domingo, 28 de noviembre de 2010

L

L. A. WEATHERLY

Era ella, allí estaba, aquella era la chica que había sentido desde el exterior. ¿Pero qué era realmente? Manteniendo su atención en el estado etéreo, Alex abrió los ojos... y vio la forma radiante de un ángel flotando encima de la figura dormida de la chica.
Tuvo el arma lista en menos de un segundo, pero incluso cuando su dedo ya empezaba a presionar el gatillo, su mente se retorcía contra lo que estaba viendo. Aquello no estaba bien, había algo mal, faltaba algo...

(Ángel, L. A. Weatherly)

- N... no te creo -tartamudeé-. Ha sido una alucinación o algo así.
- Eso quiere decir que sí que has sentido algo -contestó él, lanzándole una mirada aguda.
- ¡No! Lo que quiero decir es que... toda ha sido muy confuso. Yo no... -Tragué saliva, intentando alejar esos recuerdos de mí-. No soy un ángel, ¿queda claro? Es imposible.
- Sí, debería serlo. -Entrecerró los ojos-. Pero eres parte ángel, ¿de acuerdo?, y la única forma en que se me ocurre que eso ha podido suceder es que... -Calló, casi frunciendo el ceño mientras daba golpecitos con los dedos en el volante-. De ninguna manera -musitó-. No puede ser.

(Alex y Willow, Ángel, L. A. Weatherly)

Alex me miró cuando llegué al coche.
- ¿Cómo has pagado?
<<Con dinero>>, estuve a punto de contestarle.
- En efectivo.
- Si tienes alguna tarjeta, no la uses.
- ¿Te importaría no ladrarme tantas órdenes? -contesté hiriente-. Todo esto ya me resulta... ya me resulta bastante difícil para que encima tú...
Me miró. Apuró el café y tiró el vaso vacío a una papelera.

(Alex y Willow, Ángel, L. A. Weatherly)

Vacilé, pero al final tuve que decírselo.
- No... no confías en mí, ¿verdad?
- No confío en nadie -respondió después de un largo silencio.
-Ya, pero en mí menos que en nadie. Porque... -Casi no podía pronunciar aquellas palabras, casi ni soportaba pensarlas-. Porque soy lo que soy.
(...)
- Mira, no quiero hablar contigo si no es necesario, ¿de acuerdo? Eres medio ángel, una parte de ti es como ellos. No creo que tengamos mucho más que decirnos el uno al otro.
(...)
- De acuerdo -respondí, sintiéndome más sola que nunca-. Siento haberte molestado. No sucederá más.

(Alex y Willow, Ángel, L. A. Weatherly)

- Querrás decir que te metiste en mi casa y me asediaste -lo corregí.
Alex me lanzó una mirada de reojo.
- Bueno, las órdenes que me dieron fueron de disparar sin hacer preguntas. Creo que seguirte para comprobar quién eras resultó ser una idea mejor.
(...)
- Los ángeles quieren matarme, pero tú tampoco debes de ser su persona favotira. Me rescataste en la iglesia... y sabes que se han infiltrado en el Proyecto Ángel.
Se encogió de hombros y entrelazó las manos bajo la cabeza.
- Tienes razón, no debo de ser su persona favorita.
¿Cómo podía estar tan tranquilo?

(Alex y Willow, Ángel, L. A. Weatherly)

De repente, la furgoneta nos golpeó. El Mustang saltó hacia delante con un crujido metálico. Con una palabrota, Alex pegó un volantazo y nos lanzó sobre la línea amarilla. La furgoneta entre rugidos de su motor, se abalanzó sobre nosotros por el lado del copiloto. La mujer se inclinaba sobre su marido y sujetaba un rifle... Me estaba apuntando a mí.
Alex lo vio en el mismo momento que yo.
- ¡Agáchate! -me gritó, girando bruscamente. Me bajó la cabeza en el mismo momento en que oímos un disparo... y mi ventanilla estalló en un millar de pedacitos de cristal. Grité y me cubrí la cabeza con las manos. Sentí la llovizna de cristales en mi cabellos, por la espalda-. Quédate ahí abajo -me ordenó Alex. Temblando, miré por entre mis brazos y vi cómo desenfundaba el arma que llevaba colgada de la cintura y quitaba el seguro. Ante de que pudiese disparar, oí el chirrido de unos neumáticos y, por su mirada, me di cuenta de que la furgoneta se había parado delante de nosotros. Y más estallidos de disparos.

(Alex y Willow, Ángel, L. A. Weatherly)

- Levanta las manos -ordenó Alex. Cully lo hizo, lentamente. Los ojos de Alex no se apartaban de él-. Willow, coge el teléfono que lleva en el bolsillo de la camiseta. Cully, si mueves un pelo, te juro por Dios que disparo.

(Alex, Ángel, L. A. Weatherly)

- ¿Cómo puedes soportar tocarme? -Me enjugué los ojos con la mano-. ¿Cómo puedes hacerlo cuando sabes que en mi interior está ese engendro, esa criatura que es igual a ellos?
- ¡No! -La voz de Alex sonaba furiosa. Las manos me agarraron de los hombros y me obligó a mirarlo-. Willow, escúchame, no tienes nada que ver con ellos. Nada.
(...)
- Nunca desaparecerá, ¿verdad? -susurré.
- No -respondió Alex, moviendo lentamente la cabeza. Sus ojos estaban llenos de compasión.

(Alex y Willow, Ángel, L. A. Weatherly)

- No te atrevas... No te atrevas a decir que lo haces por nosotros -le exigió con voz titubeante-. ya no existirá un nosotros si lo haces. -Como la bolsa de Willow no estaba cerrada, estiró la mano, la cerró y se la lanzó-. Vete. Vete... Te están esperando.
Tragando con dificutad, Willow paretó la bolsa contra el pecho.
- ¿Me... me acompañarás? -preguntó débilmente.
Su rostro. Sus ojos.
Aquella palabras parecían tragar cristales.
- No, gracias. Ya he visto morir a demasiada gente que me importaba.

(Alex y Willow, Ángel, L. A. Weatherly)





L. MARIE ADELINE

Me metí en la bañera y me senté. Después, me deslicé hasta el fondo y dejé que mi cabeza se sumergiera unos segundos bajo la espuma. Debajo del agua podía oír los latidos de mi propio corazón, resonando como un eco lúgubre. <<Así es como suena la soledad>>, pensé.

(S.E.C.R.E.T., L. Marie Adelline)

Paso uno: aceptación
Paso dos: coraje
Paso tres: confianza
Paso cuatro: generosidad
Paso cinco: audacia
Paso seis: seguridad
paso siete: curiosidad
Paso ocho arrojo
Paso nueve: exuberancia
Paso diez: la elección

(S.E.C.R.E.T., L. Marie Adelline)

- ¿Aceptas? -preguntó.
No tenía ni idea de que todo iba a empezar tan rápido.
- ¿Yo? ¿Contigo? ¿Ahora?
- ¿Aceptas el paso? -preguntó, mientras avanzaba casi imperceptiblemente hacia mí.
Yo casi no podía hablar.
- ¿Qué..., qué pasará?
- Nada, a menos que aceptes el paso.
Sus ojos, el modo en que se apoyaba en la puerta...
- Sí..., sí, acepto.

(Hombre y Cassie, S.E.C.R.E.T., L. Marie Adelline)

- Cassie, por favor, no te preocupes tanto. Créeme cuando te digo que esto es solamente sexo. Placer y sexo. El amor, querida, es otra historia.

(Matilda, S.E.C.R.E.T., L. Marie Adelline)

Recordé que Matilda me había dicho que el miedo no se marcha sin nuestro permiso. Como somos nosotros quienes lo creamos, sólo nosotros podemos dejar que se vaya. Y eso fue exactamente lo que hice. Tenía miedo. Lo sentí. Y lo dejé marchar.

(S.E.C.R.E.T., L. Marie Adelline)

- No tan rápido -dijo, mientras sus ojos verdes se iluminaban con una luz interior-. Quiero que sepas una cosa, Cassie. Cuando hayas terminado con... esto que estás haciendo, voy a venir a buscarte. Y, cuando venga, te demostraré que un solo hombre puede colmar todos tus deseos.

(Pierre, S.E.C.R.E.T., L. Marie Adelline)




LAINI TAYLOR

Durante un tiempo había sido una niña inocente que jugaba con plumas en el suelo de la guarida de un diablo. Sin embargo, esa inocencia había desaparecido, y no sabía como enfrentarse a ello. Su vida se componía de magia, vergüenza, secretos y un vacío profundo y persistente en el centro de su ser, donde sin duda faltaba algo.

