sábado, 18 de febrero de 2012

O

OLGA SALAR

- Es la verdad. Lo que sea que crees que viste, no es lo que pasó en realidad. Ella me besó a mí. Es muy poco caballeroso reconocerlo, pero así fue -dijo apretándola más contra sí.
- Nada caballeroso a decir verdad. No es propio de ti -comentó con cierto sarcasmo.
- Olvidaré la primera frase y me tomaré la segunda parte de la misma como un cumplido.
La joven arqueó una ceja.

(Matthew y Sarah, Femenimo Singular: El Corazón de una Dama, Olga Salar)

- ¿Qué crees que has visto, hermano? -preguntó a la defensiva.
Me quedé callado un momento mientras contemplaba su estado, su cabello revuelto y su ropa arrugada.
- ¿Qué crees que he visto, hermana? -le respondí buscando provocarla.

(Fausto e Isabella, Melodía Inmortal, Olga Salar)

El miércoles me encontré con una nota en la taquilla. (...) La abrí más intrigada que sorprendida y me encontré con unas líneas garabateadas en una letra pulcra inclinada hacia la derecha.

<<Solicito vuelva a abrirse mi caso y se me permita alegar enajenación mental transitoria como defensa.
¿No podemos ser amigos?
Oliver>>

Me reí ante la ocurrencia, estaba tan concentrada en sus palabras que me sobresaltó escuchar una voz a mi espalda.
- ¿Eso es un sí?

(Oliver y Danielle, Melodía Inmortal, Olga Salar)

- Danielle -susurró Oliver cerca de mi oído-, ¿qué me has hecho?

(Oliver, Melodía Inmortal, Olga Salar)

Adrien Boissieu me acogió en su vida, me dio un nuevo nombre y me enseñó que no era necesario trabajar duro para comer. Mi maestro se convirtió en todo lo que siempre había necesitado, bajo su tutela aprendí a robar y a mentir con soltura, pero sobre todo me enseñó a actuar como un caballero, a sonreír de cien formas distintas, una para cada ocasión: <<una sonrisa en el momento adecuado abre muchas puertas>>, decía instruyéndome.
Mi salvador era francés hasta la médula. Su ropa siempre tenía el corte perfecto, impecable y elegante; su cabello dorado y sus grandes ojos grises hacían el resto. Nadie podía resistirse a su encanto, y por supuesto yo tampoco pude.


(Mefisto, Romance Inmortal, Olga Salar)

- El castigo por su impertinencia será la muerte o la pérdida de la lengua descarriada, para que no pueda volver a ofender a nadie. Tú decides. Si decides que muera lo hará en mis manos, si prefieres que le cortemos la lengua serás tú el encargado de hacerlo.
Miré atónito a mi maestro, fuera cual fuera mi decisión todo el peso recaería sobre mi conciencia, o una muerte o una tortura. La elección no fue tan difícil como había supuesto.
En el momento de la verdad mis remordimientos desaparecieron. Fue así como comprendí a los once años que me habían enseñado bien.
Elegí la tortura, simplemente por el placer de ejecutarla, y mi brazo no tembló cuando lo hice.


(Mefisto, Romance Inmortal, Olga Salar)





OLIVIA ARDEY

- Guardase su lástima, ¿o espera ganar puntos ante la dirección haciéndole un favor a un pobre ciego?
- Ya está bien -le espetó perdiendo la paciencia-. Esta claro que es ciego, pero pobre salta a la vista que no. La culpa es mía por meterme en una habitación para ricos. Le aseguro que no volverá a verme por aquí.
- Eso es evidente. Su comentario es tan tonto como inoportuno -dijo con una sonrisa sarcástica.

(Phillip y Stella, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- Te aconsejo que no vuelvas a sugerir algo tan sucio -le advirtió con un tono tan bajo como amenazador-. Y ahora mueve el culo y ponte a trabajar.
- ¿Quién te crees que eres para hablarme de ese modo? -los ojos de Laura refulgían.
- Tu jefe -avisó, abalanzándose sobre su cara con gesto retador-. Y basta de juegos, ahora estás en mi terreno. Comete una estupidez más y te pongo de patitas en la calle. Se acabaron tus reglas, aquí las pongo yo.

(Kenneth y Laura, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- ¿Qué ha pasado? ¿Te has peleado con tu novio y te ha echado de casa? -inquirió con los ojos centelleantes.
- No estoy prometida, entérate -recalcó con vehemencia, retornando al tuteo-. Ni ahora ni cuando te conocí.
- ¿Y el tipo del perro feo?
- ¡Deja de meterte con mi perro!

(Kenneth y Laura, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- Deja de juzgarme -advirtió él.
- Y tú deja de jugar a leerme la mente. No me conoces de nada.
Kenneth entornó los ojos e inclinó la cabeza hasta rozarle la sien con la nariz, para que sólo lo oyera ella.
- ¿Eso crees? Mis manos conocen partes de ti que ni tú misma sabías que tenías.
Se quedó muda y con la boca abierta. Y para mayor bochorno, roja hasta las orejas; en su vida se había sonrojado ni tanto ni tan rápido. Kenneth le dedicó una sonrisa perversa antes de cruzar hacia el vehículo.

