martes, 24 de mayo de 2011

A

A. G. HOWARD

—Lloras por él, pero por mí sangraste. Habría que preguntarse qué es más poderoso. Más vinculante. Supongo que lo sabremos algún día.

(Morfeo, Susurros, A. G. Howard)

—Quiero tu palabra: un juramento.
—Qué rollo. —Suspirando, se coloca una mano sobre el pecho como si estuviera jurando lealtad—. Juro por mi vida mágica que no mandaré lejos ni haré daño a tu querido novio siempre y cuando él te guarde lealtad a ti y a tu noble causa. Aunque me reservo el derecho de mostrarme hostil con él a la mínima oportunidad. Ah, y responderé a todas tus preguntas con mucho gusto. —Llegado este punto hace una reverencia: es todo un caballero.

(Morfeo, Susurros, A. G. Howard)

—Te fuiste —lo acuso, luchando por mantenerme despierta—. Estaba herida... y me dejaste allí.
—Un error que juro, por mi vida mágica, que nunca volveré a cometer.

(Morfeo y Alyssa, Susurros, A. G. Howard)

—Ali -susurra—. Tienes un dulce sabor... como a madreselva.
—No lo hagas —murmuro, aturdida.
Se aparta, con los ojos densos y oscuros.
—¿Quieres que pare?
—No. —Me he quedado dormida rezando para que me mires así. Para que me toques así—. No me rompas el corazón.

(Jeb y Alyssa, Susurros, A. G. Howard)

—¡Hiciste un juramento! —chillo, luchando por recuperar el control de mi mente—. ¡Que no volverías a dejarme sufriendo y con el corazón roto! ¡Lo perderás todo!
Morfeo se para en el umbral, dándome la espalda y con la cabeza gacha.
—Renunciaría a todos mis poderes por tenerte en mis brazos. Tu amor es la única magia que necesito.

(Morfeo y Alyssa, Susurros, A. G. Howard)




AIMÉE CARTER

—¿Qué es este sitio?
Pareció divertido.
—¿Aún no te has dado cuenta?
Sentí que me ponía colorada, pero por lo menos me quedaba algo de sangre en la cabeza, así que podía levantarme sin correr el riesgo de desmayarme.
—He estado un poco ocupada pensando en otras cosas.
Se levantó y me ofreció su mano. No la acepté, pero no pareció importarle.
—Recibe diversos nombres. Elíseo, Annwn, Paraíso... Algunos incluso lo llaman el Jardín del Edén.
Sonrió como si hubiera contado un chiste. No lo entendí, y debió de notar mi perplejidad, porque añadió:
—Es la puerta entre la vida y la muerte. Tú todavía vives. Los demás habitantes del jardín murieron hace mucho tiempo.
Sentí un escalofrío.
—¿Y tú?
—¿Yo? —esbozó una sonrisa—. Yo reino sobre los muertos. No soy uno de ellos.

(Henry y Kate, Aprendiz de Diosa, Aimée Carter)

—Puede que haya cosas que no te diga, que no pueda decirte, pero no soy un mentiroso y jamás intentaré engañarte.

(Henry y Kate, Aprendiz de Diosa, Aimée Carter)

—Cualquier cosa es posible si le damos la oportunidad de suceder.

(Henry, Aprendiz de Diosa, Aimée Carter)

—¿Por qué tengo que ponerme corsé? —pregunté— ¿es que te moriste en el siglo XVIII o algo así?
Puso mala cara.
—Nada de eso. Me gusta cómo quedan, y disfruto torturándote. Ahora, contén la respiración.

(Ella y Kate, Aprendiz de Diosa, Aimée Carter)

—Quizá ganes cuando se hiele el infierno.
Levantó una ceja.
—Eso podría arreglarse sin ningún problema.

(Henry y Kate, Aprendiz de Diosa, Aimée Carter)

—Sé que es el fin —dije, poniendo una mano sobre la tierra amontonada—. Hace mucho tiempo que lo sé.
—No, no lo es —contestó James a mi lado—. Es el principio.

(James y Kate, Aprendiz de Diosa, Aimée Carter)





ALBERTO MORÁN ROA

-Aprovechad el tiempo que os queda para odiar y mentir, criaturas. Recordadle al mundo qué sois para que este no pueda echaros de menos cuando hayáis desaparecido.

(El Rey Trasgo: La Ciudadela y la Montaña, Alberto Morán Roa)





ALESSANDRA NEYMAR

- Vuelve a las doce -gruñó mi padre-. Y cuidado con lo que compras. No me gusta que seas tan... -Frunció el ceño buscando el mejor adjetivo-: provocativa.
- ¿Te molesta que provoque? -le pregunté con un tono un tanto irritado.
- Me molesta que te guste provocar.
- A mí me gusta -intervino Valentino guiñándome un ojo.

(Angelo y Kathia, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

- Vete de aquí -masculló con aquellos labios carnosos.
- Es mi clase.
- Vete del pupitre.
- Es mi sitio.
Kathia miró a Daniela con ojos interrogantes. Mauro apareció en ese momento.
- Es cierto, es su sitio -dijo Daniela, encogiéndose de hombros.
- Mauro, ¿te importa sentarte con Dani? -Ni siquiera le miré, solo tenía ojos para intimidar a Kathia.

(Cristianno, Kathia y Daniela, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

- Soy Cristianno Gabbana. -Me acerqué a ella-. Me alegro de verte.
- Kathia Carusso -dijo mirándome a los ojos-. Yo no puedo decir lo mismo.

(Cristianno y Kathia, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

- ¿Por qué? -pregunté en el mismo tono de voz.
Se acercó hasta mi mejilla, vacilante. Era extraño verle así, tan seguro de sí mismo como siempre estaba.
Terminó acariciando mi piel con sus labios. Solo durante unos segundos. Cristianno sentía lo mismo que yo.
- Ni yo mismo lo sé -dijo.
Se marchó dejándome con el deseo ardiendo en mi pecho.

(Cristianno y Kathia, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

- ¿Disfrutas? -pregunté, aunque sabía que así era.
Volvió a humedecerse los labios. Cualquier movimiento que hiciera me resultaba provocador, demasiado para alguien como yo. Me fue muy difícil apartar de mi imaginación escenas más subidas de tono.
- ¿Te gustaría que así fuera?
<<Genial>>, pensé.
Si pensaba que era una descarada, estaba en lo cierto. Aquel comentario me recordó demasiado a mí.

(Cristianno y Kathia, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

- No sabes cuánto te odio -masculló rozando mis labios con los suyos.
- Es recíproco -susurré con esfuerzo-. Ahora suéltame.
- Nadie me da órdenes, Kathia. Hago lo que quiero, cuando quiero y... con quien quiero. -Lo último terminó susurrándomelo en mi cuello.

(Cristianno y Kathia, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

Sentir una caricia de Kathia (por muy débil que fuera) fue inesperado; sobre todo después de lo ocurrido el lunes. Me dejó tan alucinado, que no supe cómo reaccionar. No esperaba sentir tanto con tan poco.
Observé cómo se alejaba. De entre tantas personas, ella eral a única que sobresalía. Su forma de caminar, su manera de retirarse el cabello... Todo en ella era una constante provocación.
<<Dios, cómo la odio.>>

(Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

- ¡Maldito cabrón! ¿Te vas sin más? -Cogí a Giulio de los hombros y lo tiré al suelo-. Enfréntate a mí si tienes huevos. -Le pegué una patada. Y otra, y otra. En la cara, en las costillas, en las piernas, en el pecho... Me tiré sobre él y comencé a darle puñetazos hasta que vi cómo la sangre comenzaba a tapar su rostro-. ¿Qué te dijo ella? ¡Constesta! -pregunté zarandeándole.
(...)
- ¡Te mataré! -gritaba mientras Alex me cogía por los hombros- ¡Suéltame! ¡No descansaré hasta vere bajo tierra! -Todavía pude darle una patada en la cara.