(Hija de Humo y Hueso, Laini Taylor)

─Es un hueso de la suerte. Cada uno coloca un dedo alrededor de una punta, así, y entonces pedimos un deseo y tiramos. El que se quede con el trozo más grande verá cumplido su deseo.
─¿Es magia? ─le había preguntado Akiva─. ¿De qué pájaro proceden estos huesos que producen magia?
─No, no es magia. En realidad, los deseos no se cumplen.
─Esntonces, ¿por qué hacerlo?
Ella se encogió de hombros.
─¿Esperanza? La esperanza puede ser muy poderosa. Tal vez no haya verdadera magia en el hueso, pero cuando sabes qué es lo que anhelas y lo mantienes como una luz dentro de ti, puedes hacer que las cosas sucedan, casi como magia.

(Akiva y Karou, Hija de Humo y Hueso, Laini Taylor)

─Pequeña, los deseos no se utilizan para tonterías.
─¿Y para qué los usas tú?
─Para nada ─respondió─. Yo no pido deseos.
─¿Cómo? ─aquella afirmación la dejó perpleja─. ¿Nunca? ─¡con toda aquella magia al alcance de la mano!─. Pero podrías conseguir todo lo que quisieras.
─No todo. Hay cosas más grandes que cualquier deseo.
─¿Cómo qué?
─La mayoría de las cosas importantes.
─Pero un bruxis…
─Un bruxis tiene sus limitaciones, como cualquier otro deseo.

(Hija de Humo y Hueso, Laini Taylor)

Hay intimidad en el dolor. Cualquiera que haya consolado a alguien que sufre lo sabe ─la indefensa ternura, los abrazos y susurros, y el lento balanceo conjunto mientras dos se vuelven contra el enemigo, el dolor─.

(Días de Sangre y Resplandor, Laini Taylor)

─Gracias ─dijo Karou a regañadientes.
─Ha sido un placer ─contestó Thiago.
─Espero que no. Eso sería morboso.
Thiago dejó escapar una risa cansada.
─El placer no está en el dolor. Sino en evitar tu dolor.

(Thiago y Karou, Días de Sangre y Resplandor, Laini Taylor)

Érase una vez un ángel y un demonio que se enamoraron y osaron imaginar un nueva forma de vivir ─una sin masacres, ni gargantas desgarradas, no hogueras en las que se quemara a los caídos, sin resucitados, ni ejércitos de bastardos, ni niños arrancados de los brazos de sus madres para cumplir su tarea de matar y morir─.
Una vez, los amantes yacieron entrelazados en el templo secreto de la luna y soñaron con un mundo que era como un joyero sin joyas ─un parasíso a la espera de que ellos lo encontraran y lo llenaran con su falicidad─.

***
Aquel mundo no era este

(Días de Sangre y Resplandor, Laini Taylor)

Ahora, de repente los serafines eran algo real: torturadores de mirada lasciva, hermosos de una manera que convertía la belleza en algo horrible.

(Días de Sangre y Resplandor, Laini Taylor)

─Sí ─respondió él con cautela, pensando en el turíbulo y en Karou─. Mientras estés vivo, siempre existe la posibilidad de que las cosas mejoren.
─O empeoren ─añadió Liraz.
─Sí ─reconoció él. Normalmente empeoran.
Hazael intervino.
─He aquí a mi hermana Luz del Sol y mi hermano Resplandor. Deberíais reunir a las tropas. Por la mañana nos tendréis a todos suicidándonos.

(Akiva, Liraz y Hazael, Días de Sangre y Resplandor, Laini Taylor)

─Puedes bajar tus armas ─dijo Jael─. No vamos a matarte.
─Lo sé ─replicó Ziri─. Soy yo el que va a mataros a vosotros.

(Jael y Ziri, Días de Sangre y Resplandor, Laini Taylor)

─¿Así de fácil? ─exclamó─. ¿Os cuento que no soy humana y vosotros respondéis que tra-la-lá?
─Lo siento ─dijo Mik─, pero creo que has neutralizado nuestra capacidad de sorpresa. Deberías haber empezado por eso, y luego decirnos que resucitas a los muertos.
─De todos modos ─añadió Zuzana─, era algo como obvio.
─¿Obvio?─ preguntó Karou.

(Mik, Zuzana y Karou, Días de Sangre y Resplandor, Laini Taylor)

─Fue audaz ─replicó Issa─. Y extraño. Sí era amor, y fue hermoso.
Hermoso. ¿Estamos hablando de la misma historia? ¿Yo acabé muriendo y él traicionó todo lo que habíamos soñado?
─Estaba devastado, Karou ─objetó Issa─. ¿Qué crees que hubieras hecho ?

(Issa y Karou, Días de Sangre y Resplandor, Laini Taylor)

─¿Lo ves niña? Tu corazón no se equivoca.
Y por primera vez en mucho, mucho tiempo, Karou sintió la certeza de aquella afirmación. Su corazón no se equivocaba.
Surgido de la traición y la desesperación, entre bestias hostiles, ángeles invasores y un engaño que amenazaba con saltar por los aires en cualquier momento, de algún modo, allí había un comienzo.

(Issa y Karou, Sueños de Dioses y Monstruos, Laini Taylor)

Nosotros somos el principio, escuchó dentro de su cabeza, y lo sintió como una oración. Siempre lo hemos sido. Esta vez, dejemos que sea algo más que un principio.

(Sueños de Dioses y Monstruos, Laini Taylor)

Las cosas cambian. Pueden cambiarlas quienes tienen voluntad de hacerlo.

(Sueños de Dioses y Monstruos, Laini Taylor)





LAURA GALLEGO

Cuando cesaron sus lágrimas y el dolor empezó a ser sustituido por algo más grato y apremiante, la muchacha se dio cuenta de que también el chico del bosque respiraba entrecortadamente.
-(…)-susurró, maravillada-. ¿Qué estás haciendo?
Lo sabía perfectamente, pero él no parecía estar muy seguro.
-No lo sé. Viana, no sé qué me pasa.
Ella reprimió una sonrisa. Por fin, (…) comenzaba a comportarse de acuerdo con su edad que aparentaba.
Y. siguiendo un impulso, hundió los dedos en el cabello del chico y lo atrajo hacia ella. Cuando lo besó en los labios, (…) dejó escapar una exclamación de sorpresa. Pero instintivamente rodeó su cintura con los brazos y la estrechó contra su cuerpo. Viana jadeó otra vez, y en esta ocasión (…) correspondió a su beso con entusiasmo. (…)
Él trató de besarla de nuevo, pero Viana lo apartó un poco, con suavidad. Tenía las mejillas ardiendo y el corazón a punto de salírsele del pecho.
-Espera un momento- murmuró.- Tengo que pensar.
-Me gusta- dijo (…)-. ¿Podemos hacerlo otra vez? (…)
-Se llama <<beso>>- le explicó-. Damos besos a las personas que nos gustan. (…)
-A las personas que nos gustan de una manera especial- aclaró Viana.
-¿Qué es especial?- quiso saber él. (…)
-Me refiero al amor- susurró en voz baja-. Cuando amas a alguien, sientes algo aquí- añadió, colocando su mano sobre el corazón de (…)-. Tan fuerte que parece que no puedes respirar. Tan intenso que deseas estar siempre con esa persona y no separarte de ella nunca más. (…)
-¿Tú te sientes así… conmigo?- preguntó (…).
-Creo que sí- respondió-. Por eso te he besado.
El chico sonrió ampliamente y después volvió a besarla con tanto ardor que la dejó sin respiración.
-Quieto, (…), ¿qué haces?- lo detuvo ella.
-Te doy un beso- respondió él un tanto desconcertado por la reacción de Viana-. Porque te amo.

(Donde los Árboles Cantan, Laura Gallego)

Una mañana de primavera, sin embargo, un tímido brote emergió de la tierra. Las primeras lluvias y los rayos del sol alentaron su crecimiento, y lo convirtieron en una planta verde y radiante que enrolló su tallo en torno al tronco del árbol cantor.
Este recobró parte de una lozanía que todos atribuyeron a la llegada de la primavera. Se le oyó cantar nuevamente, y la gente fue a visitarlo, como habían hecho hasta entonces, para escuchar la maravillosa música que producía.

(Donde los Árboles Cantan, Laura Gallego)

Y, cuando llegaron los postres, Oki comenzó su historia. Todos lo escucharon atentamente. Y así, a través de la magia de las palabras, fueron transportados hasta un tiempo remoto, mítico, en el que las doncellas podían desafiar a los reyes bárbaros… y en el que los árboles podían cantar.
Y gracias a la voz de Oki, (…) renacieron una vez más, en la imaginación de sus oyentes, para volver a vivir su historia de amor sin fronteras.

(Donde los Árboles Cantan, Laura Gallego)

- ¿Sabes que dicen en Eslovaquia? Haz caso al demonio y te compensará con el infierno.
Se ríe. No paree muy impresionado.
- Pues en Bulgaria dicen: Si pones un vela a Dios, pon dos para el diablo –replica- Así que, tú misma.

