domingo, 28 de noviembre de 2010

S

S. J. WATSON

Lo cerré con cuidado, pero en ese momento escuché un ruidito de metal contra la madera. Volví a abrirlo. El corazón se me había acelerado. Era una llave.

(No Confíes en Nadie, S. J. Watson)





SALLY GREEN

—Me está pasando, Arran. Puedo sentirlo. Soy un Brujo Negro.
—No, no lo eres. Esto es tu cuerpo, no tú. El verdadero tú no tiene nada que ver con ser un Brujo Negro. Hay Algunos de los genes de Marcus en ti, y algunos de los de Saba. Eso es físico. Y las cosas físicas, los genes, tu Don, no son las que hacen a un Brujo Negro. Tienes que creerlo. Lo que muestra quién eres es cómo piensas y cómo te comportas. No eres un ser maligno, Nathan. Nada en ti es maligno. Tendrás un Don poderoso, todos somos capaces de ver eso, pero la manera en que lo uses es lo que te enseñará a ser bueno o malo.

(Nathan y Arran,El Lado Oscuro, Sally Green)

—¿Entonces vas a ir? —pregunta Arran.
Abu sostiene la tetera, lista para llenarla. Digo:
—Es una vieja bruja loca. No ha invitado a nadie más de la familia. No la conozco y se supone que no debo ir a ningún lugar sin el permiso del Consejo —exhibo una amplia sonrisa cómplice a Arran—, así que por supuesto que voy a ir.
Abu baja la tetera y no la llena.

(Nathan y Arran,El Lado Oscuro, Sally Green)

—Tanto en la violencia como en la fama, tu linaje le gana al mío.

(Gabriel,El Lado Oscuro, Sally Green)





SANDRA ANDRÉS BELENGUER

Christelle sintió que los latidos de su corazón se aceleraban y que la sangre acudía con celeridad a sus mejillas. Cuando él comenzó a susurrarle, contuvo la respiración.
- No tienes por qué luchar contra todo tú sola…déjame ayudarte-su voz lenta y melodiosa, estaba teñida de una dulce sensualidad-. Yo seré tu fuerza.
Aquella única frase consiguió evaporar el miedo y la aprensión que la atenazaban. Le pareció sentir que se liberaba de una carga excesiva que volvía a ser ella de nuevo.

(El Violín Negro, Sandra Andrés Belenguer)

Como si se hallase embriagada de una nueva energía nacida de lo más profundo de su ser, Christelle posó una de sus manos en la mejilla de Kyriel, acariciándola con ternura al tiempo que aproximaba sus labios a los suyos.
Dejando atrás vacilaciones e incertidumbres, sus antiguos espejismos, se sintió súbitamente segura de sí misma, como si aquel fuera el paso que extrañamente hubiera querido dar desde que lo conoció, sin que supiera la razón de tan misterioso sentimiento.

(El Violín Negro, Sandra Andrés Belenguer)

Nuestra mirada se hallaba conectada y de algún modo, supe que el destino, finalmente, me había ayudado.
Aquellos largos años de búsqueda, de infructuosos intentos por encontrarla, de mi agonía diaria... habían dado paso a la esperanza.
Era tal y como la recordaba. Quizá sus rasgos fueran más ovalados y su cabello más rubio, pero era ella, no había duda. Podía sentirlo en cada uno de los frenéticos latidos en mis sienes. El corazón no podía engañarme.
Pero aquel era solo el primer paso y no tenía mucho tiempo
Tantos años de espera y ahora no sabía qué hacer...

(Cedric y Elyse, Femenino Singular: Por Siempre y para Siempre, Sandra Andrés Belenguer)





SARA GRUEN

- ¿Quiénes se sientan al otro lado? ¿Los artistas?
Camel me lanza un mirada asesina.
- Dios mío, chaval. Limítate a tener la boca cerrada hasta que aprendas la lengua vernácula, ¿quieres?
(...)
- Bueno, y entonces, ¿cómo se dice en lengua vernácula? -digo por fin.
- Se llaman retorcidos -explica Camel, habando con un trozo de comida en la boca-. Y tu departamento es ganado de carga. Por ahora.
- ¿Y dónde están esos retrocidos?
- Aparecerán em cualquier momento. Todavía faltan por llegar otras dos secciones del tren. Se quedan despiertos hasta bien entrada la noche, se levantan tarde y llegan justo para desayunar. Y ya que estamos hablando de ese tema, no vayas a llamarles <<retorcidos>> a la cara.
- ¿Cómo tengo que llamarles?
- Artistas.
- ¿Y por qué no puedo llamarles artistas todo el tiempo? -digo con un punto de irritación que se cuela en mi voz.
- Están ellos y estamos nosotros, y tú eres de los nuestros -dice Camel-. No te preocupes. Ya aprenderás.