(Cristianno, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

- No volverá a ocurrir. No volveré a tocarte... -Cerró los ojos y tomó aire mientras se acercaba aún más-, hasta que tú me lo pidas.

(Cristianno, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

- Si tenemos un accidente -dijo con su labio inferior recreándose en mi lóbulo antes de que pudiera colocarme el casco-, juro que te atormentaré desde el otro mundo.
Sonreí girándome de lado. De nuevo, nuestros labios se rozaron.
- Ya me atormentas, guapa.
Bajé la visera y arranqué.

(Cristianno y Kathia, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

- Joder... -Se deslizó en el asiento de piel blanco. No era la primera vez que lo hacía. No llevaba mucho tiempo con el carné pero llevaba años conduciendo y tenía mucha maestría- De acuerdo. Te apuesto quinientos euros a que no llegas al San Angelo en cinco minutos -me retó.
- ¿Cinco minutos? -Fruncí lo labios.
Estiré las tela del pantalón acomodándome en el asiento. Hice crujir los dedos.
- Sí, con tráfico incluido.
- Lo haré n tres -dije bravucón.
- Macho, si lo haces en tres te daré ochocientos. -No me creía capaz.
- ¿Los tienes aquí?
- Tengo para pagar la apuesta dos veces, ¿y tú?
- Que sean mil.
Apreté el acelerador y salí del garaje antes de que la puerta terminara de abrirse. Derrapé en cuanto llegué a la curva de la avenida.

(Cristianno y Mauro, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

- Si hubiese sabido que dolía tanto...
- La habrías amado igual -me interrumpió mientras apoyaba su barbilla en mi cabeza.

(Cristianno y Enrico, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

- Sabes a qué mundo pertenecemos. Estaba claro que si Kathia volvía era porque había algo más detrás de esa decisión. No deberías sorprenderte. -Intentó explicarlo con tranquilidad, pero él también parecía cabreado.
- Ella no forma parte de esto -me quejé.
- ¡Es la hija de Angelo, sí forma parte de esto! Son negocios, Cristianno. Como todo en nuestras familias.

(Cristianno y Enrico, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)

Si alguien me hubiera advertido de lo que dolía el amor, hubiera evitado enamorarme de ella. Pero ¿a quién quería engañar? Era mentira. La habría amado igual.

(Cristianno, Mírame y Dispara, Alessandra Neymar)





ALEX FLINN

- No hay música -dijo ella.
- Sí hay. -Empecé a tararear <<El Danubio Azul>> y me deslicé con ella en brazos, alejándonos de las cajas y recorriendo toda la habitación. Nos enredamos un poco el uno con el otro, lo que me obligó a pegarme más a ella. Aunque tampoco me importó mucho. Me di cuenta de que también se había puesto perfume, y entre eso y el tarareo, empecé a marearme ligeramente. Pero seguí deslizándome por la habitación, ahora conduciéndola en pequeños círculos como nos había enseñado el profesor de baile, deseando recordar cómo seguía la canción para hacer que durara eternamente. Pero, finalmente, me quedé sin notas y tuve que deternerme.

(Kyle, La Bestia, Alex Flinn)

- ¡Will, tienes un aspecto horrible!-le grité a través de las puertas de vidrio.
- No puedo decir lo mismo -dijo él-. Pero si tienes el mismo aspecto que tu voz, pareces un idiota. Por favor, ayúdame.

(Will y Kyle, La Bestia, Alex Flinn)





ALEX SCARROW

Sal soltó una risita nerviosa al ver los genitales de la criatura.
Maddy se giró hacia el viejo.
- Foster, tal vez lo primero que debemos hacer es ponerle algo encima, ¿no? Quiero decir... Sal sólo tiene trece años, y yo... bueno, a mí ahora mismo no me apetece estar mirando... eso.

(Maddy, TimeRiders: Los Vigilantes del Tiempo, Alex Scarrow)

Foster se volvió hacia ellos, pensativo.
- Bueno, no se necesita ser un genio para darse cuenta de que se ha cambiado la historia para incorporar una alteración bastante significativa.
- Esto... ¿Que los alemanes de hecho ganaron la Segunda Guerra Mundial? -sugirió Maddy.
- Más que eso, Madelaine, al parecer luego invadieron y conquistaron Estados Unidos de América.
Liam les miró: los dos estaban pálidos.
- Eso no es nada bueno, ¿verdad?

(Foster, Maddy y Liam, TimeRiders: Los Vigilantes del Tiempo, Alex Scarrow)

- Hemos tenido suerte -respondió con una voz áspera-. Hay un generador en la parte de atrás... Con un poco de suerte, encontraremos algo de combustible en alguno de estos estantes... -su voz se detuvo de repente.
<<Ha visto algo.>>
Sal notó que la sangre se le helaba.
<<¿Algo detrás de mí?>>
A toda prisa, se dio la vuelta para volver a mirar hacia atrás por encima del hombro y vio un par de ojos pálidos. Un par de ojos blanquecinos y saltones en un rostro fantasmagórico a pocos metros de ella.
- ¡AGÁCHATE! -gritó Foster.
Maddy reaccionó instintivamente echándose a un lado y tirando a Sal con ella.
La pequeña habitación se llenó con el estruendo ensordecedor del disparo de Foster. En un rapidísimo instante, la repentina luz del disparo iluminó la estancia, Sal vio la imagen congelada de uno de los mutantes mientras se levantaba de su posición de cuclillas, con uno de sus delgados brazos tratando de alcanzarla a pocos centímetros de donde ella había estado de pie.

(Foster, Maddy y Sal, TimeRiders: Los Vigilantes del Tiempo, Alex Scarrow)

- ¿Están muertos?
Foster asintió con tristeza.
- El sistema de filtración ha dejado de funcionar, sus propias aguas residuales deben haber retrocedido y han envenenado la solución que los alimenta.
- ¿Qué significa eso?
- Que se han ahogado en su propia mierda -dijo Maddy servicial, mientras vertía un bidón de diésel en el generador.

(Foster, Maddy y Sal, TimeRiders: Los Vigilantes del Tiempo, Alex Scarrow)

¿Día 5? (desde que se fue la electricidad)
Así que ahora estamos esperando. Esperando a que la máquina del tiempo consiga la suficiente energía para intentar abrir una ventana.
No hay manera de saber si recibieron el mensaje que les enviamos. No hay manera de saberlo hasta que abramos la ventana en Washington. Si lo recibieron, aparecerán aquí, en el almacén del arco, y los habremos salvado; si no es así, entonces estaremos gastando la poca energía que tenemos para nada.
Aquí todo está apagado, todas las luces, todo.

(Sal, TimeRiders: Los Vigilantes del Tiempo, Alex Scarrow)

- ¿Foster? ¡Ahora! ¡Abre la ventana ya!
- De acuerdo..., tal vez tengamos suficiente energía.
Él le entregó el fusil y se hizo a un lado para que ella reemplazar su peso contra la puerta.
- Aguanta aquí tanto como puedas. Si entran, te quedan nueve cartuchos. ¿Lo entiendes?
Ella asintió con la cabeza.
- Lo entiendo... siete para e-ellos... y... y...
- Exacto -él sonrió con gravedad-. Dos para nosotros, Maddt, dos para nosotros.
Otro fuerte golpe. La bisagra de arriba traqueteó y se soltó del muro. Maddy recibió una ducha de arenilla y polvo.