(Angelo y Cat, Dos Velas para el Diablo, Laura Gallego)

- Tío, en serio, deberíais tener un censo -comento- No puede ser que quieras contar con alguien y te enteres de que lleva siglos muerto. No puede ser bueno para tu vida social.

(Cat, Dos Velas para el Diablo, Laura Gallego)

- Vuelves a menospreciar mi talento natural -replico dolida-. Reconoce, simplemente, que soy buena en esto. Se me da bien averiguar cosas y hablar con personas importantes. En cambio, tu contribución a la investigación está siendo de una pasividad antológica. Todo lo que has hecho últimamente es dejarte atrapar, dejarte encerrar, dejarte disparar…

(Cat, Dos Velas para el Diablo, Laura Gallego)

Angelo pone los ojos en blanco.
- Cat, te vas a hacer daño.

(Angelo, Dos Velas para el Diablo, Laura Gallego)

- Son sólo un par de días. Cuando vives cientos d miles de años, un par de días no son nada. Ya sabes… <<una vida humana no es más que el parpadeo de un Dios>>.

(Angelo, Dos Velas para el Diablo, Laura Gallego)

- ¿Por qué? ¿Acaso crees que los demonios no podemos sentir afecto? Somos seres racionales y experimentamos emociones complejas. Si lo ángeles pueden matar, ¿por qué nosotros no podemos amar?

(Angelo, Dos Velas para el Diablo, Laura Gallego)

—Anda, es verdad —recordó Zaud—; tenías que pintar un portal para un campesino... en Uskia, ¿verdad? —Sacudió la cabeza—. ¿Ves com odebías hacer cosas más importantes? Está claro que el Consejo piensa igual que yo: no creo que cualquiera merezca tener un portal en el salón de su casa.
—¿Y en qué te basas para decidir quién lo merece y quién no? —replicó Tabit; no había alzado la voz, ni la mirada, pero había cierto matiz de dureza en el tono que empleaba—. ¿En su dinero? ¿En el linaje de su familia?
—No sigáis por ahí —les advirtió Relia—. (...)


(Tabit, Zaud y Relia, El Libro de los Portales, Laura Gallego)

—No, no es eso —trató de explicarse, cada vez más desesperado—. Mira, no tengo ni idea de por qué han cancelado vuestro portal, ni de si retomarán el proyecto en el futuro o lo han desestimado definitivamente. Sí sé que los portales son un poco más caros cada año. Eso no es nada nuevo, lo sabe todo el mundo. Quizá os devuelven el dinero porque lo que pactasteis en su momento ya no se ajusta al precio de dentro de cinco o seis años, o quizá lo hacen porque no tienen intención de pintar vuestro portal jamás. ¿Yo qué sé? Solo soy un simple estudiante; me dijeron que tenía que venir aquí a hacer un portal, y luego cambiaron de idea y me ordenaron que abandonara el proyecto y me dedicara a otras cosas. Y lo único que puedo hacer es regresar para devolverte tu fianza y pedirte disculpas por algo que, en realidad, no es culpa mía. Y ahora, ¿quieres hacer el favor de dejar en el suelo ese maldito trasto? —gritó, precipitadamente y con voz aguda, al ver que Yunek se levantaba de su asiento.
—Hijo, deja la segadera en su sitio —intervino Bekia con firmeza—. Ya le has sacado bastante brillo.


(Tabit y Bekia, El Libro de los Portales, Laura Gallego)

—¿Quieres decir que piensas que se ha marchado… de la Academia?
—Hace días que ni siquiera te contesta cuando llamas a la puerta, ¿no? ¿Y si resulta que se fue hace tiempo y, como no sale nunca, nadie se ha dado cuenta? O tal vez se haya muerto —añadió de repente, con morbosa fruición—, y su cadáver lleva días ahí tirado…
—¿Y por qué iba a hacer eso precisamente ahora? —se apresuró a interrumpirla Cali.
—Porque es lo que hacen todos los vejestorios como él: morirse.
—Me refiero a abandonar la Academia, Tash.


(Caliandra y Tash, El Libro de los Portales, Laura Gallego)

—Seré franco: no me caes bien, por una serie de razones que no vienen al caso y que no voy a detallar ahora.
—¿Como, por ejemplo, que me dieron a mí el puesto de ayudante de maese Belban?
—Sí, esa era una de ellas. Pero no voy por ahí, Caliandra.
—Cali.
—Caliandra —repitió él—, creo que deberíamos ir a algún sitio tranquilo y hablar largo y tendido. Hay demasiadas cosas… irregulares a mi alrededor últimamente. Gente relacionada de algún modo con la Academia que trae información extraña. Un guardián que se queda sin portal que guardar… un cliente al que de repente no le van a pintar el portal prometido… incluso… una muchacha minera que abandona su aldea porque los túneles son improductivos.


(Tabit y Caliandra, El Libro de los Portales, Laura Gallego)

—Ya lo has visto —respondió Cali—. He salido por donde entré, ¿verdad?
—Eso me ha parecido.
—Lo voy a probar otra vez… solo para estar seguros.
—¡No! —la detuvo él—. Ni se te ocurra. Con estas cosas no se juega, ¿sabes? Si no tienes ni idea de a dónde conduce un portal, no hay que cruzarlo nunca, ya lo sabes. Podría no estar bien enlazado… Y no sabemos cómo se comportan estos portales azules. Quién sabe si maese Belban no se cansó de hacer cálculos y decidió hacer experimentos por su cuenta… y se perdió en algún lugar entre portales.
—¿Existen esos sitios? Pensaba que eran cuentos para asustar a los nuevos.
—Parece ser que ha habido gente, a lo largo de la historia, que ha atravesado portales mal enlazados y no ha aparecido nunca más. O ha aparecido… a trozos —se estremeció.
—¿Cómo que a trozos? —se extrañó ella—. ¿Como, por ejemplo, el torso en Belesia, las piernas en Uskia y la cabeza en Rodia, o algo así?
—O algo así —asintió él.
—No me lo creo.
—Bueno, puede que eso sí sea una especie de leyenda sin fundamento, pero es cierto que ha habido maeses que se han perdido entre portales y nunca más se ha sabido de ellos.


(Tabit y Caliandra, El Libro de los Portales, Laura Gallego)

—¡Yo solo venía a hablar con Tabit! —se defendió ella.
—¿Y no podías usar la puerta, como todo el mundo? —refunfuñó el portero.
—Bueno, bueno, basta ya —cortó Tabit—. Tenéis razón, maese Saidon. Ya nos vamos.
El portero les abrió las puertas de par en par y les hizo una burlona reverencia, invitándolos a salir del edificio. Tash le respondió con un gesto grosero.
—Tash, no empeores las cosas —la riñó Tabit, mientras Rodak trataba de contener una sonrisa.
Ella masculló algo parecido a «Él se lo ha buscado». Maese Saidon contempló al trío y comentó con sorna:
—Estudiante Tabit, quizá deberías escoger mejor tus amistades. Salta a la vista que su compañía no te está sentando bien.
Tabit suspiró por tercera vez y se limitó a contestar:
—Ya.


(Tabit, Tash y maese Saidon, El Libro de los Portales, Laura Gallego)

«Cuando el portal se activa, es que las coordenadas no son incorrectas.»

*Aforismo de los pintores de portales.

(Tabit, Tash y maese Saidon, El Libro de los Portales, Laura Gallego)

- Todos los chicos que te quieren te han regalado algo, yo aún no te he dado nada... como muestra de mi cariño.
- Puedes regalarme algo que me haría muy feliz.
- ¿El qué?
- Regálame un beso.


(Jack y Victoria, Memorias de Idhún: La Resistencia, Laura Gallego)

- Quizá cuando me veas caer a tus pies, muriendo por tu causa, seas capaz de comprender por fin hasta qué punto soy tuyo.

(Kirtash, Memorias de Idhún: La Resistencia, Laura Gallego)

Era la primera vez que le dirigía la palabra en todo el viaje, pero el androide no se sorprendió, y respondió puntualmente:
- AD-23674-M.
Keyko sonrió, algo incómoda.
- ¿Y eso es un nombre?
- Es su número de serie -intervino Kim-. ¿Para qué quiere otra cosa?
(...)
- Los usáis como esclavos, ¿verdad? -murmuró-. Aunque sean parecidos a vosotros.
- Son máquinas, Keyko -replicó Kim, molesta-. Son obra nuestra. ¿Acaso tú no eres esclava de tu diosa Tara?
- Por supuesto que no -replicó Keyko, ofendida por la comparación.
(...)
- Oye, AD... -empezó, pero se veía incapaz de recordar todos los números-. Lo que sea. Tienes un nombre complicado. ¿Puedo llamarte Adam? Será más sencillo.
- ¿Adam? -repitió Kim, con guasa.
- Adam. Me gusta -dijo entonces el androide, para sopresa de su propietaria; se volvió hacia Keyko, muy serio-. Afirmativo, puedes llamarme Adam. Será más sencillo.
Keyko sonrió, mientras Kim clavaba una mirada asombrada en el androide.
- Eres una caja de sorpresas, montón de circuitos... -murmuró.

