Título: Más Allá de estas Tierras (2011 y en proceso).
Autor: Dany Nphenix.
Género: Fantasía.
Núm. Páginas: 7 disponibles (total 170 aprox.).
Tipo: Primer capítulo.
Descarga: Aquí.
Web Autor: Nihon Phenix.
Una princesa desterrada por su padre. Un amor que trasciende las fronteras de dos países en guerra. Dos personas marcadas por un destino que los guiará. Desde su nacimiento, sus responsabilidades fueron señaladas y de ellas no podrán escapar. ¿Qué camino tomar cuando las decisiones a elegir son tan complicadas y hay obstáculos que se les interponen? Un amor épico se levantará destinado a traspasar un conflicto, el tiempo y el espacio.
Capítulo 1
Escapando sin rumbo
Mientras la luz de la luna se filtraba por los árboles, reflejándose en el río y dándole una especie de paz hipnotizante al ambiente, Shazadi detuvo su caballo en la rivera del río, el cual pasaba por el bosque. De su cansancio supuso que aquel animal que la acompañaba estaba igual de exhausto, por lo que decidió que era mejor detenerse para recuperar fuerzas. Ya ni sabía cuánto había estado cabalgando por el bosque, sólo pudo deducir que habían sido unas cuantas horas. Pero era mejor así, puesto que sus perseguidores ya no la seguían, la habían perdido. Por esa razón, pensó que por esa noche podía quedarse en ese lugar, hasta que amaneciera y su camino debiera seguir. Estaba tan exhausta que ni siquiera tenía ganas de hacerse algo para comer. Por suerte, llevaba consigo una última manzana y unos frutos secos, los cuales devoró al instante. Luego, dio unos pasos hacia el río, donde se encontraba su caballo, y se detuvo a tomar unos largos tragos de agua, mientras el viento mecía sus cabellos suavemente. Además, llenó la cantimplora con todo el líquido que cabía dentro.
Como estaba muy sucia y dolida por el viaje decidió que darse un baño en el río la relajaría, así que, lentamente, se desvistió y se introdujo en el agua. Empezó a temblar por lo fría que estaba el agua, además de que el frío del viento penetraba en cada poro de su cuerpo desnudo. Por esa razón, se puso a nadar despacio, dejando que el agua fluyera por su cuerpo, limpiándola y relajándola. Más tarde, cuando hubo terminado, salió del agua y se puso una camisa limpia que llevaba de repuesto. Lamentablemente, la pollera que usaba no la pudo cambiar y debió ponérsela nuevamente. El agua le dio nuevas fuerzas pero, igualmente, su cuerpo estaba tan dolido que lo único que pudo hacer fue llevar al animal detrás de unos árboles que los protegían y quedarse dormida de inmediato sobre las hierbas.
La luz del Sol y el canto de los pájaros la despertaron. Se dio cuenta, por la forma en que el brillo se filtraba por los árboles, de que era temprano. Le hizo unas caricias a Misha, la yegua de color negro con algunas marcas blancas, que dormía a su lado, y la despertó. Misha se levantó despacio, haciendo algunos suaves relinchos en protesta y Shazadi se montó en su lomo, diciéndole palabras suaves al oído. Aunque el estómago le crujía, partió de inmediato. Debía seguir sin parar, aunque no tuviera a donde ir. En lo único que pensaba era en que debía escapar deteniéndose lo mínimo posible, puesto que aquellos hombres seguirían buscándola. Lo mejor que podía hacer era encontrar el pueblo más cercano y buscar a alguna persona que estuviera dispuesta a ayudarla. Por esa razón, cabalgaba lo más rápido que el terreno se lo permitía, rezando para que sus perseguidores no la hallaran.
Siguió un largo trecho por el bosque, hasta que salió de él y una extensa llanura se desplegaba a la vista. Allí tendría que tener cuidado, puesto que era un terreno al descubierto, pero al ser llano pudo aumentar la velocidad del galope de Misha. A pesar de que su estómago le dolía y su cuerpo estaba cansado, su voluntad de seguir andando no flaqueó, porque de ello dependía su vida.
Largo rato galopó por la planicie a una velocidad sorprendente, mientras el viento frío de la mañana le golpeaba la cara y la luz del Sol la iluminaba fuertemente, dándole una dulce calidez. Al mismo tiempo, su respiración era rápida y agitada. Pero la voluntad de la muchacha era tan fuerte que ni siquiera pensó en detenerse, hasta que a lo lejos divisó un pequeño poblado. Supuso que eran campesinos que vivían tranquilamente y que subsistían gracias a la ganadería y a la agricultura. Por lo tanto, creyó que allí habría alguien dispuesto a darle asilo. Fue deteniendo su impulso de cabalgar, para que nadie sospechara de ella, hasta que a los pocos minutos llegó a la aldea.
Shazadi advirtió que el poblado estaba compuesto de unas pocas casas, todas de madera y de un tamaño pequeño, y una posada, también de madera pero más grande, por lo que dedujo que debía servir también de albergue. Al acercarse a la posada, detuvo a la yegua y desmontó. Notó que debía contar con unos cuatro pisos. Ató a Misha a un costado de la entrada y se internó dentro. Parece que llevar una capa encima que la tapara bastante, excepto la cara, hizo que nadie se fijará mucho en ella. Por suerte, llevaba algo de dinero encima, por lo que pudo pedir algo para comer y para beber, una habitación para pasar la noche y un establo para su caballo. Mientras ella permanecía en el lugar, alguien había ido a conducir el animal y a cuidárselo. Sólo se quedaría una noche allí.