(Foster y Maddy, TimeRiders: Los Vigilantes del Tiempo, Alex Scarrow)





ALI CRONIN

- Te acompaño. Supongo que debería saludar a la gente.
Adam tosió y comentó:
- Mejor no, tío... Siéntate, pequeña. Yo iré a por las bebidas -hizo un gesto para que Jack iniciara la marcha y luego le siguió con su habitual contoneo estilo <<me-he-cagado-en-los-pantalones>>.
- Eh, ¿qué ha sido eso? -preguntó Donna.
Cass se mostraba abatida.
- A Adam se le ha vuelto a meter Jack entre ceja y ceja. Me vio <<acariciándole>> antes, o algo así -se pasó la mano por el pelo-. Una tontería.
<<Tontería>> era una curiosa manera de describirlo.
- Chicos, tenéis que arreglar esto -declaró Donna-. No puedes cambiar el hecho de que Jack y tú os conocéis desde siempre. ¿Cuántas veces le has explicado a Adam que nunca ha existido nada entre vosotros?
- Ya lo sé. Lo que pasa es que es un poco inseguro -respondió Cass-. Se le pasará con el tiempo -pero no parecía convencida.

(Jack, Adam y Donna, Nada es para Siempre, Ali Cronin)

- Dios, los hombres son gilipollas -me abrazó-. Le has dado todas las oportunidades, peque... Tómalo como una experiencia -mientras observaba cómo se dirigía a su parada de autobús, caí por fin en la cuenta. Nunca iba a llamarme. Había entregado mi virginidad en un romance de vacaciones. Me dije que no importaba. Ser virgen no era algo de lo que sentirse orgullosa, o de lo que no sentirse orgullosa. Era lo que era, y punto.
Pero sí importaba. Importaba un montón. Joe me había gustado mucho, muchísimo. Todavía me gustaba.
(...)
Pero entonces me llegó el sms.

(Donna y Sarah, Nada es para Siempre, Ali Cronin)

- Genial. Te escribiré un sms en el tren... Solo una cosa: ¿Hasta que punto estás enferma, Sarah-no-le-gusta-la-cerveza?
Sonreí.
- No te preocupes. Un poco de ejercicio es probablemente lo que necesito... Y tengo que estar en la cama de todas formas, ¿verdad?
- Y en el suelo, y sobre el escritorio, contra la pared...

(Joe y Sarah, Nada es para Siempre, Ali Cronin)

Ollie se inclinó desde el otro lado de la mesa, me cogió la cara entre sus manos y me plantó un beso en la frente.
- De eso estoy hablando, colegas. Un poco de sentido común -me sonrió-. Gracias, princesa.

(Ollie y Sarah, Nada es para Siempre, Ali Cronin)

- Ven aquí -apoyé la cabeza en su hombro-. Lo que ha pasado es una putada, princesa. Pero te mereces... ¡Dios! Alguien mucho mejor que él -su voz tenía un nota de indignación. Levanté la cara para sonreírle y bajó la mirada hacia mí, la barbilla le temblaba.
Entonces, lo echó todo a perder al intentar besarme.

(Ollie y Sarah, Nada es para Siempre, Ali Cronin)





ALLY CONDIE

Es uno de mis poemas favoritos de los Cien Poema que la Sociedad decidió conservar cuando, hace años, decretó que nuestra cultura estaba sobresaturada, Formó comisiones para elegir los cien mejores de todo: las Cien Canciones, los Cien Cuadros, los Cien Relatos, los Cien Poemas. El resto fue eliminado. Para siempre. <<Por nuestro bien>>, adujo la Sociedad, y todos lo creíamos porque parecía lógico.

(Cassia, Juntos, Ally Condie)

Mi corazón está en llamas y tengo que mantener la boca cerrada para no intentar quemar a estos funcionarios con mi fuego.<< Eso es lo que ustedes creen -me dijo-. Cree que aquí no hay nada porque no estamos oponiendo resistencia. Pero tenemos palabras en la cabeza que nadie sabe. (...) Tenemos  cosas de valor, pero ustedes no las encontrarán porque ni siquiera saben donde buscarlas.>>

(Cassia, Juntos, Ally Condie)

La Sociedad quiere que nos de miedo morir. Pero yo no tengo miedo. Solo temo hacerlo de la manera equivocada.

(Ky, Juntos: Caminos Cruzados, Ally Condie)

Al final, no siempre podemos decidir con qué nos quedamos. Solo podemos decidir cómo desprendernos de ello.
Cassia.
Pensaba en ella cuando he visto la nieve. Pensaba <<Podríamos subir ahí. Aunque se derritiera toda. Nos sentaríamos a escribir palabras en la tierra todavía húmeda. Podríamos hacerlo, si no te hubieras marchado>>.
<< Aunque -he recordado- no eres tú la que se ha ido. Sino yo.>>

(Ky, Juntos: Caminos Cruzados, Ally Condie)

Por un momento, me mira con una expresión que podría ser enfado.
- ¿Tienes idea de qué se siente cuando te dejan?
- Claro que sí -respondo, herida.
- No -dice-. No como te dejó Ky. Él no quería irse. ¿Sabes qué se siente cuando alguien decide dejarte?
- Yo no decidí dejarte. Nos reubicaron.
Xander exhala.
- Sigues sin entenderlo -dice-. Tú me dejaste antes de marcharte de Oria. -Lanza una mirada al funcionario. Cuando vuelve a clavarlos en mí, sus ojos azules están serios. Ha cambiado desde la última vez que lo vi. Se ha endurecido. Se ha vuelto más cauto.
Más parecido a Ky.
Ahora le entiendo. Para él, comencé a dejarlo cuando elegí a Ky.
Mira nuestras manos, que siguen entrelazadas.

(Xander y Cassia, Juntos: Caminos Cruzados, Ally Condie)

- ¿Es eso lo que quieres? ¿Quieres a Ky, a cualquier precio? (...)
- No -respondo-. A cualquier precio, no.
Xander respira hondo.
- ¿Y hasta dónde estás piensas llegar? ¿A qué no estás dispuesta a renunciar?
Trago saliva.
- A mi familia.
- Pero no te importa renunciar a mí -dice. Tensa la mandíbula y mira a otra parte. (...)

(Xander y Cassia, Juntos: Caminos Cruzados, Ally Condie)

- Tú lo conoces -digo-. Sabes de quién hablo.
No espero que lo admita, pero él asiente.
- ¿Dónde está? -pregunto.
- Ha muerto -responde.
- Mientes -digo mientras me trago la preocupación y las ganas de llorar-. Pero te escucharé cuando quieras decirme la verdad.
- ¿Qué te hace pensar que te diré algo? -pregunta.
- No te queda mucho tiempo para hablar -respondo-. Ni a ti ni a ninguno de nosotros.

(Chico y Cassia, Juntos: Caminos Cruzados, Ally Condie)

- Podríamos haberles dado esperanzas -insiste Eli.
- ¿De qué sirven las esperanzas si son vanas? -le pregunto.

(Ky y Eli, Juntos: Caminos Cruzados, Ally Condie)

Mi instinto me dictó que peleara y lo hice. Por una vez.
Peleé porque había encontrado la paz en Cassia. Porque sabía que podía descansar en sus caricias, que me quemaban como el fuego y me limpiaban como el agua.
La pelea no duró mucho. Ellos eran seis y yo solo uno.

(Ky, Juntos: Caminos Cruzados, Ally Condie)

<<Más arriba, en alguna parte, esta agua es nieve>>, solía decir mi madre mientras abría las manos para coger las gotas de lluvia.
Pienso en sus pinturas y en lo rápido que se secaban.
- En alguna parte -comento en voz alta, y espero que ella me oiga-, esta agua no es nada. Es más ligera que el aire.

(Ky, Juntos: Caminos Cruzados, Ally Condie)

Todas las personas poseen una cierta belleza. En mi caso, fue en los ojos de Ky en lo que me fijé primero, y los sigo adorando. Pero amar nos permite mirar y mirar, y volver a mirar. Nos fijamos en el dorso de una mano, el ademán de una cabeza al volverse, un modo de andar. Cuando amamos por primera vez, el amor nos ciega y vemos al ser amado como un todo soberbio o como una hermosa suma de partes hermosas. Pero, cuando lo vemos por partes, cuando comenzamos a cuestianarlo (<<por qué nada así, por qué cierra los ojos así>>), también podemos amar eso de él, y se trata de un amor más complicado y a la vez más completo.