(Kim, Keyko y Adam, Las Hijas de Tara, Laura Gallego)

- ¡¡Sacadme de aquí!! ¡Os daré lo que queráis, maldita sea, pero dejadme salir!
Siguió gritando y cargando contra la puerta, bañada por aquella destelleante luz verdosa que la quemaba la piel, hasta que el agotamiento la venció. Entonces se dejó caer junto a la puerta, rendida, y se acurrucó en el suelo, cubriéndose la cabeza con las manos, como si así pudiera protegerse de las radiaciones del bloque que había en el centro de la estancia.

(Kim, Las Hijas de Tara, Laura Gallego)

- Define "Mannawinard".
Keyko se detuvo, miró al biobot y sonrió.
- Al otro lado de los Páramos, más allá de la última duma, se extiende Mannawinard, la tierra siempre verde de la diosa Tara. Las personas que habitan allí respetan la naturaleza y controlan la magia.
- Las personas que habitan allí viven como animales -replicó Kim, lanzándole una mirada irritada a su compañera-. ¿Quieres hacer el favor de no llenarle la memoria de tonterías? -se volvió hacía Adam, muy seria-. Mira, Mannawinard es el mayor cataclismo de la historia de la humanidad. Hace cerca de cinco siglos una anormal explosión de... plantas asesinas...
- Naturaleza y vida -puntualizó Keyko.
- ... plantas asesinas -repitió Kim sin hacerle caso-, destruyó gran parte de nuestra civilización. La naturaleza se volvió contra el hombre y ahogó literalmente todas sus ciudades.
- Define "naturaleza" -pidió Adam.
- Naturaleza es la obra de la diosa Tara -dijo Keyko-. Los dones de la Madre Tierra.
- Naturaleza es todo lo que no ha creado la mano del hombre -replicó Kim-. Naturaleza es caos, desorden, descontrol, peligro, amenaza.
- En eso te equivocas -saltó Keyko, picada-. La naturaleza tiene su propio equilibrio, lo que pasa es que a vosotros, los urbanitas, os molesta la idea de que haya algo superior al ser humano, y no reconocéis que en materia de creación Tara os ha aventajado con creces.

(Kim, Keyko y Adam Las Hijas de Tara, Laura Gallego)

- Entrégame tu arma -le ordenó-. Ese tipo de tecnología no debe entrar en Mannawinard.
Kim reaccionó.
- Tendrás que arrancarme el dedo, salvaje. Es un implante.
Semira se encogió de hombros, alzó su espada y avanzó hacia ella, con la clara intención de hacer lo que había sugerido la mercenaria. Pero Keyko la detuvo, alarmada.
- ¡No, Semira! Esto segura de que eso no es necesario.

(Kim, Keyko y Semira Las Hijas de Tara, Laura Gallego)

- Es una cuestión de mentalidad -dijo Chris, respondiendo a la muda pregunta de las otras dos chicas-. Para ella, es como si le hiciesen comer excrementos.
- ¿Y para ti no? -preguntó Keyko con curiosidad.
Chris sonrió levemente, pero no respondió.

(Keyko y Chris Las Hijas de Tara, Laura Gallego)

- Los viejos tenemos el conocimiento -dijo Gaernon amablemente, ignorado a Kim-. Los adultos tienen la seguridad. Los niños tienen la ilusión. Pero sois los jóvenes los que tenéis el poder para cambiar el mundo, Keyko. No lo olvides jamás.

(Gaernon Las Hijas de Tara, Laura Gallego)

- Pero qué... -murmuró Kim, sorprendida-. ¿De dónde lo has sacado?
- Se lo quité a un robot de combate en el oasis de los Páramos.
- ¿Y se puede saber por qué no me lo habías dicho hasta ahora?
- Porque los Ruadh dijeron que nos permitían armas de fuego en Mannawinard. Pero ese de ahí -dijo, señalando a su atacante-, ha roto las reglas.

(Kim y Adam, Las Hijas de Tara, Laura Gallego)

La población parecía una tumba.
Única inspiró profundamente.
—¡¡¿A dónde habéis ido?!! —chilló con todas sus fuerzas—. ¡¡¿Dónde estáis?!!
Nada ni nadie le respondió. Única se llevó la flauta a los labios, pero su música parecía sonar más débil que nunca... Echó a correr entre las casas; tenía la extraña sensación de que huía de algo, pero no sabía de qué.
Sus amigos la encontraron horas más tarde acurrucada bajo una cúpula semiderruida, tocando suavemente la flauta.
—¿Es ésta tu casa? —preguntó Liviana suavemente.
—No parece una isla —comentó Fisgón, y Cascarrabias le dio un codazo para que cerrara la boca.
—Era mi casa —respondió Única—. Ahora ya no lo es. —Miró a su alrededor con cierto miedo—. Este lugar está maldito.

(Única, Liviana y Fisgón, Retorno a la Isla Blanca, Laura Gallego)


“Un canto se eleva sobre el Valle,
oírlo hace daño al corazón:
son Medianos que pasan entre Grandes,
los ojos llenos de pena y temor
En el Camino quedan sus hogares,
caen de sus ojos lágrimas de sal;
no se detienen ni por un instante,
huyendo adelante sin mirar atrás.
Y su música se eleva sobre el Valle,
lágrimas de sal sobre piel azul.
Y su música se pierde sobre el Valle,
mientras un suave eco se escucha aún.
Las gentes del Valle, intentando ayudarles
borraron sus huellas, el Camino de sal
para que ya nunca pudiera encontrarles
Aquel del que huían sin mirar atrás“.

(Mattius, Retorno a la Isla Blanca, Laura Gallego)




LAURA RAMOS GONZÁLEZ

Ambas corrían lo más rápido que podían, y salieron al exterior de la casa a trompicones. Pero no pararon ni para fijarse si alguien les seguía.
Cogidas de la mano y con al vista empeorada por la fuerza de la tormenta que las volvía a rodear, corrieron camino abajo, saliendo de la parcela de la casa de su abuela.
Al ser cuesta abajo, cogieron velocidad y Bárbara supo que no aguantarían mucho rato sin caerse al tropezarse por alguna de las rocas del camino. Estaba a punto de sugerir a Paty que se soltaran de la mano por si alguna se caía, que la otra pudiera ayudar, cuando escucharon el sonido de un disparo. Ambas frenaron en seco y se soltaron las manos. Estaban tan empapadas y hacía tanto viento, que les costaba respirar y les dolía el cuerpo por el frío.

(Caminos Cruzados, Laura Ramos González)

—Jaime es un Protector. —Terminó por explicar a Bárbara. Ésta contuvo un gritito. No sabía que era peor, o ser un Guardián cómo ella, o ser un Protector como él.
— Dios Jaime —le intentó consolar.— Bueno, tan sólo tenemos que buscar a tu Guardián y yo a mi reliquia. —Fue decir eso y Jaime la fulminó con la mirada. La pelirroja decidió no añadir nada más.
—¿Eres tonta o te lo haces? Yo soy tu Protector, pelirroja.

(Jaime y Bárbara, Caminos Cruzados, Laura Ramos González)




LAURA SCIOLLA

Dame mil besos, luego cien,
luego otros mil, cien más después,
y otra vez mil seguidos y otros cien.
Y cuando hayamos sumado muchos miles
embrollaremos la cuenta para no saberla
y para que ningún malvado pueda aojarnos,
si supiera que tanto nos besamos.

(Catulo, Mil Besos y Cien Más, Laura Sciolla)





LAURA WHITCOMB

Luego escribí en la última línea de la hoja: <<No queda espacio>>.
Él frunció el ceño un momento al ver aquellas palabras. De pronto estaba buscando como un loco su libreta en la bolsa, y pensé que el papel saldría volando hasta la fila siguiente. Arrancó un página nueva, la dejó sobre la mesa y escribió: <<Lo siento>>.
Me eché a reír.
- Señor Blake, parece que hoy está tomando muchos apuntes -comentó el señor Brown-. ¿Recuerda un ejemplo de dónde no colocar un adverbio?
James se limitó a mirarle.
- Esperar desesperadamente -susurré yo.
James dejó escapar un suspiro.
- Creer encarecidamente.
(...)
<<Helen>>, escribió James en el papel.
(...)
<<No te vayas a casa con el señor Brown>>, escribió. <<Ven conmigo.>>

(James y Helen, Entre Luz y Tiniebla, Laura Whitcomb)

- Yo no sé mucho de nada, pero sé que tú y yo debemos estar juntos. Es lo único de lo que puedo estar seguro.
Había dicho juntos. Quería saber qué significaba eso exactamente.
- ¿Cómo no íbamos a estarlo? -preguntó, sentado en la manta marrón arrugada encima de la cama-. Es como si fuéramos los únicos miembros de un especie o las únicas personas del planeta que hablaran el mismo idioma. ¿Cómo no íbamos a estar juntos?
Sus palabras me impresionaron, los últimos de una especie. Aquella frase tenía algo carnal.
(...)
- Te cansarás de mí -dije, de pronto temerosa de que me odiara-. No podría soportarlo.
- Señorita Helen, -se rió-, debe de ser una broma. -Entonces volvió a pensarlo-. tal vez tú te hartes de mí. Es bastante más probable. ¿Te da miedo eso?
- No, eso no -contesté.