(Jacob y Camel,Agua para Elefantes, Sara Gruen)

- Mentí -digo.
(...)
- ¿Cómo has dicho? -dice.
- Mentí. ¡Mentí! -dejo los cubiertos de golpe en la mesa con un trozo de salchicha clavado en el tenedor-. ¿Vale? Por supuesto que nunca había oído hablar del circo de los Hermanos Benzini hasta que me subí al tren. ¿Quién coño ha oído hablar de los Hermanos Benzini? El único circo que he visto en toda mi vida ha sido el Ringling, y fue genial. ¡Genial! ¡¿Te enteras?!
Se hace un silencio sobrecogedor. Miro alrededor aterrado. Todos los presentes en la carpa me miran fijamente. (...)

(Jacob y August,Agua para Elefantes, Sara Gruen)





SARA DESSEN

─Mírame, Colie ─dijo, señalando su camisola amarilla, sus leotardos y sus zapatillas moradas altas─. Yo siempre he sabido quién soy. Puede que no funcione perfectamente, que no sea como ellos, pero no pasa nada. Yo sé que funciono a mi manera.

(Atrapa la Luna, Sarah Dessen)

"Tener confianza en uno mismo no tiene por qué empezar en tu interior, cariño. Empieza con el resto del mundo y luego vuelve a ti."

(Atrapa la Luna, Sarah Dessen)





SARAH J. MAAS

- Habláis como mi padre.
- Es cuestión de sentido común. No os acerquéis a ella, sea o no vuestra campeona.
- No me deis órdenes.
- Solo lo hago por vuestra seguridad.
- ¿Por qué iba a matarme? Creo que le gusta que la mimen. Si no ha intentado escapar ni matar a nadie, ¿por qué iba a hacerlo ahora? -le dio una palmadita a su amigo en el hombro-. Os preocupáis demasiado.
- Es mi deber preocuparme.
- Pues tendréis el pelo gris antes de cumplir los veinticinco, y Sardothien no se enamorará de vos.
- Pero ¿qué tonterías decís?
- Bueno, si intenta escapar, cosa que no hará, os romperá el corazón. Os veréis obligado a arrojarla a las mazmorras, perseguirla o matarla.
- Dorian, a mí no me gusta.
Consciente de la irritación cada vez mayor de su amigo, Dorian cambió de tema.

(Chaol y Dorian, Trono de Cristal, Sarah J. Maas)

<<Soy Celaena Sardothien, la Asesina de Adarlan. Si estos hombres supiesen quién soy, dejarían de reírse. Soy Celaena Sardothien. Voy a ganar. No tendré Miedo>>.

(Celaena, Trono de Cristal, Sarah J. Maas)

- Como amigo mío, deberíais llevarme con voz o quedaros para hacerme compañía.
- ¿Amigo? -preguntó Chaol.
Celaena se sonrojó.
- Bueno, <<acompañante ceñudo>> es una descripción mejor. O <<conocido reacio>>, si lo preferís así.
Para su sorpresa, Chaol sonrió.

(Chaol y Dorian, Trono de Cristal, Sarah J. Maas)

- Te has marchado del baile sin despedirte -le reprochó apoyando un brazo en la pared, a la altura de la cabeza de Celaena.
Ella levantó los ojo y miró la tela negra de la manga que caía justo por encima de su pelo.
- Es impresionante lo deprisa que habéis llegado hasta aquí. Y sin que vuestra corte de admiradoras os siguiese. Quizá deberíais probar suerte como asesino.
Él se apartó el pelo de la cara con una sacudida de la cabeza.
- No me interesan las cortesanas -dijo con voz ronca, y la besó.

(Dorian y Celaena, Trono de Cristal, Sarah J. Maas)

Nehemia se acercó a Celaena y le susurró al oído:
- Que sea un arma de Eyllwe la que los someta -su tono de voz se volvió más agudo-. Que la madera de los bosques de Eyllwe derrote al acero de Adarlan. Que el campeón del rey sea alguien capaz de comprender el sufrimiento de los inocentes.