(Cassia, Juntos: Caminos Cruzados, Ally Condie)

<<La tecnología puede fallarnos, igual que les ocurrió a las sociedades que nos precedieron>>.

(Juntos: Liberación, Ally Condie)

Pagaré el precio justo, pero no excesivo. Quizá sea esto lo que aprendí en los cañones: qué soy, qué no soy, qué estoy dispuesta a dar, y qué no.

(Cassia, Juntos: Liberación, Ally Condie)

Algunas personas creen que las estrellas deben de parecer más próximas desde aquí.
Se equivocan.
Cuando estoy aquí arriba, me doy cuenta de lo lejos que están en realidad, de lo imposible que es alcanzarlas.

(Ky, Juntos: Liberación, Ally Condie)

- No. -Hablo en voz baja-. Tú viste las muestras de la Talla. ¿Te parece posible revivir a alguien a partir de eso? Y aunque las muestras pudieran utilizarse para crear individuos muy parecidos a los originales, nunca serían la misma persona. Nadie puede volver de la muerte, nunca. ¿Entiendes a qué me refiero?

(Ky, Juntos: Liberación, Ally Condie)

- ¿Crees que podrías hacerlo? -pregunta.
- ¿Pilotar un avión? -repongo-. Quizá.
- No -dice-. ¿Crees que podrías dejar marchar a una persona si creyeras que es lo mejor para ella?
- No -le respondo-. Tendría que estar seguro de que es lo mejor.
Asiente, como si se esperara mi respuesta.

(Xander y Lei, Juntos: Liberación, Ally Condie)

Ahora sé por qué los enfermos pueden no tardar mucho en abandonar la lucha.
Si dejara de luchar contra el dolor, el cansancio me vencería, y eso parece mejor que esto. Preferiría estar dormido a sentir este dolor.

(Ky, Juntos: Liberación, Ally Condie)

Cassia quiere que sepa que me quiere.
El dolor quiere devorarme.
Ojalá pudiera sentir lo uno sin lo otro, pero ahí radica el problema de estar vivos.
En general, no podemos elegir cuánto sufrimiento o cuánta alegría sentimos.

(Ky, Juntos: Liberación, Ally Condie)

Yo estoy dividida en tres partes, como la estrella que Oker dibujó en el barro. Debería velar por Ky en la enfermería. Debería hacer compañía a Xander en la cárcel. Debería estar clasificando para encontrar una cura. Solo puedo tratar de hacerlo todo y esperar que estas tres facetas de mí se integren para hallar una solución.

(Cassia, Juntos: Liberación, Ally Condie)

Nieve cual felpa pisamos.
Las aguas murmuran,
tres ríos y la loma cruzamos,
¡dos desiertos y el mar!
Pero llamaré viaje al viaje,
pues me ha llevado hasta ti.

(Juntos: Liberación, Ally Condie)

Hunter tenía razón en una cosa. Ya hemos visto demasiados éxodos.

(Cassia, Juntos: Liberación, Ally Condie)

Una persona puede ser un mundo.

(Xander, Juntos: Liberación, Ally Condie)

Cierro los ojos y la recuerdo, hermosa como la nieve, cuando salió de los cañones. La recuerdo sosteniendo el retal verde de sed junto a su mejilla en la Loma. Recuerdo su piel y la tierra de los cañones, y su cara mirándome desde arriba en las montañas, ayudándome a regresar.

(Ky, Juntos: Liberación, Ally Condie)





ANA R. VIVO

- Estás loca, ¿lo sabías? Puedes tener al hombre que se te antoje y me buscas a mí.
- Te quiero a ti.- No sabes lo que dices...

(Lucas y Violeta, Femenino Singular: Requiem para el Corazón, Ana R. Vivo)





ANA SÁNCHEZ MOLINA

Un toque de sirena anunció el final del recreo y todos decidieron aparcar el tema para después, pero, cuando entraron en el enorme edicifico, ninguno de ellos pudo ignorar el escalofrío que los recorrió de arriba a bajo.

(Historias entre la Vida y la Muerte, Ana Sánchez Molina)

Shaunee lloraba mientras se sujetaba el tobillo y todas sus compañeras creían que la causa de aquel llanto era el dolor que le producían las heridas. Solo Pat y May sabían que, en ese momento, Shaunee lloraba de miedo.

(Historias entre la Vida y la Muerte, Ana Sánchez Molina)

- ¡Madre mía! Pues va a resultar que este edificio está encantado de verdad -susurró Rex, que ahora no parecía estar tomándoselo en broma.
- Y esta vez yo no voy a contradecirte -dijo Shaunee con un hilo de voz.

Rex y Shaunee, (Historias entre la Vida y la Muerte, Ana Sánchez Molina)

- Entonces, nosotros no podemos tocarlos... -murmuró May-, pero ellos a nosotros sí.
- ¡Exacto! ¿Y sabes lo que esto significa? -dijo Dennis-. Pues significa que ellos sí pueden hacernos daño, pero nosotros a ellos no.

Dennis y May, (Historias entre la Vida y la Muerte, Ana Sánchez Molina)

- ¿Me está diciendo que la Muerte ha devuelto gente a la vida?
- ¡Sí! Ella no tiene problema alguno en hacerlo -le dijo la anciana-. Mi querida muchacha, ¿tú le prestarías algo a alguien si tuvieses la certeza de que, por mucho tiempo que pase, lo que has prestado finalmente te será devuelto?
- ¡Pues claro que lo haría! -contestó la princesa.
- Pues eso es lo que hace la Muerte. Te presta una vida porque sabe que, tarde o temprano, esa vida volverá a ella cuando esa persona vuelva a morir.

(Princesa y ancianaHistorias entre la Vida y la Muerte: La Muerte y la Princesa, Ana Sánchez Molina)

- Recuerda que yo tan solo puedo devolver la vida, no el alma.

(Muerte, Historias entre la Vida y la Muerte: La Muerte y la Princesa, Ana Sánchez Molina)

- ¿Y qué quieren? -preguntó Dennis-. ¿Qué pueden perseguir de nosotros? Nos atacan, nos persiguen y nos asustan. Pero, ¿por qué? Tiene que haber alguna razón.

(Historias entre la Vida y la Muerte, Ana Sánchez Molina)

A la luna llena debes esperar
porque solo ella te hablará:
golpea la campana
y salta al vacío.

(Historias entre la Vida y la Muerte: Regresar al Cielo, Ana Sánchez Molina)

Ángeles de piedra con los ojos abiertos y esculpidos sobre tumbas para proteger las almas de los semiángeles enterrados dentro. Un grupo de muchachos que intentan cegarlos para poder robar esas almas. <<Y todo esto... ¿para qué?>>, se preguntaba una y otra vez Daniel.

(Historias entre la Vida y la Muerte: Ángeles de Piedra, Ana Sánchez Molina)

- Nos quieren muertos, May; y van a recrear su propia muerte para acabar con nosotros.

(Dennis, Historias entre la Vida y la Muerte, Ana Sánchez Molina)

- Realmente, en esta historia de terror solo existimos nosotros... y ellos.

(Dennis, Historias entre la Vida y la Muerte, Ana Sánchez Molina)





ÁNGELA BECERRA

Me gustaría que sólo por un instante pudieras verme. ¿Sabes qué traje lleva puesto «tu mujercita»? El rojo; el que me regalaste para que lo llevara el día más feliz de mi vida y aún estaba por estrenar. Voy vestida de fiesta, Francisco, porque esto es una celebración. Sí, cariño, tu muerte es mi gran alegría. No te imaginas lo feliz que me haces. Después de tantos años, debo agradecerte esta dicha. Hasta fui a la peluquería y me hice la manicura eligiendo el color de la laca de uñas con total parsimonia, mientras los de la funeraria colocaban tu ataúd en el gran salón. ¡Qué remedio! Lo dejaste todo por escrito y no hubo manera de cambiarlo. Ya ves, por mí te hubiera quemado vivo. No me hubiera gastado ni un céntimo en tu muerte.