(James y Helen, Entre Luz y Tiniebla, Laura Whitcomb)

Estaba tan poco acostumbrada a las atenciones que me hacía ser atrevida.
- Lo que más me importa en mi mundo, señor, es que tú me veas y me oigas.
Se me quedó mirando un rato.
- Entonces estoy en deuda contigo.

(James y Helen, Entre Luz y Tiniebla, Laura Whitcomb)

- ¿Qué has hecho, te has peinado?
- ¿No es lo que me has dicho que haga cincuenta malditas veces? -exclamó James.
Mitch se encogió de hombros.
- Nunca había funcionado.

(Mitch y James, Entre Luz y Tiniebla, Laura Whitcomb)

- ¿Puedo dar una vuelta si no me meto en líos? -preguntó James.
- Supongo que sí.
- Ya que he sufrido daños cerebrales, ¿puedes recordarme hasta cuándo estoy castigado?
- Hasta que yo lo diga -fue lo único que dijo.

(Mitch y James, Entre Luz y Tiniebla, Laura Whitcomb)

Cuando los dos cogimos las bolsas de libros, me miró con una sonrisa extraña.
- ¿Qué pasa? -pregunté.
- Estás despeinada. -Se rió-. Parece que alguien te haya hecho esto. -Me puso las manos a los lados de la cabeza y me besó con intensidad mientras movía los dedos en el pelo.

(James y Helen, Entre Luz y Tiniebla, Laura Whitcomb)

- No sé conducir -me excusé.
- No hace falta que tengas los recuerdos de Jenny -dijo James, y abrió la puerta automática del garaje. Subió con mucho esfuerzo-. Los automóviles no han cambiado tanto. -Retiró las caderas hacia atrás en su asiento y señaló los pedales-. Izquierda el freno, derecha el acelerador.
- Eso no me ayuda -comenté.
- ¿De qué hablas? -Parecía casi molesto por mi reticencia-. ¿No dejaban conducir a las mujeres?
- Aún no se había inventado el coche -le dije.
James me miró estupefacto un instante, luego se inclinó con una carcajada tan incontrolada que pensaba que iba a dejar de respirar. Se puso rojo, y le caían lágrimas por las mejillas.
- Perdone usted -dije, intentando parecer ofendida-. ¿Te estás riendo de mi edad?
Aquello no ayudó. Me indicó con un gesto que me callara. Sin embargo, no podía enfadarme con él.
- Lo siento -se disculpó, sin aliento. Me senté y empecé a comerme la manzana. Por fin se limpió los ojos con la camisa y suspiró, pero no me miraba. Le di un mordisco de la manzana y se calmó.
- No se había inventado -murmuró. Luego se mordió el labio, y le volvieron a temblar los hombros.

(James y Helen, Entre Luz y Tiniebla, Laura Whitcomb)

- Tú y yo nos quedamos en la Tierra por alguna razón.
Se me heló la sangre tan de repente que me mareé.
Lames me acercó a él.
- Pero nos hemos encontrado.

(James y Helen, Entre Luz y Tiniebla, Laura Whitcomb)





LAUREN DESTEFANO

Silenciosamente, sin girarse, me deja a solas con mi dolor. Pero en lugar de lágrimas, al sepultar la cabeza en la almohada sale de mi boca un horrible y primitivo grito. es una emoción que no sabía que pudiera sentir. Una rabia tan salvaje que me asombra.

(Rhine, Efímera, Lauren DeStefano)

Su voz es tranquila y está extrañamente serena. Me preocupa haberme convertido en la preferida de Linden sólo por mi pelo rubio, por mi ligero parecido con Rose. Es una chica muy brillante y culta y me pregunto si se ha dado cuenta de que yo nunca amaré a Linden, sobre todo no como ella, y que él nunca amará a otra mujer tanto como Rose. Me pregunto si ve, pese a todos sus esfuerzos para entrenarme, que yo nunca podré reemplazarla.

(Rhine, Efímera, Lauren DeStefano)

- ¡Eh, rubia! -exclama la jefa d cocina. es una mujer de la primer generación y lleva su grasiento pelo recogido en un moño entrecano-. ¿No deberías volver a tu planta antes de que tu marido te pille en la cocina?
- No -respondo-. Ni siquiera se dará cuenta de mi ausencia. No se fija en mí.
- Si que se fija -tercia Gabriel. Lo miro sin dar crédito a lo que acabo de oír, pero él aparta sus ojos azules de mí.

(Cocinera, Gabriel y Rhine, Efímera, Lauren DeStefano)

- Vale, te tienen que traer lo que tú quieras. Pero se atrapan más moscas con miel que con vinagre, ¿lo sabías?
- ¿A qué te refieres?
- Es algo que mi madre solía decir -le explico-. Significa que si eres amable con la gente, hará gustosos lo que les pides. Incluso es posible que tengan detalles bonitos contigo.
- ¿Es por eso que tú eres tan amable con él?
- ¿Con quién?
- Con ese sirviente. Siempre estás hablando con ese chico.
- Tal vez -le contesto sintiendo que me estoy sonrojando. Por suerte Cecilia no me está mirando-. Supongo que simplemente soy amable con él.
- No deberías serlo tanto. Da la impresión de que es otra cosa -responde.

(Cecilia y Rhine, Efímera, Lauren DeStefano)

- No es él quien me preocupa -me confiesa.
- ¿Quién es entonces? -contesto parpadeando sorprendida-. ¿El Amo Vaughn?
Asiente con la cabeza.
Pienso en el cuerpo de Rose en el sótano. En todos esos siniestros pasillos que podrían conducir a cualquier parte. Y siento que Jenna, que tan buena observadora es, tiene sus propias razones para temer este lugar. Me muero d ganas de preguntarle: <<Jenna, ¿qué  te ha  hecho el Amor Vaughn?>>
Pero al respuesta me da demasiado miedo. La imagen de la mano de Rose bajo las sábanas me da escalofríos. Bajo la belleza de esta mansión se esconden cosas horribles y peligrosas. Y a mí me gustaría encontrarme muy lejos de aquí antes de descubrir cuáles son.

(Jenna y Rhine, Efímera, Lauren DeStefano)





LAUREN OLIVER

<< Te amo. Recuerda. Eso no pueden quitártelo>>.

(Delirium, Lauren Oliver)

La segunda vez que estalló mi mundo fue también por una palabra. Una palabra que fue saliendo de mi garganta y llegó bailando hasta mis oídos y brotó antes de que yo pudiera pensar en ello, o detenerla.
La pergunta era: <<¿Quieres quedar conmigo mañana?>>.
Y la palabra: <<Sí>>


(Lena, Delirium, Lauren Oliver)

- Lena Ella Haloway Tiddle -dice, tienes mucho que explicar.
- ¿Te llamas Ella de segundo nombre? -suelta Álex.
Hana y yo le dirigimos una mirada asesina, y él retrocede un paso y agacha la cabeza.

(Álex, Lena y Hana, Delirium, Lauren Oliver)

Amor: una sola palabra, una cosa pequeña, una palabra no mayor ni más larga que el filo de una navaja. Eso es lo que es: una cuchilla. Corta tu vida por el centro, separándolo todo en dos, haciendo que caiga a uno u otro lado. Antes y después,
Antes y después. Pero también durante: un instante no mayor ni más largo que el filo de una navaja.

(Lena, Delirium, Lauren Oliver)

Yo decía que sin amor tampoco había odio, y sin odio no había violencia. <<El odio no es lo más peligroso>>, dijo él, <<Es la indiferencia>>.

(Delirium, Lauren Oliver)

Amor, la más mortal de las cosas mortales. Te mata tanto cuando la tienes como cuando no la tienes.
Pero no es así exactamente.
Eres el que condena y el condenado. El verdugo, la cuchilla, el indulto de úlima hora, la respiración jadeante y el cielo tormentoso y el <<gracias, gracias, gracias Dios>>.
Amor: te mata y te salva a la vez.

