida, Kiera Cass)
Después de aquellos meses intentando decidir qué era realmente lo que deseaba y lo que esperaba, en aquel momento —que Maxon había creado para los dos—, me di cuenta de que nunca acabaría de entenderme a mí misma. Lo único que podía hacer era seguir adelante y esperar que, cualquiera que fuera el rumbo que tomaran las cosas, de algún modo encontráramos la manera de estar juntos.
(La Elegida, Kiera Cass)
—Estás preciosa cuando estás hecha un asco.
Solté una risita nerviosa.
—Gracias. Por eso, por la lluvia y por no rendirte.
Él pasó los dedos por mi mejilla, mi nariz y mi barbilla.
—Valía la pena. No sé si eres consciente, pero para mí valía la pena.
(Maxon y America, La Elegida, Kiera Cass)
KIMBERLY DERTING
Juro con mi aliento último venerar a mi reina por encima de todos los hombres.
Juro con mi aliento obedecer las leyes de mi país.
Juro con mi aliento respetar a mis superiores.
Juro con mi aliento contribuir al buen progreso de mi clase.
Juro con mi aliento informar sobre los que pueden perjudicar a mi reina y a mi país.
Mientras respire, lo juro.
(El Juramento, Kimberly Derting)
Apretó los dientes.
- ¿Qué tal si intercambiamos secretos, Charlaina? Yo respondo a tus preguntas y tú contestas las mías. -Levantó la ceja y cambió al dialecto que ya había usado antes... el que nunca había oído antes de la noche en que me fijé en él. El que se suponía que no debería entender.
(...)
- Da igual -me defendí, esta vez en voz baja-. Me da lo mismo lo que ha pasado. No me importa quién eres, ni de dónde eres. Es más, cuanto antes salgamos de aquí, mejor, y así no tendrás que preocuparte de que me meta en tu vida.
- Venga, Charlie. Esto se pone interesante. No vas a dejarlo así, ¿verdad?
- Déjame en paz -y giré la cara. Me ardían las mejillas de rabia, vergüenza y arrepentimiento.
(Max y Charlaina, El Juramento, Kimberly Derting)
KRISTINA WRIGHT
Apretó los dientes.
Extrajo el termómetro y lo miró con el ceño fruncido.
—Creo que estás oficialmente enferma —anunció—. Vamos a tener que añadir mi actual descontento a tu cuenta. Voy a darte tres días, Loveday. A partir de esos tres, por cada día más que sigas tosiendo, sorbiéndote la nariz o pasándote las horas dormida, habrá un castigo.
—pero no es justo... —protesté, y mi voz salió en el registro equivocado.
Él chasqueó la lengua y me tomó las manos ardientes entre las suyas, acariciándolas.
—¿Cuándo he sido yo justo?
En eso llevaba razón.
(Bajo las Sábanas, Kristina Wright)
Apretó los dientes.
—¿Lo has dicho en serio?
—¿El qué?
—Que soy preciosa, tal como soy.
(...)
—Cada centímetro de ti, cada curva, cada marca... Eres la mujer más preciosa que he visto en mi vida.
(Bajo las Sábanas, Kristina Wright)
KYOICHI KATAYAMA
Apretó los dientes.
– Y estarías tan resentido con tus padres por haberte puesto eso, que te largarías de casa. Y te convertirías en un luchador profesional de lucha libre.
– ¿Y eso por qué?
– Porque a un tipo que se llama así no le queda más remedio.
(Sakutarô y Ôki, Un Grito de Amor desde el Centro del Mundo, Kyoichi Katayama)
1 comentario:
Ay, "Fiebre Oscura". Le tengo ganitas desde que leí la reseña ^^
Besotes y buen finde!!
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