(Nehemia, Trono de Cristal, Sarah J. Maas)





SARAH MLYNOWSKI

Diez Cosas que Hicimos (y que Probablemente no Deberíamos haber Hecho):
  1. Mentimos a nuestros padres.
  2. Jugamos a nunca lo he hecho.
  3. Hicimos pellas.
  4. Compramos un jacuzzi.
  5. Perdimos la virginidad.
  6. Nos gastamos cinco mil dólares en un donut.
  7. Dimos refugio a una fugitiva.
  8. Montamos una fiesta por todo lo alto.
  9. Celebramos el concursode Míster Universo Adolescente.
  10. Cometimos allanamiento de morada.

(Diez Cosas que Hicimos (y que Probablemente no Deberíamos haber Hecho), Sarah Mlynowski)

LA MAÑANA DESPUÉS. Me desperté de golpe. Una sirena de policía. ¿La policía estaba en la puerta de mi casa? seguro que dispuesta a arrestarme por organizar fiestas para menores, exceso de besuqueo y jacuzzi abarrotado. Un momento. Cerebro en posición de encendido. No, no se trataba de la poli. Lo que sonaba era mi móvil: el tono de llamada de mi padre. Lo que era peor todavía. Rebusqué en el futón en busca del teléfono. Allí no estaba. En cambio, noté un pierna. Una pierna de chico. Una pierna de chico encima de mi tobillo. Una pierna de chico... que no era la de mi novio. Madre mía. Madre mía. Pero ?qué he hecho?

(Diez Cosas que Hicimos (y que Probablemente no Deberíamos haber Hecho), Sarah Mlynowski)

Me froté las sienes.
- Chicos. Mi padre. De camino. Ahora. Tenemos que arreglar este sitio para que parezca que no hemos montado una fiesta bestial. Si no...
- En teoría, ninguna de las normas prohíbe las fiestas -comentó Dean-. Al menos, no está en la nevera.
- Es verdad -respondí-. Pero creo que se da por entendido.

(Diez Cosas que Hicimos (y que Probablemente no Deberíamos haber Hecho), Sarah Mlynowski)

Así que, ¿quién sabe qué es posible? A lo mejor sí que formulé un deseo. A lo mejor sí que se hizo realidad. A lo mejor puedo seguir llamándome a mí misma en el pasado. Le doy otro sorbo a la Coca Cola. A lo mejor me estoy volviendo loca.

(Gimme a Call, Sarah Mlynowski)

Me tiemblan las manos. Nadie. Repito, nadie sabía que yo lo sabía. Es más, creo que ni siquiera me lo confesé a mí misma.
- ¿Me crees ya? -pregunta ella.
- Yo... -me va a reventar la cabeza. ¿Cómo puede ser? No es posible, no. Ni de coña.
- Oh, ¡y todavía sé algo peor! Cuando tenías -teníamos- seis años nos subimos a la cómoda y se nos cayó encima, y papá salió corriendo de cuarto de baño al oír el golpetazo y cuando apareció ¡él llevaba los pantalones bajados y se lo vimos todo!
- Agggggggggg -me lamento al recordar.
Ella suelta una risita tonta: ji-ji-ji-ji-ji. Esa risita es inimitable. Ay madre, ella es yo.

(Gimme a Call, Sarah Mlynowski)

- ¿Me puedo ir a dormir ya? ¿O hay algo más?
- ¡Sí! ¿Recibiste el SMS que te envié hoy?
- ¿El de que no bese a Sean Puttin? Sí, lo recibí -¿acaso se me había pasado por la cabeza besar a Sean Puttin? Pues no, claro que no. Aunque es bastante mono la verdad.
- Bien. Porque va diciéndole a todo el mundo que besas como un pez. Me mordisqueo el labio.
- ¿Y eso?
- Pues porque es un cara culo.
- ¿Y entonces cómo es que le beso si es un cara culo?
- Ni idea, es que ni siquiera me acuerdo de haberlo hecho. Pero yo que tú, que lo soy, no le besaria y punto. ¿Lo has anotado en el cuaderno?
(Gimme a Call, Sarah Mlynowski)





SCOTT WESTERFELD

- Sí, claro, y las cosas eran fantásticas cuando todo el mundo era imperfecto. ¿O ese día faltaste a clase?
- Sí, sí, ya lo sé -recitó Shay-. Las personas se juzgaban unas a otras basándose en su apariencia. La gante que era más alta conseguía mejores trabajos, y la gente llegaba incluso a votar a algunos políticos solo porque no eran tan imperfectos como todos los demás. Bla, bla, bla.
- Sí, y la gente se mataba entre sí por el color de piel. -Tally hizo un gesto de incredulidad con la cabeza. Por muchas veces que lo repitiesen en la escuela, nunca había llegado a creérselo del todo-. ¿Y qué pasa si la gente se aprece más ahora? Es la única forma de hacer a las personas iguales.
- ¿Y si las hiciesen más inteligentes? Tally se echó a reír.