(Morgana, Memorias de un Sinvergüenza de Siete Suelas, Ángela Becerra)

Y ustedes se preguntarán, ¿por qué quise hacer ese testamento vital?
Muy sencillo. Porque empecé a sospechar que Morgana podría hacerme algo sin que yo me diera cuenta. Para ser más exactos: matarme. Y lo digo así, como si estuviera hablando de cualquier tontería —de si hace calor o frío, o de qué húmeda está la tarde, o de que se secó la buganvilla de la entrada—, y es que nuestra relación ya se había ido de madre y el odio nos tenía absolutamente atrapados. La necesidad de hacernos daño y escalar esa montaña que cada vez ofrecía horizontes más retadores eran una enfermedad terrible. Subir, subir, aunque nos hiriéramos; aunque nuestras manos y nuestros pies sangraran y nos asfixiáramos. Y coronar la cima del acto que más le doliera al contrincante. Un juego macabro pero muy adictivo; casi tanto como el amor no correspondido.

(Francisco, Memorias de un Sinvergüenza de Siete Suelas, Ángela Becerra)

Y si estás esperando que me arrepienta de algo, pierdes el tiempo; porque debes ser consciente de que estás en cuenta regresiva… y los últimos días que te quedan no están como para desperdiciarlos tratando de recuperar lo irrecuperable. Conmigo la cosa no va de arrepentimientos.
Cuando uno vive, aunque se equivoque, lo vivido, vivido está. Ahí te queda eso.

(Francisco, Memorias de un Sinvergüenza de Siete Suelas, Ángela Becerra)





ANNA GODBERSEN


- ¡Sí, juerguista inútil! -le espetó su padre mientras su momentáneo buen humor se evaporaba a toda velocidad. La famosa ira de los Schoonmaker era una facultad paterna de la que Henry no se había visto privado en su infancia, y surgía por cualquier causa, ya fuera por unos juguetes rotos o por la mera exhibición de malos modales. William Schoonmaker se sentó ruidosamente junto a Henry en la butaca tapizada de suave cuero-. No creerás que siento una ociosa curiosidad por tus amantes, ¿verdad?
- No, señor -respondió Henry, agitando sus oscuras pestañas hacia su padre-. No lo creo.
- Entonces eres más listo de lo que pensaba.
- Gracias, señor -contestó Henry con toda sinceridad, deseando que la voz no le saliese tan debilitada de su garganta en momentos como aquel.

(William Schoonmaker y Henry, Latidos, Anna Godbersen)

- El famoso Henry Schoonmaker -dijo ella, sosteniendo su mirada con valentía-. El que no puede quedarse quieto y rompe corazones por todas partes. Bueno, eso es lo que dicen, ¿no es así?
- ¿Por qué a ustedes las chicas les gusta tanto cotillear? (...) ¿Acaso cree que todo lo que cuentan sobre mí es cierto?
- Si lo que cuentan es cierto, es usted una persona muy interesante.
La muchacha sonrió, mordiéndose el labio inferior.
- Pues lo niego rotundamente -respondió él, encogiéndose de hombros-. Salvo que me gustan las chicas bonitas, que viene a ser verdad. Pero de todos modos, ¿qué edad tiene usted? No debe de hacer mucho que se ha presentado en sociedad. Fíjese, ni siquiera han debido besarla, y es...
- Pues sí me han besado -interrumpió ella, en tono infantil.
(...)
- Apuesto a que no demasiado bien -respondió Henry, arqueando una ceja.

(Henry y Diana, Latidos, Anna Godbersen)

- ¡Mi sombrero! -gritó Diana, apartándose el pelo de la cara y señalando en la dirección en que la brisa se había llevado su sombrero.
Elizabeth se levantó y vio que el sombrero daba vueltas por la hierba. Henry, que solo un momento antes parecía dispuesto a pelearse con Will, saltó del carruaje y salió tras él.
- ¡Espere, voy a buscarlo! -vociferó, quitándose su propio sombrero mientras salía disparado.
- ¡No, no vaya! -gritó Diana, y antes de que Elizabeth pudiera detenerla, saltó también a la hierba.
La joven se levantó la falda y echó a correr detrás de Henry a través de un prado salpicado de hombres con sombreros de paja que merendaban con sus novias. Resultó evidente que los hombres y mujeres que aquel día pasaban su tiempo libre en el parque encontraban divertida la visión de un Schoonmaker y una Holland corriendo detrás de un sombrero fugitivo.

(Henry y Diana, Latidos, Anna Godbersen)

- Me preguntaba si no estarías huyendo de mí -siguió él sin dejar de sonreír- al ver que pasabas a unos cien metros del campamento y seguías caminando en dirección oeste con paso decidido.
Elizabeth se volvió bruscamente, no sin antes llevarse el periódico doblado al rostro para protegerse los ojos del sol. Entonces vio con claridad, más allá del despeñadero, la pequeña cabaña improvisada de lona y madera que Will había Construido. Pese a que quedaba muy atrás, se veía muy bien.
- ¡Debes de haberla movido! -exclam´en tono acusador- ¡No estaba ahí hace veinte minutos, estoy segura!
(...)
- Te gusta que vaya detrás de ti, ¿verdad? -dijo por fin.
- Sí -respondió ella con una sonrisa.

(Will y Elizabeth, Rivales, Anna Godbersen)

- Tienes que marcharte -susurró Diana.
- Lo sé. Volveré todos los días con la esperanza de encontrarte a solas.
- Muy bien. El enrejado... -sugirió, señalando su habitación con gesto preocupado.
Henry ya conocía el enrejado que llevaba hasta el dormitorio de Diana, y en aquella ocasión el encuentro concluyó con cardenales, arañazos y el adelanto de la fecha de una boda.
- No, otra vez no -dijo sin poder evitar una sonrisa de complicidad a pesar del peligro.
Diana miró a su alrededor apretando los labios.
- Entonces, la escalera de servicio.

(Henry y Diana, Rivales, Anna Godbersen)

- ¡Creía que era una dama! -continuó él, alzando la voz hasta alcanzar un tono casi irritado.
- Yo... -balbucio Lina.
Por un momento creyó que vería a Tristan en un arrebato de ira, pero él la sorprendió tapándose la cara con las manos y echándose a reír.
- ¿Qué tiene de divertido? -preguntó ella, casi sin aliento y con el corazón desbocado.
- ¡Oh, me engañó de verdad, miss Broad, o Broud, o como se llame! Me tomó el pelo bien tomado. Enhorabuena. Tragué el anzuelo como un pardillo.
Por un instante, Lina creyó que los ojos de Tristan también estaban húmedos, aunque ignoraba si era de la risa o de tristeza. De todos modos, sonreía, y eso parecía buena señal.

(Tristan y Lina, Rivales, Anna Godbersen)

Lina asintió y continuó asintiendo hasta que él le dijo que dejase de hacerlo. Aunque se lo hubiesen preguntado mil veces, la joven no habría adivinado lo que hizo él a continuación, que fue dar un paso hacia ella e inclinar la cabeza. Lina notó contra la espalda la pared tapizada en cuero del ascensor y los labios de él contra los suyos. La piel de su cara era áspera como la arena; el pecho de ella se hinchó y tocó el de Tristan. Era su primer beso, dura y blando al mismo tiempo. Había imaginado un centenar de veces que Will la besaba, pero los besos imaginarios no eran nada en comparación con los reales. Era como si un ramo de flores se abriese a la luz.
Cuando el ascensor se detuvo con una sacudida, salió a la novena planta sin mirar atrás y con el vestido en perfecto estado.
- Prepárese, miss Broad -oyó que le decía Tristan mientras se dirigía a su habitación-. Falta poco para mi siguiente movimiento.