(Lena, Delirium, Lauren Oliver)

Los animales son los del otro lado de la alambrada: esos mostruos que llevan uniforme. Hablan con voz dulce y sueve, y mienten y sonríen mientras te rebanan el cuello.

(Lena, Pandemonium, Lauren Oliver)

Hay una pausa. Luego, se vuelve de lado y me pasa un brazo por los hombros. Me va acercando hasta que estamos pegados, hasta que me arropa con su cuerpo. Su corazón late contra mi espalda con un ritmo extraño, como un tartamudeo.

(Lena, Pandemonium, Lauren Oliver)

Me obligo a sonreír.
- Espero que les encontréis -digo-. Espero que los encontréis a todos y cada uno de ellos.
Julián asiente con la cabeza.
Al volverme añado:
- Antes de que ellos os encuentren a vosotros.
Su voz suena cortante.
- ¿Qué has dicho?
Le lanzo una mirada por encima del hombro.
- Antes de que nos encuentren a nosotros -respondo.
Abro las puertas de un empujón, y luego dejo que se cierren a mi espalda.

(Julián y Lena, Pandemonium, Lauren Oliver)

Eso es lo que hace el odio. Te alimenta y al mismo tiempo te va pudriendo.
Es duro, profundo y afilado, un sistema que bloquea. Es completo y lo abarca todo.

(Lena, Pandemonium, Lauren Oliver)

Po se desequilibró y quedó boca abajo. luego volvió a ponerse derecho, pero era evidente que seguía hecho un lío.
- Pero, ¿por qué tienes que desearme nada?
- Es solo una expresión -contestó Lísel, y se quedó pensativa un momento-. Las personas necesitan que otras personas sientan cosas por ellas -añadió-. Si sienes todas las cosas por tu cuenta, al final te encuentras solo.

(Lísel y Po, Lísel y Po, Lauren Oliver)

Dos visitas al Lado Viviente, y el fantasma se había vuelto ya algo más humano.
Po había recordado cómo mentir.

(Lísel y Po, Lauren Oliver)

De pronto, la chica se echó a reír.
- Dos huérfanos sin hogar -dijo- y dos fantasmas. Formamos un equipo curioso, ¿no crees?
- sospecho que sí -dijo Will.
- Valiente equipo -rezongó Po.
- Miauguau -hizo Bundle.

(Will, Lísel, Po y Bundle, Lísel y Po, Lauren Oliver)

Y por primera vez en todo el juego, lo sintió: el pánico, acumulándose en su pecho, arrastrándose por su garganta.

(Pánico, Lauren Oliver)

Durante un segundo, Dodge realmente sintió miedo de él, parecía el asesino en serie de una mala película de terror.

(Pánico, Lauren Oliver)

—¿Sabes cuál es tu problema? —dijo en voz baja—. Tú quieres que todo sea una mierda. Tienes una hermana que te quiere. Amigos que te quieren. Yo te quiero, Heather —lo dijo con rapidez, en un murmullo, y ella no pudo siquiera sentirse feliz porque él continuó— Has superado casi todo Pánico, pero todo lo que es ves es mierda. Porque así no tienes que creer en nada. Porque así tendrás una excusa para fracasar.

(Bishop, Pánico, Lauren Oliver)


—¿Se puede saber qué narices te pasa? Mira Kent, no pienso salir contigo. No saldría contigo en un millón de años, así que olvídame de una vez. Tu para mí no eres nada —es como si las palabras se me escaparan de entre los labios no me dejaran respirar, noto que me ahogo.
Kent clava sus ojos en los míos y se me acerca aún más. Por un instante pienso que va a intentar besarme y noto que el corazón me da un vuelvo.
Sin embargo, se limita a susurrarme al oído:
—Te puedo ver por dentro, ¿sabes?
—Tú no me conoces —doy un paso atrás, casi temblando de ira—. No sabes nada de mí.

(Sam y Kent, Si No Despierto, Lauren Oliver)

—Pero ahora todo esto ha cambiado —prosigo—. Antes era mucho mejor, ¿sabes? Para empezar no había casas, así que me sentía como si estuviera en el fin del mundo.
—Ya, pero ahora si tienes ganas de hacer pis puedes ir a una de esas casas y pedir que te dejen ir al baño —replica Izzy, ceceando como siempre: zi tienez ganaz de hacer piz…
Me río.
—Sí es una forma de verlo.
(…)
—Cuando era pequeña me pasaba horas y horas tumbada justo aquí, ¿sabes? Me ponía boca arriba y me dedicaba a mirar el cielo.
Izzy se da la vuelta hasta quedar de espaldas.
—¿A que el cielo sigue siendo igual?
La simplicidad de sus palabras hace que casi me ría. Desde luego, tiene toda la razón. Tal vez sea así de sencillo: si quieres que todo vuelva a ser como antes, lo único que tienes que hacer es mirar hacia arriba.”
(Sam e Izzy, Si No Despierto, Lauren Oliver)

Mientras salimos de la carretera, se me ocurre pensar que tal vez las cosas no sean tan complicadas como parece. La mayor parte del tiempo –el noventa y nueve por cuento de las veces- no tienes ni idea de cómo ni por qué se unen los hilos, pero no pasa nada. Haces algo bueno y algo malo ocurre en consecuencia. Haces algo malo y ocurre algo bueno. Te quedas de brazos cruzados y todo estalla.

(Sam, Si No Despierto, Lauren Oliver)





LEA TOBERY

Quien sabe, alo mejor era el camino más corto hasta Ethan. morir para estar con él. Resucitar para perderlo. Así de simple y complicado a la vez.

(Emma, Resurrección, Lea Tobery)

- Arriba ese ánimo, Emma... Piensa que todo se acaba, lo bueno y lo malo. Si vives un buen momento, aprovéchalo, porque se acabará sin duda. Si pasas por un mal trago, acéptalo. Te puedo asegurar por experencia que tambiém llegará a su fin.

(Una señora, Resurrección, Lea Tobery)





LIBBA BRAY

- ¿Estáis listas? ¿Empiezo? Había una vez cuatro chicas. Una era guapa. Otra era lista. Otra era encantadora y la cuarta… -me mira- misteriosa. Pero estaban todas heridas. Había algo en ellas que les faltaba. Algo en la sangre. Grandes sueños. Ah, lo olvidaba. Lo siento, tenía que haberlo dicho antes: eran todas soñadoras, las cuatro.
(…)
- Su pecado consistía en que creían. Creían que podían ser diferentes. Especiales. Creían que podían cambiar lo que eran: chicas heridas, a quienes nadie quería. Marginadas. Estarían vivas, las adorarían, las necesitarían. Serían necesarias. Pero se equivocaban. Esto es un cuento de fantasmas, ¿os acordáis? Una tragedia.

(Felicity Worthington, El Círculo Secreto: La Orden de la Academia Spence, Libba Bray)

Desenvuelvo el papel y encuentro la preciosa caja de terciopelo de Simon Middleton con una nota que dice <<Un lugar para guardar tus secretos>>.

(El Círculo Secreto: Ángeles Rebeldes, Libba Bray)

- No es usted como el resto de chicas que mi madre me ha presentado.
- ¿Ah, no? -replico, desesperada por saber en qué soy diferente.
- Hay algo de aventura en usted. Es como si guardara montones de secretos que quiero descubrir.
(…)
- Por supuesto que no. -Cierro el libro y me giro-. ¿Y usted, señor Middleton, qué terribles secretos guarda?
- Aparte de ser un ludópata, un ladrón y un pervertido... -Se coloca detrás de mí-. ¿La verdad?
El corazón me va a explotar.
- Sí -digo, girándome hacia él- . La verdad.
Me mira a los ojos.
- Soy horriblemente aburrido.


(Simon y Gemma, El Círculo Secreto: Dulce y Lejano, Libba Bray)

- La represalia es un perro que se muerde la cola.

(Asha, El Círculo Secreto: Dulce y Lejano, Libba Bray)

Felicity y Pip bailan un vals de forma cómica, fingiendo ser el señor Mortalmente Aburrido y la señora Sosa. Con una ridícula voz de persona estirada, Felicity cotorrea acerca de la caza del zorro.
- El zorro debería estar agradecido de poder enfrentarse a nuestras armas, pues son las mejores de la sociedad las que apuntan a su modesta silueta. ¡Qué afortunado!
Mientras Pippa pestañea y dice:
- Pues bien, señor Mortalmente Aburrido, si eso dice, eso debe de ser, puesto que estoy segura de que no tengo ninguna opinión respecto de este asunto.

(Felicity y Pippa, El Círculo Secreto: Dulce y Lejano, Libba Bray)

- Pues si el mundo no me perdona –digo en voz baja- tendré que aprender a perdonarme a mí misma.