(Shay y Tally, Traición, Scott Westerfeld)

- (...) No quiero ser imperfecta toda la vida. Quiero tener esos ojos y esos labios perfectos, y que todos me miren boquiabiertos, que cuando me vean piensen <<¿Quién es?>> y quieran conocerme.

(Tally, Traición, Scott Westerfeld)

- Pero lo primero que ves es mi cara. Reccionas ante la simetría, el tono de piel y la forma de mis ojos. Y decides lo que hay dentro de mí en función de todas tus reacciones. ¡Estás programado para hacerlo!
- Yo no estoy programado, no me he criado en una ciudad.
- ¡No es solo cultura, es evolución! David se encogió de hombros.
- Puede que lo sea en parte... -respondió con un tono calmado-. Pero ¿sabes qué es lo primero que me interesó de ti? Tally inspiró profundamente, tratando de serenarse.
- ¿Qué? - Los arañazos que tenías en la cara. Tally parpadeó atónita.
- ¿Los qué? - Estos arañazos. David volvió a tocarle la mejilla con suavidad.

(David y Tally, Traición, Scott Westerfeld)





SETH GRAHAME-SMITH

─Me encuentro en una curiosa situación ─comentó Henry una noche, cuando Abe consiguió inmovilizarlo─. Me siento como un conejo que ha aceptado a un zorro como alumno. Abe sonrió.
─Y yo como un ratón que ha aceptado a un gato como tutor.

(Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros, Seth Grahame-Smith)

Érase una vez un hombre que ansiaba vivir eternamente. Desde su juventud rezaba a Dios suplicándole que le concediera la inmortalidad. Era caritativo y sincero, honrado en sus negocios, fiel a su esposa y bondadoso con sus hijos. Adoraba a Dios, y predicaba sus leyes a todos el que quisiera escucharle. Sin embargo, con cada año que transcurría seguía envejeciendo, hasta que por fin murió viejo y enfermo. Cuando llegó al cielo, preguntó: “Señor, ¿por qué te negaste a responder a mi ruego? ¿Acaso no he vivido según tu palabra? ¿Acaso no he alabado tu nombre ante todos?”. A lo que Dios respondió: “Sí, has hecho todas esas cosas. Por eso no te he maldecido atendiendo a tu ruego”.

(Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros, Seth Grahame-Smith)

Se avecina una guerra. No será una guerra del hombre, pero el hombre derramará su sangre en ella, pues está en juego su derecho a ser libre. Y yo soy precisamente el hombre que debe ganarla.

(Abraham Lincoln, Cazador de Vampiros, Seth Grahame-Smith)





SILVIA G. GUIRADO

Carmesina nació en el seno de una familia cualquiera en una ciudad triste de un lugar poco conocido. Vino al mundo en una mala época; los países iban a la deriva y el ambiente de hastío no era el más indicado para traer niños al mundo. Tal era el desaliento que sin saber cómo ni por qué hasta los colores empezaron a desaparecer, dejándolo todo de un gris frío e impersonal. Carmesina fue concebida sin la pretensión de su padres, que no creían que se pudiera crear vida, ni mucho menos mantenerla, en aquellos tiempos de estados carenciales. Sin duda, eran días oscuros, inapetentes y de crisis generales. A medida que el gris parecía extenderse, todo el mundo sucumbía al desánimo. Por eso, Carmesina, nada más nacer, fue un ápice de esperanza para sus padres y un caso curioso, pues era la primera niña en muchos años que nacía con los ojos azules en lugar de la mirada oscura del resto de infantes.

(Los Colores Olvidados, Silvia G. Guirado)

- Creo que lo entiendo -siguió Carmesina-. Aquel color fue un reflejo de mi interior y de mis ganas de retornar el color al mundo. Supongo que ahora debo ser capaz de encontrar aquel colore que me robó, no la vista, sino el corazón. Investigaré, viajaré, probaré hasta volver a encontrar aquel color. Y cuando lo halle, lo llamaré carmesí.