Antes de que pudiera pararse para ir hacia su alcoba, oyó la voz de un hombre a su lado:
—Quisiera saber qué hace por aquí una dama tan hermosa, que no parece una forastera. —Los ojos de Shazadi contemplaron atentamente al hombre que se había sentado a su lado, mientras los latidos de su corazón aumentaban y el nerviosismo empezaba a penetrarla.
Era un hombre joven, debía tener algunos años más que ella. Pero su voz grave y sus facciones acentuadas lo hacían parecer un poco más grande de lo que debía ser. Sus ojos oscuros, profundos y oscuros como el café, estaban marcados por unas cejas tupidas. Su rostro serio pero fuerte, con alguna que otra cicatriz, se veía acentuado por su cabello negro y despeinado, lo que daba un toque de alguien a quien temer, aunque le quedaba bien. Su cuerpo estaba bien formado y se notaba que había sido trabajado bastante, sobre todo el pecho, los brazos y los muslos. Llevaba una camisa blanca, un pantalón marrón, que no se ajustaba mucho al cuerpo, y unas botas negras. Una capa cubría sus ropas. Del cinturón marrón que sostenía al pantalón colgaba una espada plateada con una hoja ancha, que parecía estar muy afilada. En fin, era un hombre atractivo pero que imponía respeto y un poco de temor. Esto le enseñó a la joven que debía ser precavida con lo que de su boca saliera.
—Sólo quise venir a conocer estos lares. La verdad es que es muy poco lo que conozco del mundo y quería saber qué había más allá de mi casa. Hace tiempo que estoy viajando y he conocido cosas maravillosas. —Mintió un poco, puesto que en verdad, además de escapar, quería conocer algunos otros lugares de su mundo, que hasta ese momento había sido pequeño, en comparación con lo que el verdadero mundo era. Sólo que tuvo que escapar para poder hacerlo, aunque la habían obligado.
—¿De verdad? ¿Acaso sus padres la dejan ir a cualquier lugar que desee? ¿No es extraño que una muchacha se encuentre sola y que sus padres se lo hayan permitido? —La voz del hombre sonaba fría y distante, como si supiera algo y estuviera averiguando más sobre ella. Para no llamar su atención, Shazadi tomó un largo sorbo de agua, que le permitió tranquilizarse y pensar un poco en lo que le respondería, ya que no decir nada sería dar su consentimiento y eso la llevaría a la perdición. Nadie podía saber de su huida, ni tampoco quién era ella en verdad. Si alguien se daba cuenta, su vida correría peligro.
—Mis padres confían mucho en mí. —Estaba mintiendo, pero no le quedaba otra. Aunque estaba nerviosa, sus palabras salieron indiferentes, como si de verdad fuera así. -Me han dejado indagar lo que hay fuera porque dicen que es bueno para mi educación conocer otras costumbres. Además, en realidad, estoy yendo a pasar una larga temporada a la casa de mi tía. Como estaba de paso y un poco exhausta de tanto viajar, decidí quedarme en esta posada.
Nada era cierto. Sí tenía una tía, pero vivía muy lejos de allí y apenas sabían de su existencia la una de la otra, nunca se habían importado realmente. En realidad, no tenía a donde ir y escapar era lo único que podía hacer por el momento. Esa noche elegiría qué camino tomaría.
—Me pregunto si de verdad será así. Me resulta muy extraño que una dama como usted viaje sola. Usted es la clase de mujer que no iría sola en una travesía. Pero si usted me dice que es así, lo mejor es creerle, ¿no? —Ese señor sin duda la estaba probando. Estaba esperando que revelara su verdadera identidad para denunciarla, para llevarla de regreso a aquel lugar que alguna vez había llamado hogar.
—Así es. —Respondió mecánicamente. —Si me permite, me retiro. Estoy exhausta y debo recuperar fuerzas para continuar mañana con mi travesía. —Hizo una leve reverencia y una sonrisa y se retiró lentamente. Justo antes de que pudiera alejarse demasiado escuchó la voz de aquel hombre misterioso que le daba mala espina, que le decía alzando la voz:
—Como usted diga. Si necesita alguien que la acompañe en su viaje, no dude en avisarme. Soy un excelente espadachín y podría ser su guardaespaldas, si usted quisiera claro. —La voz del hombre, aún fría, salió en un tono más caballeresco y lo hacía parecer un hombre educado y distinguido, que sabía persuadir de sus habilidades a los demás.
Sin darse vuelta, Shazadi subió las escaleras hasta el segundo piso y se metió en la habitación que le habían dado. Sin duda las últimas palabras del hombre habían resonado en su mente, lo que la llevó a considerar la idea de que aquel fuera quien podía prestarle su ayuda, pero estaba segura que pediría algo a cambio. Sin embargo, estaba tan cansada que advirtió que ese no era el momento para ponerse a pensar. Eso era algo que haría al otro día.
Por suerte, su estómago ya no crujía, ya no le dolía, debido a que había comido hasta saciarse. Luego de comer, lo único que quería hacer era dormir en una cómoda cama y no en el suelo, como había hecho en los últimos días, lo que hacía que no descansara bien y su cuerpo se agotara. Se sacó la capa y las botas que llevaba en los pies y se acostó, aunque era temprano, puesto que estaba muerta y la cama la llamaba. No era la cama más cómoda del mundo pero, por lo menos, era mullida. Al instante, sus ojos se cerraron, llevándola al país de los sueños.
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3 comentarios:
Tiene muy buena pinta, gracias por tan buena reseña. Besotes ;)
Muchas gracias por publicarla aquí, de verdad. Te lo agradezco muchísimo.^^
Besos.
Me gusta <3
Gracias por ponerla!
Besos!
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