(Gemma Doyle, El Círculo Secreto: Dulce y Lejano, Libba Bray)

Primero la portada. Luego un poema. «La rosa de la batalla», del señor William Butler Yeats.
- <<Rosa de todas las rosas, ¡la rosa del mundo! -leo en voz alta-. Llegaste donde se arrojan las mareas turbias / contra los muelles del color, y oíste la campana / cuyo repique nos llama; dulce y lejana.>>

(Gemma Doyle, El Círculo Secreto: Dulce y Lejano, Libba Bray)





LILY BLAKE

- Espejito, espejito mágico -comenzó., ¿quién es la más bella de todas las mujeres? -contempló la superficie brillante y notó que el pulso se le aceleraba mientras el espejo se derretía a sus píes y tomaba forma de estatua de bronce. Su propio reflejo le devolvió la mirada desde aquel rostro liso sin facciones.
- Mi reina .dijo el espejo-, habéis desafiado a la naturaleza y la habéis privado de sus frutos más bellos. Pero en este momento existe una mujer más hermosa que vos. Ella es la causa de que vuestros poderes mengüen.

(Ravenna, Blancanieves y la Leyenda del Cazador, Lily Blake)

- ¿Cuánto tarda una princesa en pedir ayuda? -preguntó riendo. Cruzó los brazos sobre el pecho y empezó a dar golpecitos en el suelo con el pie derecho, contando los segundos.
- ¿Y cuánto tarda un bruto en ofrecerla? -espetó Blancanieves. Trató de liberar sus piernas, pero era demasiado tarde. Se había hundido hasta las rodillas y, a cada centímetro que descendía, la arena se volvía más fría.

(Eric y Blancanieves, Blancanieves y la Leyenda del Cazador, Lily Blake)





LISA MCMANN


Huir. Perderse. Ser secuestrada. Tal vez violada, asesinada. Se pregunta incesantemente qué le habrá sucedido en realidad, si lo sabrán alguna vez. Cuando se imagina que es ella a quien le pasa, está a punto de echarse a llorar. Imágenes de Tiffany pidiendo socorro, suplicando por su vida... los ojos de Kendall se empañan cuando recuerda el verano, recorriendo los campos con el tractor obsesionada por todas aquellas cosas horribles. Parecía tan real, le daba tanto miedo; se imaginaba que alguien iba a salir de los bosques para atacarla.

(Cryer's Cross, Lisa McMann)

Has apoyado tu mejilla contra la Nuestra y susurras: <<¿Quién está ahí?>>. Sentimos tu corazón, tu aliento que se acelera. El pulso de tu sangre. Sí, te oímos. Y sabemos lo que hacer. Aliviar. Hacer señas. Tentar. Capturar, oh, sí. Te capturamos. Desde el primer contacto te tenemos.

Vuelve esta noche.
¡Sálvame!
¡No digas nada!

(Cryer's Cross, Lisa McMann)

Todo lo que puede hacer es respirar. Y contar.
Cuenta inspiraciones: treinta y seis. Cuenta piedras en el suelo: más de cincuenta. Cuenta gente diciendo memeces: todos ellos.
Cuenta los días que lo ha conocido: infinitos.
Tal vez vuelva antes de que deje de contar.
Tal vez no.

(Cryer's Cross, Lisa McMann)

- Solo por conversar un poco, joé. ¿Estás algo paranoica, no? ¿Forma parte de tu TOC o eres así de natural?
- Que no decaiga, volvemos a tus gilipolleces. ¿Eres así de nacimiento?

(Jacián y Kendall, Cryer's Cross, Lisa McMann)

- ¿Y qué haces cuando nieva?
Kendall siente un inesperado nudo en la garganta cuando piensa en ir a pescar al hielo con Nico, en caminar sobre raquetas de nieve con Nico, en esquiar en las montañas con Nico. Y en bailar. Sin Nico.
- Bailar -responde-. Teatro. Solo una vez hasta ahora, pero quiero volver a ello.

(Jacián y Kendall, Cryer's Cross, Lisa McMann)

- Probablemente ha sido el conserje, que los ha movido para limpiar. Carece de importancia -dice Jacián y vuelve a su libro-. Te preguntaría cómo te has dado cuenta de que no es el pupitre de Nico, pero me da miedo oír la respuesta.
- Me los conozco de memoria -dice Kendall, enderezando el de Travis-. Me sé cada detalle...
- No sigas -dice Jacián levantando una mano-. ¿Qué acabo de decirte?

(Jacián y Kendall, Cryer's Cross, Lisa McMann)

- Ah, esto, estoy segura d que lo sabes, pero no llevas camiseta.
- Distrae, ¿que no?
- Cuánta seguridad en que estás muy bueno, ¿verdad? -se siente más cómoda cuando se enfrentan de algún modo.
- Tú lo dices.
- Y estoy convencida de que lo lamentaré. ¿Siempre andas así?
- Sí, siempre. ¿Quieres decir que esta es la primera vez que te fijas?

(Jacián y Kendall, Cryer's Cross, Lisa McMann)

- ¡Guau!
- De verdad que tenía hambre.
- Eso parece.
Jacián hace una mueca y contesta:
- Estoy creciendo. ¿Qué quieres?
- Pues no sé ¿lo que quedaba en mi plato?
- Chica, te fuiste.
- La próxima vez me llevo el plato.
- La próxima vez -repite Jacián enarcando una ceja-. ¿Mañana?

(Jacián y Kendall, Cryer's Cross, Lisa McMann)

- No pasa nada, Kendall. No pasa nada.
- Pero es que me sucede algo muy extraño -llora de nuevo-. No quiero desaparecer. Pensé que quería, para estar con él, pero no. No quiero. Tengo tanto miedo.
Jacián, pasándole una mano por los cabellos, le contesta:
- Nadie quiere que desaparezcas.

(Jacián y Kendall, Cryer's Cross, Lisa McMann)

- Creo que tienes miedo de sentirte atraída por mí. -Los oscuros ojos de Jacián se pierden en los suyos durante un largo momento antes de que vuelva a hablar-. Si quieres tocarme, Kendall, tócame. No te escondas detrás de esos cachecitos de niña pequeña.
(...)
- ¿Qué te hace pensar que quiero tocarte?

(Jacián y Kendall, Cryer's Cross, Lisa McMann)

Desde su asiento ve la espalda de Cabel. Janie siente deseos de tocar su pelo. Se siente confusa respecto a él. Saber que él sueña con ella, más que halagador le resulta extraño. Sobre todo teniendo en cuenta que lo hace después de convertirse en aquel horrible monstruo. Incluso podría admitir que le da algo de miedo.

(La Cazadora de Sueños: Sueña, Lisa McMann)

Parpadea.
Se incorpora en su asiento.
Le mira.
Cabel sigue durmiendo sobre la mesa.
Janie se frota los ojos y se pregunta:
<<¿Cómo demonios ha hecho eso?>>
Y también:
<<¿Y ahora qué?>>

(La Cazadora de Sueños: Sueña, Lisa McMann)

Janie suspira. Sobresaliente en todo menos en Matemáticas (notable). Lo que mejor se le da son las Mates, por eso le sienta peor.
Como Cabel es educado, no reacciona ante su ristra de sobresalientes. El chico se siente culpable por la caída de Janie en la comisaría, una caída que la mandó al hospital en la semana del examen.
Ambos cierran los portátiles.
no es que sean competidores.
No lo son.

Bueno, vale, lo son.

(La Cazadora de Sueños: Teme, Lisa McMann)

El señor Durbin le da palmaditas en el hombro.
- Muy bien, Janie.
Ella sonríe y se quita las gafas.
La mano de él sigue en su hombro.
Acariciándolo.
A Janie le da un vuelco el corazón. <<¡Ay, Dios!>>, piensa. Lo único que quiere es salir de allí cuanto antes.
Él sonríe orgulloso y desliza la mano por su espalda con tal suavidad que Janie apenas lo nota; la mano se detiene en su cintura. janie está incómoda, muy incómoda.
- Feliz cmpleaños -dice él en voz baja, demasiado cerca de su oreja.
Ella intenta disimular un escalofrío, intenta respirar con normalidad. <<¡Aguanta, Hannagan!>>, se ordena.

(Durbin, La Cazadora de Sueños: Teme, Lisa McMann)

Cabel lo anota en su cuaderno.
- Cuatro chicas. ¿Compartiréis habitación?
-No -contesta Janie-, ya dormiré con Durbin.
- Ja, ja -refunfuña Cabel. Después le quita el libro, le acaricia el cabello y la besa-. Te estás buscando un lío, Hannagan.
- ¿Y tú eres...? -pregunta Janie entre risitas.
- El lío.