(Tristan y Lina, Rivales, Anna Godbersen)

- La quieres -observó Teddy en voz baja.
Henry respondió con una falta de ironía poco propia de él:
- Sí.
Teddy levantó los ojos hacia los adornos de yeso que decoraban el techo con florituras.
- Señor, nunca buscas los fácil, ¿verdad?
- No.
- Eres consciente de eso.
- Sí.
Henry hizo una pausa. hacía mucho tiempo que conocía a Teddy, pero nunca habían tenido una conversación como aquella.
- Pero tampoco nunca antes me he sentido así -añadió.
Su amigo lo observó con atención. Pasaron unos momentos, y por primera vez Henry temió oír la evaluación de su amigo.
- Pues tendrás que conseguirla.

(Henry y Teddy, Rivales, Anna Godbersen)

- ¿No te parece que ya has bebido bastante? -lo reprendió. Su sonrisa no vaciló ni un instante y sus labios se retiraron justo lo necesario para revelar la blancura y perfección de su dientes.
- He bebido mucho -replicó él muy despacio con un tono cargado de veneno... aunque también era posible que el alcohol hubiera mermado su capacidad para modular al voz-. Pero no lo suficiente como para desear pasar la noche contigo, querida mía.

(Henry y Penelope, Envidia, Anna Godbersen)

El tren se sacudió sobre las vías y el movimiento hizo que Henry perdiera el equilibrio, así que de pronto se encontraba mucho más cerca de ella. Todavía la miraba con esos ojos abrasadores y, por un breve instante, Diana tuvo la certeza de que ambos pensaban en lo mismo.

(Envidia, Anna Godbersen)

- ¿Qué pasa? -Leland le sujetó las muñecas antes de que pudiera coger la chaqueta.
- Nada, yo...
- Tu rostro acaba de revelarme innumerables historias. Algo va mal. Estás aburrida, ¿verdad? No te gusta este lugar, ¿es eso?
- ¡No! Me encanta. -Carolina se echó a reír de nuevo al pensar en lo absurdo que sonaba lo que iba a decir a continuación-. Es solo que me encuentro en un estado lamentable, y me temo que huelo fatal. Además, acabo de tragarme el pan como una bárbara porque me muero de hambre...
- Adoro a las mujeres con apetito! -Leland le sonrió y luego apoyó su nariz perfecta sobre el hombro de Carolina-. Y me gusta cómo hueles.

(Leland y Carolina, Envidia, Anna Godbersen)

Tristan le dio una propina al cochero y le dedicó a Carolina una sonrisa maliciosa mientras la ayudaba a quitarse el abrigo. Debía mencionarle en algún momento que había conocido a Leland Bouchard y que estaba enamorada de él. Sin embargo, todavía no lo había hecho cuando él le sirvió un poco de brandy aguado para que entrara en calor. Y luego le pareció demasiado tarde, aunque de cualquier forma, cuando él recorrió su ceñido vestido negro con una mirada aprobatoria, le pareció lo más natural inclinarse hacia delante, introducir los dedos en su despeinado cabello rubio y apretar sus labios contra los de él.

(Envidia, Anna Godbersen)

En ese momento, Teddy agachó la cabeza y dijo con un tono de voz muy diferente:
- Quizá cuando regrese me merezca la vida que deseo.

(Teddy, Envidia, Anna Godbersen)

- Soy tu marido. Me gustaría bailar contigo.
Ella se volvió hacia él con odio.
- Nunca has actuado como tal -le espetó.
- Buena -contestó él. La rabia le quemaba la garganta, e hizo todo lo posible para limar la aspereza de sus palabras-, nunca quise ese papel.
Ella entrecerró los ojos.
- Quizá no, pero eso fue lo que prometiste.
- Tenías tanta prisa por acorralarme hasta el altar que apenas te diste cuenta de que no pronunciaba ni la mitad de las promesas que te imaginas.
Penelope dio una palmada en la mesa.
- ¿Por qué has vuelto entonces? ¿Para humillarme? ¿O crees que soy tan tonta que no me doy cuenta de que regresaste a Nueva York el mismo día que tu Dia...?
- Basta. -Henry la interrumpió justo a tiempo. Oír pronunciar el nombre de Diana por una lengua tan viperina despertó todo su instinto protector, que se había aguzado con encono desde su encuentro en Cuba. La idea de lo que Penelope iba a decir lo enfureció, y apretó los dientes de modo que pudiera vérselos-., Baila conmigo -le ordenó.

(Henry y Penelope, Esplendor, Anna Godbersen)

- Si le quieres, marchaos. Nunca os dejarán estar juntos en esta ciudad.

(Elizabeth, Esplendor, Anna Godbersen)

Snowden, el marido de Elizabeth, el que había sabido comprar para ella un sonajero de plata de Tiffany. Dio un paso atrás para alejarse de la nota, avergonzada de sí misma. La escalera y los pasillos de alrededor se hallaban a oscuras, vacíos, y le alivió que nadie hubiera presenciado su infracción. La lección era clara: uno no andaba fisgoneando de noche, a menos que quisiera ver fantasmas.

(Elisabeth, Esplendor, Anna Godbersen)

- ¿Quieres ir a París conmigo?
Las dos manos de Henry cubrieron la suya.
- Más de lo que nunca he querido. Iría esta noche, si me dijeras que sí.
- Entonces te digo que sí. Vámonos esta noche.
Un sentido práctico mezclado con un deje de nervios asomó a la voz d Henry.
- El transatlántico de la línea Cunard zarpa los martes. Así que, en realidad, no podemos irnos hasta mañana.

(Henry y Diana, Esplendor, Anna Godbersen)

- ¿Acaso sugieres, príncipe mío, que no hemos hecho bastante ya?
Penelope se preguntó por unos instantes si de nuevo no habría ido demasiado lejos, pero entonces una sonrisa se dibujó en la comisura de los labios del europeo.
- Querida, siempre se puede hacer más.
El príncipe de Baviera mantuvo los ojos clavados en ella mientras apuraba su bebida y, cogiéndola por el brazo, posó los labios junto a su oído y le ordenó, con una voz cada vez más agradable y bronca:
- Enséñame la casa, ¿te parece bien?

(Frederick y Penelope, Esplendor, Anna Godbersen)

-¡Basta! -gimió llevándose las manos a las mejillas.
Muy despacio, Leland volvió sus azules ojos hacia la novia. Los tres protagonistas jadeaban un poco. No solo era el vestido de ella, sino también la camisa blanca de vestir de Leland lo que estaba arrugado y manchado de sangre. no se casaría esa tarde, y mucho menos cuando habían destrozado sus mejores galas. Durante unos segundos él se la quedó mirando, y luego dijo en voz muy baja:
- ¿Por qué, amor mío? -Cuando su pregunta recibió un silencio como respuesta, abandonó la dulzura, y entonces preguntó, con la voz de quien toma conciencia de repente-: ¿Qué significa es hombre para ti?

(Leland y Carolina, Esplendor, Anna Godbersen)




ANNA TODD
Desde nuestro primer encuentro, Hardin cambió mi vida de una manera que ningún curso de preparación para la universidad ni ningún grupo de lectura para jóvenes lo habría hecho. Aquellas películas que veía de adolescente pronto se convirtieron en mi vida, y sus ridículas tramas pasaron a formar parte de mi realidad. ¿Habría hecho las cosas de manera diferente de haber sabido lo que estaba por llegar? No estoy segura. Me gustaría poder dar una respuesta directa a eso, pero no puedo. A veces me siento agradecida, tan absolutamente perdida en el momento de pasión que mi juicio se nubla y lo único que veo es a él. Otras veces pienso en el sufrimiento que me causó, en el profundo dolor por la pérdida de mi antiguo yo, en el caos de esos momentos en los que me sentía como si mi mundo estuviera patas arriba, y la respuesta no es tan sencilla como lo fue en su día.
De lo único de lo que estoy segura es de que mi vida y mi corazón jamás volverán a ser los mismos, no después de que Hardin irrumpió en ellos.