(Kenneth y Laura, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- Lección número uno -enunció muy paciente-, con el bastón ya lo había visto. -A Stella le chocó la naturalidad con que utilizaba el verbo <<ver>>-. Pero siempre se agradece el detalle, porque si voy hablando a lo mejor puedo pasarlo por alto. En todo caso, debes decirme <<sube>> o <<baja>> para indicarme la dirección de las escaleras.
- ¿Por qué?
Phillip sonrió, la curiosidad de su voz le decía que su interés por aprender era sincero.
- Un día haz la prueba, cierra los ojos e intenta subir un escalón de bajada. Comprobarás lo desagradable que resulta.

(Phillip y Stella, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- Me acabas de raptar -murmuró-. Ha sido el momento más romántico de mi vida.

(Laura, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- No le riñas -dijo doña Lucía en su defensa-. Se acaba de convertir en nuestro nuevo embajador.
- ¡Oh! -sonrió sin humor-. En ese caso, ¿Su excelencia puede volver a la cocina a pelar patatas?
No le hizo falta insistir porque el recién nombrado embajador obedeció sin rechistar.

(Greystone y doña Lucía, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- ¡Joder, qué bueno! -soltó por fin. Ella creyó explotar de dicha.
- ¡Kenny! -exclamaron las mujeres.
- ¿Kenny? -preguntaron a coro Laura y Satur, que en ese momento pasaba por la puerta cargando con un canasto lleno de patatas.
Él les lanzó a uno y a otra una mirada que auguraba ríos de sangre como alguien menor de setenta años osara pronunciar ese diminutivo. Satur y sus patatas volaron hacia la cocina.

(Kenneth, Satur, Laura, doña Lucía, Flora y Ofelia, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- Está bien -frunció el ceño y sacudió los hombros-. ¿Vendrás conmigo?
- ¿Tú quieres que vaya?
- ¿Tú quieres venir?
- Yo quiero ir.
- Pues yo quiero que vengas -farfulló-. ¿Satisfechas?
Las gemelas, que habían seguido la conversación como si se tratara de un partido de tenis, aplaudieron alborozadas.

(Kenneth y Laura, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- Aún no entiendo cómo lograste atrapar a esta belleza -dijo Kenneth admirando a Stella.
- En realidad -intervino ella-, todo empezó el día que me tropecé en el hospital con el paciente más irritante del mundo y decidí que tenía que ser sólo para mí.
- Eh, yo no lo recuerdo así -contradijo Phillip -. Era yo quien estaba a las puertas de a muerte -la exageración suscitó risas-, cuando me vi atacado sin piedad por una bruja sabelotodo.

(Kenneth, Phillip y Stella, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- Dígame, inspector -tanteó Phillip -, ¿esa ley considera ilícita la tenencia de botellas vacías?
- Tendría que leerla punto por punto.
- La ley no dice nada al respecto -informó cariacontecido el otro, que hasta el momento se había mantenido al margen.
- En ese caso...
Con soberbia elegancia, Phillip empinó la botella y se bebió el Marsala trago a trago hasta que no quedó ni una gota.

(Phillip e inspectores, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- Abuelo, en los negocios cabeza y corazón deben trabajar unidos, pero la razón manda y los sentimientos obedecen, no al revés. Eso es algo que aprendí de papá. Él convirtió el hotel en lo que es hoy en día. Tú en cambio siempre has dirigido la empresa con el corazón y eso es algo muy poco práctico.
- No me irás a dar lecciones a estas alturas, ¿verdad?
- Nunca es tarde para aprender.

(Phillip y don Roberto, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- El amor propio masculino es más frágil de lo que imaginas. Piensa en ello en los próximos días -aconsejó besándola en la frente-; si no eres capaz de perdonar, tal vez lo que sientes por él es sólo algo pasajero.
- Y él, ¿volverá a confiar en mí? Le oculté demasiadas cosas -reconoció- y odia la falsedad.
- Si te ama, lo hará. Dale tiempo.

(Marcus y Laura, Delicias y Secretos en Manhattan, Olivia Ardey)

- ¿Crisantemos? ¡La madre que te parió!
- ¿Qué pasa? ¡Qué he hecho mal? -pregunta con el ceño fruncido.
- ¿Es que no sabes que estas son las flores que la gente les lleva a los muertos?
- Las he visto y me han parecido bonitas -se excusa encogiendo los hombros.

(Paco y Ángela, Femenino Singular: Ángela Dulce y Sexy, Olivia Ardey)

—Apunta una técnica al entrenador por enterado y a la rubia de bote por tocapelotas.
—Eso, tú sigue haciendo amigos —farfulló Belisa con una mirada fúrica—. Si continúas cargando de faltas a los nuestros, el próximo sábado a ti y a mí nos recibirán a pedradas.
Jaime apoyó ambas manos sobre el pupitre y se inclinó sobre ella con una mirada centelleante, lo único que le faltaba era escuchar sus quejas.
—¿Eso significa que vendrás el sábado que viene? —preguntó furioso a un centímetro de su cara.
—Puede que sí —respondió con los dientes apretados.
Durante diez segundos permanecieron frente a frente como dos perros de presa a punto de enzarzarse a dentelladas; los dos respiraban muy rápido y sus narices casi se rozaban.