(Cabel y Janie La Cazadora de Sueños: Teme, Lisa McMann)

- En fin, esto... vaya numerito, ¿no, Hannagan?
- ¿En serio te estás riendo de mí? ¿En serio? -Janie se seca el pelo con otra toalla-. Pues que sepas que casi me ahogo. Además, tengo el cerebro plagado de plancton y caca de carpa. Como te pases, te disparo un misil de mocos.

(Cabel y Janie La Cazadora de Sueños: Huye, Lisa McMann)

- ¿En qué piensas?
- Eh... ¿además de en ti?
- Que lista -dice Cabel, que sonríe pero no deja de hacerle cosquillas en el cuello con los labios. Le da un mordisquito.- Eso, además de mí. Si te es posible pensar en algo que no sea yo, por supuesto.

(Cabel y Janie La Cazadora de Sueños: Huye, Lisa McMann)

- Hola -dice Janie, y se queda allí, las mejillas manchadas de lágrimas, polvo estival de carretera y sudor.
Cabel arruga la nariz.
- ¡hala! ¡Qué peste traes! Ven conmigo.
La lleva al baño, abre la ducha, se arrodilla para descalzarla y quitarle los calcetines mientras ella deja las gafas en la repisa y se deshace la cola de caballo. Luego la ayuda a quitarse la empapada ropa y abre la cortina de la ducha.
- Entra -le dice .janie obedece.
Él la contempla, admira sus curvas y se vuelve de mala gana para marcharse.
Entonces se detiene.
Seguro que a Janie no le venían mal unos mimitos extra.
Se quita los shorts, y la camisea, y los calzoncillos, y se reúne con ella.

(Cabel y Janie La Cazadora de Sueños: Huye, Lisa McMann)

Janie le tiene pánico, pero aún así debe ayudarlo.
Es su don.
Su castigo.
No puede negarse.

(La Cazadora de Sueños: Huye, Lisa McMann)

- ¿Pero qué asco de vida es esta? ¿Por qué como tengo que escoger? ¿Por qué me hacéis esto a mí? ¿Me oís arriba? ¿Quien sea?
Cae de rodillas, se cubre la cabeza con los brazos y se inclina hacia delante para hacerse una bola.
Sus sollozos rasgan el silencio de la casa, pero nadie la escucha.
Nadie la consuela.

(La Cazadora de Sueños: Huye, Lisa McMann)

-Cabe apoya la mano en la cintur de Janie a guisa de consuelo. El chico tiene la mirada baja, pero Janie ve claramente que hace ímprobos esfuerzos por no sonreír. Se aguanta las ganas de arrearle un buen pisotón, de empujar a su madre al hoyo después. Se rpegunta en qué clase de comedia bufa se ha convertido aquel funeral.

(La Cazadora de Sueños: Huye, Lisa McMann)





LISSA PRICE

Antes de que pueda darme cuenta, mis fuertes manos juveniles están alrededor de la frágil garganta del ender. No es mi culpa. Vosotros, enders, hicisteis este mundo. Aprieto hasta que la cara se le pone roja.
- ¿Qué es ese edificio?
- Destinos... de Plenitud. -Su respuesta es como un graznido.
- ¿Qué clase de sitio es ése?
Abre la boca pero no emite ningún sonido. Sus labios se ponen blancos.
- ¿Qué pasa ahí dentro? -Siento sus huesos bajo la piel fría y juraría que puedo oír cómo crujen.
¿Qué estoy haciendo?

(Retrato de una Starter, Lissa Price)





LOIS LOWRY


Lo que pasa es que... sin los recuerdos nada significa nada. Esa carga me la dieron a mí. Y al Receptor anterior. Y al que precedió a ese.
- Y así desde hace muchísimo, muchísimo tiempo -dijo Jonás, sabiendo la fras que llegaba siempre.

(Dador y Jonás, The Giver : El Dador de Recuerdos, Lois Lowry)

- "Yo me encargo, señor. Yo me encargo, señor" -la imitó Jonás en un tno curel y sarcástico-. "Yo hago lo que usted quiera, señor. Yo mato a quien haga falta, señor. ¿Viejos? ¿Nacidos de pequeño tamaño? Yo les mato con mucho gusto, señor. Gracias por sus instrucciones, señor. ¿En que puedo servir..."

(Jonás, The Giver: El Dador de Recuerdos, Lois Lowry)

- Tú tienes los colores -le dijo el Dador-. Y tienes el valor. Yo te ayudaré a tener la fuerza.

(Jonás, The Giver: El Dador de Recuerdos, Lois Lowry)

"Enorgullécete de tu dolor", le había dicho siempre su madre. "Eres más fuerte que los que no tienen ninguno"

(The Giver: En Busca del Azul, Lois Lowry)

- Yo y Palu esperamus aquí -anunció-. ¿Cómo se llama esto? -preguntó, recorriendo con la vista el ancho espacio donde se encontraba.
- El corredor -le dijo Jacobo.
Mat asintió.
- Pues yo y Palu esperamus aquí en el curredor. Yo y Palu no entramus en el cuartu por los insectus.
(...)
- ¿Qué insectos? -fue Jacobo el que preguntó, con el ceño fruncido.
- Palu tiene pulgas -explicó Mat mirando al suelo.

(Jacobo y Mat, The Giver: En Busca del Azul, Lois Lowry)

Mat arrugó la cara, pensando.
- ¿Qué es un regalu? -preguntó.
Nora se sorprendió de que no lo entendiera.
- Cuando quieres a una persona y le das algo especial, algo que esa persona apreciará mucho, eso es un regalo.
Mat se echó a reír.
- En la nava no hay de eso -dijo-. En la Nava, si dante algo especial es una patada en el traseru. Pero eso tuyo es bonitu -añadió cortésmente-. Suerte tuviste que yo lo salvara.


(Nora y Mat, The Giver: En Busca del Azul, Lois Lowry)

Uno por uno, los asistentes hablaron y, uno por uno, Mati identificó a los que habían hecho canjes. Algunos de los ciudanos más trabajadores, más amables y más incondicionales de Pueblo subían al estrado y gritaban su deseo de cerrar la frontera para que "nosotros -Mati se estremeció por el uso de nosotros- no tengamos que compartir nuestros recursos nunca más".
"Necesitamos todo el pescado par nosotros".
"Nuestra escuela es pequeña y sus hijos no cabe; es para los nuestros".
"Ni siquierasaben hablar bien. No les entendemos".
"Tienen demasiadas necesidades. No queremos hacernos cargo de ellos".
Y por último: "Ya hemos hecho bastante".
De tarde en tarde, un ciudano solitario (...) narraba la historia de Pueblo, poniendo énfasis en que todos habían llegado huyendo de la pobreza y de la crueldad, y en que este nuevo lugar les había dado la bienvenida y los había acogido.

(The Giver: El Mensajero, Lois Lowry)

"Soy el más feroz de los feroces"

(Mat -Mati-, The Giver: El Mensajero, Lois Lowry)

¡Qué niño más fanfarrón y más descarado había sido! sin padre, con una madre amargada y empobrecida que trataba de mantener a unos niños que no había deseado y que no quería, Mati había emprendido una vida de pequeños delitos e inspiradas diabluras. Había pasado la mayor parte de su tiempo con una banda de desarrapados de caras sucias que tramaban cualquier ardid para sobrevivir. La dureza de su hogar le empujó al hurto y al engaño; al crecer, hubiera podido acabar en la cárcel o algo peor.
Pero siempre había tenido un lado amable, hasa cuando lo disimulaba.
(...) Como siempre había vagado por todas partes, Mati se aprendió los intrincados senderos del Bosque.


(The Giver: El Mensajero, Lois Lowry)





LOURDES FERNÁNDEZ

¿Se puede saber que haces aquí?
Ada se sobresaltó al escuchar la voz de Julián. Lo buscó con la mirada. Estaba sentado en la barandilla, observándola con cara de reproche.
─¿Por qué no defiendes lo que es tuyo? ─le espetó─. Haz algo para librarte de esa pelandrusca. Se ha metido en medio. Tírale el batido de fresa del desayuno a la cara a María… o dale una patada en el trasero a mi hermano.
Ada quedó aturdida. Despegó los labios con la intención de murmurar alguna evasiva, pero las palabras salieron expelidas de su boca como la lava de un volcán.
─Si hiciera eso, ¿en que me diferenciaría de Jennifer?


(El Asesino Mediático, Lourdes Fernández)

2 comentarios:

Gnomish dijo...

Gracias por seguir mi blog,
me ha parecido muy interesante cronicas de los reinos, no he podido evitar clicar en Seguir. ^^

Respecto a las citas que has puesto tengo que decir que tengo pendiente leer Memorias de Idhún, mucha gente me lo recomienda!

Espero algún día poder publicar mi propio libro, hasta otra!

Ann.

Anónimo dijo...

La primera de Donde los Árboles Cantan me encantó, al igual que el libro
Un beso