(After, Anna Todd)

No sé qué tiene Hardin que me pone tan sensible, en todos los sentidos. La idea de que me utilice me angustia más de lo que debería. Lo que siento por él me tiene muy confundida. Un instante lo detesto y, al siguiente, quiero besarlo. Me hace sentir cosas que jamás pensé que sentiría, y no sólo en lo referente al sexo. Ma hace reís y llorar, gritar y chillar pero, sobre todo, hace que me sienta viva.

(After, Anna Todd)





ANNE CROSV

Adhael se retiró de pronto unos centímetros, y soltó una risita apenas audible. Después acercó sus labios hasta mi oreja y susurró:
- Alguien está celoso... muy celoso.
¡Estupendo! Todo se iba a complicar aún más. No es que no me gustase saber que robert estaba celoso, es que no me podía imaginar que alguien tan sereno, tan colmado y paciente como mi amigo, tuviera celos de un desconocido.

(Adhael, El Pacto de las Hadas, Anne Crosv)

- ¿Qué crees que estás haciendo, Apolo? -la diosa estaba furiosa, tanto como las bestias salvajes que tenía a sus espaldas.
- Equilibrar la balanza, hermana. Pensabas que tiraría la toalla sin luchar? -Apolo estaba desafiante, pero en sus labios seguía habiendo un tono divertido, como el de un niño retando a su madre a jugar.
(...)
- ¡Con que esas tenemos! Debes de estar muy aburrido, hermano. ¿No tienes ninguna mujer a la que rondar?

(Apolo y Artemis, El Pacto de las Hadas, Anne Crosv)

- ¡Oh, vamos! ¿Puedes hacerte una idea de cuánto tiempo llevo esperando algo de acción para divertirme un poco? -Balthazar me miraba divertido, pero al mismo tiempo con un gesto solemnte que definía con total exactitud cuáles eran sus sentimientos en aquellos momentos.
- ¿Y tienes que divertirte a mi costa? ¿Por qué no te compras un bosque y te pierdes en él? Seguro que te lo pasas igual de bien. -Ni un músculo de mi cara se movía. Todo aquello me estaba afectando demasiado y mis gestos y palabras ya no podían ser más serios.

(Nailah y Balthazar, El Pacto de las Hadas, Anne Crosv)




ANNE ICART

No resulta muy divertido ser la hermana pequeña de un hermano discapacitado. Tengo la impresión de que debo acarrear montones de cosas muy pesadas, además de tus alas hechas trizas. De que Mamá te protege más que a mí, y es normal. De que Papá quiere que sea brillante, y es normal. De que debo comprenderlo todo, y es normal. De que debo aceptarlo todo, y es normal. De que no tengo derecho a equivocarme. Porque soy normal.
Normal. Normal. Normal. Discapacitado.
Nadie sabe hasta que punto estoy atada a ti. Ni siquiera yo.

(Anne, Las Risas de mi Hermano, Anne Icart)





APRILYNNE PIKE

- Porque soy un duende de invierno. -Jamison avanzó lentamente por el camino de tierra mientras parecía reflexionar sobre cada palabra que salía de su boca-. Nuestros dones son de lo menos frecuentes entre las hadas, y por eso nos honran. Sólo nosotros podemos abrir las puertas, y por eso nos protegen. Además, el propio Ávalon es vulnerable a nuestro poder, de modo que nunca debemos correr peligro ante un enemigo. Un gran poder...
- ¿Conlleva un gran responsabilidad? -Laurel terminó la frase por él.
Jamison se volvió hacia ella sonriendo.
- ¿Quién te lo ha enseñado?
Laurel hizo una pausa, un tanto confundida.
- ¿Spiderman? -propuso, sin demasiada convicción.

(Jamison y Laurel, Hechizos, Aprilynne Pike)

- ¿Eres libre? -le preguntó Laurel.
- Sí.
- ¿Del todo?
- Tan libre como quiero ser -respondió él, un poco ofendido.
- ¿Eres libre para caminar a mi lado?
Él no dijo nada.
- ¿Eres libre para ser algo más que un amigo para mí? Si -recalcó la palabra- alguna vez decidiera venir a vivir a Ávalon y quisiera estar contigo, ¿serías lo suficientemente libre como para poder elegir estar conmigo?
Él apartó la mirada, y Laurel supo que llevaba tiempo evitando esa conversación.
- ¿Y? -insistió ella.
- Si tú quisieras -dijo él al final.
- ¿Si yo quisiera?
Él asintió.
- Yo no tengo permiso para pedírtelo. Tendrías que hacerlo tú.
Laurel contuvo la respiración y Tamani la miró.
- ¿Por qué crees que me molesta tanto David?
Ella deslizó la mirada hacia su regazo.
- No puedo presentarme aquí y declarar mis intenciones. No puedo secuestrarte. Sólo puedo esperar y desear que, algún día, me lo pidas -dijo Tamani.
- ¿Y si no lo hago? -preguntó Laurel susurrando.
- Entonces, supongo que esperaré eternamente.

(Tamani y Laurel, Hechizos, Aprilynne Pike)

- Gracias -le dijo-. En serio, estoy muerta de sed y exhausta.
- Tu caballero de la armadura brillante vuelve a salvarte -respondió David.
Ella se acercó el vaso a la boca e hizo una mueca.
- ¡Qué asco! Le han echado alcohol.
- ¿En serio? ¿Qué es esto, una serie de televisión de los cincuenta?
- Va en serio. (...)
- Bueno, supongo que tendré que cumplir mi deber de novio y beberme los dos -dijo él, quitándole el vaso.
- ¡David!
- ¿Qué? -Preguntó él, después de un buen trago.
Laurel puso los ojos en balnco.
- Conduciré yo.
- Vale -respondió él, después de otro trago-. Eso significa que puedo ir a por más.

(David y Laurel, Hechizos, Aprilynne Pike)

—Tiene un iPhone —dijo Laurel a David—. Mi duende centinela, que normalmente vive sin agua corriente, tiene un iPhone. Es genial. Todo el mundo tiene móvil excepto yo. Fantástico. —Sus padres seguían insistiendo en que los móviles eran para los adultos y los estudiantes universitarios. Se habían quedado atrapados en el pasado.
—Es esencial para la comunicación —replicó Tamani a la defensiva—. Debo admitir que los humanos van mucho más avanzados en términos de comunicación. Con esto, podemos mandar mensajes de forma instantánea. ¡Unos cuantos botones y puedo hablar con Shar! Es fantástico.
Laurel puso los ojos en blanco.
—Ya sé lo que puedes hacer con este aparato. —Hizo una pausa y, de repente, puso cara de pena—. ¿Shar también tiene uno?

(Tamani y Laurel, Ilusiones, Aprilynne Pike)

—¿Me estás diciendo que rompa con David? —Sólo pensarlo le daba miedo.
—No. En realidad, no. David me cae bien. Pero no conozco a Tamani, y es algo que creo que deberías arreglar. —Hizo una pausa y agarró a Laurel de la mano—. Sólo te digo que no deberías estar con David por los motivos equivocados, por nobles que sean. No le debes a nadie ser su novia. Es una elecciçon que decides renovar cada día.
laurel asintió muy despacio y luego hizo una pausa.
—Le quiero, mamá.
—Ya lo sé. Pero hay muchas formas distintas de amor.