(Jaime y Belisa, Tú de Menta, Yo de Fresa, Olivia Ardey)

—Cierra los ojos —él la miró sin parpadear antes de obedecer. Ella le tomó la cara entre las manos y lo besó con ternura—. Necesitaba hacerlo —confesó bajando la voz.
—No los cierres, Belisa —dijo acercándola más a él—. Porque cuando me miras así me haces sentir el hombre más importante del mundo.

(Jaime y Belisa, Tú de Menta, Yo de Fresa, Olivia Ardey)

—Vamos a hablar claro —dijo por fin, pero lo pensó mejor y la volvió a besar—. Te he visto fatal y he tratado de comportarme como el amiguito gay en el que las chicas confían, a ver si así conseguía averiguar qué es lo que te pasa.
—Pues como gay no das el pego.
—Me alegra saberlo —la besó con avidez y esta vez Belisa respondió con la
misma entrega—. Tampoco quiero que pienses que he venido con intención de pegar un
polvo.
—No sé como tomarme eso —advirtió bastante ofendida.
—He entrado por la puerta con intención de pegar tres como mínimo —la matización consiguió por fin hacerla reír—. Pero en este momento tú y yo no necesitamos lo mismo, así que nos limitaremos a dormir y callar como los ratones del cuento.

(Jaime y Belisa, Tú de Menta, Yo de Fresa, Olivia Ardey)

—Gracias por no intentar nada esta noche —murmuró mirándolo a los ojos.
—Me merezco una medalla —masticó entre dientes—. Pero después de lo que me acabas de decir, no se me ocurriría ni sugerirlo —pudo notar cierta inseguridad en los ojos de Belisa—. Porque imagino que por esa cabeza tuya cruzaría la idea de que mi intención era demostrarte algo con una especie de polvo terapéutico. Y de eso nada. El día que eso pase, y estate segura de que pasará, no esperes de mí sexo por compasión ni con intenciones de cura psicológica. Soy mucho más primitivo.

(Jaime y Belisa, Tú de Menta, Yo de Fresa, Olivia Ardey)

Pero los pasos sigilosos se tornaron una carrera desenfrenada.
—¡Mamaaaaaaa! ¡Hay un hombre desnudo!
—Joder —masculló parapetándose tras la puerta.
De una patada lanzó la caja de condones bajo la cama y miró por todas partes en
busca de su ropa.
—Yo ya dije lo del pijama —le llegó desde la cocina la advertencia de Boro.
Le tranquilizó oír la voz serena de Cristina restando importancia al asunto.
—Sólo le hemos visto el culo —puntualizó una vocecilla sabionda.
—Qué bien, sólo el culo —el tono de Boro no sonaba nada entusiasta.
En ese momento apareció Belisa en pleno ataque de risa y cerró la puerta tras ella; Jaime la fulminó con la mirada, pero ella aún rió con más ganas.

(Tú de Menta, Yo de Fresa, Olivia Ardey)

—Quiero oírlo —él guardó silencio—. Son sólo dos palabras.
—Estoy acojonado.
—No me refería a esas dos —sonrió con malicia.

(Jaime y Belisa, Tú de Menta, Yo de Fresa, Olivia Ardey)


11 comentarios:

Ángel oscuro dijo...

Ainsss como me encantó este libro!!! hay citas que son una maravilla!!!!

Espero que te haya gustado mucho el libro corazón ^^

Un besoteee :D

María O.D. dijo...

¡¡muchas gracias por las citas,son geniales! *-* ¡magnifica elección! ¡saludos!

Dranda dijo...

Tengo ganas de leer este libro, he leído reseñas que lo ponen de maravilla.

un saludo :)

Olivia Ardey dijo...

¡Huy, qué alegría me acabo de llevar! Menudo homenaje le has hecho a DELICIAS... Creía que mi cita preferida era la cuarta pero, viéndolas así no sabría con cual quedarme. Un millón de gracias, CR.

Bubbles dijo...

Guauu, tengo unas ganas tremendas de leerlo *.* Un saludito

Alicia Tinte dijo...

Joo joo jooo!! Estoy impaciente por recibirlo y devorarlo!! Seguro que me va a encantar! ^^

Иαττ ‏ dijo...

Quiero leerlo *_* No me deis más ganas ^^

~Lectora Voraz~ dijo...

Cuántas citas, que entrada tan completita. Me pica la curiosiad por este libro... No pinta nada mal ^^

Besotes, guapa!

Astarielle dijo...

Cmo molan las citas!! M encantan:P

Laura dijo...

¡¡Me han entrado ganas de leer el libro solo con ver esas citas!! :O

¡Besitos! ^-^

Aydel dijo...

No he leído el libro, pero me han entrado ganas xD
Besotes!