(Sarah y Laurel, Ilusiones, Aprilynne Pike)




ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

—Quisiera ver una puesta de sol... Hazme el gusto... Ordena al Sol que se ponga...
—Si ordeno a un general que vuele de flor en flor como una mariposa, o que escriba una tragedia, o que se transforme en ave marina, y si el general no ejecuta la orden recibida, ¿quién, él o yo, estaría en falta?
—Vos —dijo firmemente el principito.
—Exacto. Hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer —replicó el rey. La autoridad reposa, en primer término, sobre la razón. Si ordenas a tu pueblo que vaya a arrojarse al mar, hará una revolución. Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables.

(El principito y rey, El Principito, Antoine de Saint-Exupéry)

—Te juzgarás a ti mismo —le respondió el rey—. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.

(El rey, El Principito, Antoine de Saint-Exupéry)

El principito tenía sobre las cosas serias ideas muy diferentes de las ideas de las personas mayores.
—Yo —dijo aún— poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino todas las semanas. Pues deshollino también el que está extinguido. No se sabe nunca. Es útil para mis volcanes y es útil para mi flor que yo los posea. Pero tú no eres útil a las estrellas...
El hombre de negocios abrió la boca pero no encontró respuesta y el principito se fue.

(El principito, El Principito, Antoine de Saint-Exupéry)

—No —dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa «domesticar»?
—Es una cosa demasiado olvidada —dijo el zorro—. Significa «crear lazos».
—¿Crear lazos?
—Sí —dijo el zorro—. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...

(El principito y el zorro, El Principito, Antoine de Saint-Exupéry)

—Ve y mira nuevamente a las rosas. Comprenderás que la tuya es la única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto.
El principito se fue a ver nuevamente a las rosas:
—No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún —les dijo—. Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie: Sois como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Y las rosas se sintieron bien molestas.
—Sois bellas, pero estáis vacías —les dijo todavía—. No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aun, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.

(El principito y el zorro, El Principito, Antoine de Saint-Exupéry)

Lo esencial es invisible a los ojos.

(El zorro, El Principito, Antoine de Saint-Exupéry)

—Las gentes tienen estrellas que no son las mismas. Para unos, los que viajan, las estrellas son guías. Para otros, no son más que lucecitas. Para otros, que son sabios, son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero todas esas estrellas no hablan. Tú tendrás estrellas como nadie las ha tenido.

(El principito, El Principito, Antoine de Saint-Exupéry)




ANTONIA ROMERO

─Es agotador resistirse a lo inevitable.
Andrew Sonrió.
─A veces no hay más remedio.

(Andrew y Ada, Los Diletantes, Antonia Romero)

─Le miré irritada.
─Siempre va a ser así, ¿verdad? Tú decidirás sobre mi destino.
─Es mi misión, Ada.
─¿Era necesario que me enamorase de ti?
─Para entrar en tu mente, necesitaba una llave. Debías ser mía.
Me mordí el labio tratando de no mostrar el dolor que me causaba su traición. Se acercó a m´y me cogió la mano poniéndola en su pecho.
─Pero no contaba con ser tuyo, Ada ─se inclinó y me besó.

(Andrew y Ada, Los Diletantes, Antonia Romero)

─¿Nos sentamos como dos buenos amigos? ─preguntó n medio de la sala.
─¿No podrías dejar esa pose cínica al menos un ratito? Es un poco cansado aguantarte ─dije.
─¿Es por lo de sentarse o por lo de buenos amigos? ─otra vez esa sonrisa.

(Verner y Ada, Los Diletantes, Antonia Romero)





ANTONIO MARTÍN MORALES

─No creo que encierre nada extraño. […] ¿No sería lógico que, si tuviese algún valor, Remo la protegiese más?
─Desconfía de actos vulgares, de las coStumbres más mundanas y de los tesoros que no ostenten belleza. Desconfía cuando un hombre le quite valor a una cosa pero tras las dudas acabe en sus alforjas.

(La Caza del Nigromante, Antonio Martín Morales)

─Los dioses no envían a gente como yo… No razonéis algo que jamás podríais comprender.

(La Caza del Nigromante, Antonio Martín Morales)





ATHALIA'S

- ¿No vas a besarme?
- ¿Quieres que te bese...?
- Lo estoy deseando.

(Lazos de Sangre, Athalia's)

- ¿Quieres... mi sangre?
Se ruborizó y miró a otro lado. Era casi un sí.
- ¿La quieres? -Insistí.
- Me gusta el olor que desprendes.
- William, quiero que me lo digas. ¿Sí o no?
Volvió a mirarme con timidez.
- Sí...
- Bien.
Alargué las manos y tomé su cintura para atraerlo hacia mí. Luego le tomé la nuca y lo insté a inclinar la cabeza hacia mi cuello.
- Entonces tómala. -dije.
Suspiró contra mi piel.
- No he usado mis colmillos desde que soy vampiro...
- Es una buena forma de empezar.
- No quiero hacerte daño.
- Yo sí quiero que me lo hagas.
William entreabrió los labios y rozó mi cuello, volviendo a pasar la punta de su lengua.
- Está bien... -dijo, y noté la vibración de su voz contra mi piel.

(Lazos de Sangre, Athalia's)





AVI

─¡Extra! ¡Extra! Leánlo todo sobre el crimen del hotel Waldorf […].
Pero no todo aparece en los periódicos, ¿verdad? A ver, el único que sabe lo que sucedió realmente en el Waldorf es… Maks.
Seguro que te estarás preguntando, ¿cómo puede este chico, el noticiero, saberlo?
Te lo contaré.

(Ciudad de Huérfanos, Avi)

─Todas las estatuas que representan la justicia muestran a una mujer virtuosa con los ojos vendados. ¿Sabes por qué?
─No sé de qué me está hablando.
─Para que no pueda ver cómo funciona realmente la ley en este país ─exclama Donk─. Sin dinero no hay justicia.

(Ciudad de Huérfanos, Avi)

─Este reloj ─le dice a Willa cuando vuelve a echarse─ fue un regalo que les hicieron a mis padres cuando se casaron. Papá le da cuerda cada noche. Debe de estar tan preocupado que lo ha olvidado. A mamá le encanta, pero cree que, si se para, morirá alguien de la familia.
─¿Tú lo crees?
─No lo sé. Es difícil no creer lo que creen tus padres.

(Ciudad de Huérfanos, Avi)





AYUNA FUJISAKI

El majestuoso e imponente edificio de los dormitorios Luna se elevaba ante ella. inmutable tras sus pesadas rejas. Iluminando a pesar de la hora tardía, se recortaba contra el cielo nocturno como el castillo encantado de un baile de cuento de hadas. Fûka dejó todas sus dudas a un lado y se deslizó de nuevo en aquel sueño hecho realidad.

(El Caballero Vampiro, Ayuna Fujisaki)

- Escucha. Cuando sales de caza, solo tienes dos opciones: o matas al vampiro y te vuelves a dormir a casa tan tranquilamente y misión cumplida, o él te mata a ti y duermes para la eternidad. Tú eliges, yo ya he elegido la mía.

(Kaito, El Caballero Vampiro, Ayuna Fujisaki)





AZUL PLATA

─Aquel anciano, a quien diste lo único que tenías, diciéndole además, que él necesitaba la manzana más que tú, dándosela sin cruzar ni una mirada, estando lo débil que estabas, era yo. Sabía, pues te vi en el mercado recitando unos poemas, que no te quedaba nada más. Conmoviste mi espíritu y corazón, por la grandeza que demostraste al darlo todo, quedándote sin nada para ayudar a un desconocido.

(Cenicienta y el Trovador, Azul Plata)

3 comentarios:

~Lectora Voraz~ dijo...

Ains... Qué bonitas. Tengo ganas de leer este libro ^^

Besotes!!

Camila dijo...

tengo completamente pendiente esta saga. La verdad es que la he visto en tantos blogs que he creado anticuerpos XD, veré si la tomo cuando pase un poco la fiebre por ella.

Un beso!

Saru dijo...

Me encantan! >_<