(Carmesina, Los Colores Olvidados, Silvia G. Guirado)

- Carmesina, sé lo que te ocurre, sé que andas perdida y que estás tornándote oscura. Has ido cubriendo tus rutinas de obligaciones que no te han permitido expresarte y te parece que la inspiración ha volado a otra parte. Pero es normal, Carmesina. A todo el mundo le sucede más tarde o más temprano. Nos acomodamos, nos conformamos con la gris oscuridad, incapaces de imaginar que puede haber algo más. Sin embargo, antes de que pase más tiempo debemos remediarlo. Si tú empiezas a desfallecer, después lo hará el otro y más tarde el de más allá. Esto es una cadena de emociones que los humanos os transmitís unos a otros. Por eso, antes de que la oscuridad invada tu vida y se extienda de nuevo por el mundo, hemos de ir a buscar la inspiración para que los colores vuelvan a tu realidad.

(Gato Negro, La Inspiración Dormida, Silvia G. Guirado)

<<... Hay muchas cosas que tú desconoces, Carmesina.>>

(Gato Negro, La Inspiración Dormida, Silvia G. Guirado)

Carmesina estaba del todo sorprendida de cómo a veces la vida deparaba pequeñas sorpresas y placeres allí donde menos se esperaba. Curiosamente no había encontrado lo que buscaba, pero había aprendido cómo la sencillez y la creatividad suelen encontrarse en lugares insospechados, en pequeños gestos, y no sólo en las grandes salas de pinturas y esculturas. Todo parecía ser cuestión de pasión y constancia.

(La Inspiración Dormida, Silvia G. Guirado)

- ¡Eres un gran gato y has aprendido tanto...! Es importante que recordemos que cuando nos obsesionamos y empezamos a tener miedo, si no somos capaces de aceptarlo, nuestra sombra empieza a crecer alimentándose de nuestra propia debilidad. Cuando esto sucede y nuestros propios temores nos impiden ver el camino, no hay que luchar ni intentar avanzar. Lo mejor es pararse y aceptar. Aceptar que las sombras siempre estarán ahí, que nos guarecen, nos mantienen alerta, pero que, sin embargo, no les hemos de dar fuerza. Si las aceptamos como parte del camino, las entenderemos y no se filtrarán en nuestro pensamiento hasta el punto de someterlo.

(Chew Wang, La Inspiración Dormida, Silvia G. Guirado)

- Él quiere lo mejor para nosotras. ¡Tal vez no quiso que viéramos todo esto!
- ¿Y lo mejor para nosotras es mantenernos encerradas? ¿Lo mejor para nostras es seguir viviendo el mismo cuento y que algún día sea explicado y representado a niños como estos? Yo me niego... ¿Tú quieres ser como ellos? ¿Interpretar un papel en lugar de dejar expandir tu autentica personalidad? Yo, si es así, prefiero no volver a ningún cuento...

(Bella y Griselda, El Despertar, Silvia G. Guirado)

- El día que vosotras seáis la auténtica Bella y Griselda, ese día, el mundo comenzará a cambiar. Son esos pequeños cambios, los sutiles y que pasan desapercibidos, los que desencadenan grandes transformaciones.

(Bastián, El Despertar, Silvia G. Guirado)





SIMONA SPARACO

De un solo pantallazo, puedo ver todo lo que se dicen, lo que piensan, lo que hacen cuando no están conmigo. Ahí están las fotos de sus amigos más querido, de las fiestas, de las vacaciones, y está todo increiblemente cerca, tan al alcance.... Casi me da miedo la idea de participar en ello. - De alguna manera estamos todos conectados -continúa Federica, como si se refiriera a una especie de secta zen-. Puedo ver quiénes son los amigos de mis amigos, descubrir si reconozco a alguien y decidir contactar con él, o entablar nuevas amistades, volver a encontrar las que he perdido de vista. ¿Cómo es posible que no lo conocieras? A estas alturas casi todo el mundo está aquí. ¿Quieres hacer una prueba?

(Federica, Lovebook, Simona Sparaco)

- Los amores nacidos en los pupitres de la escuela nunca aguantan las pruebas del tiempo.

(Lovebook, Simona Sparaco)

Existe una primera vez para todo, incluso para enviar una solicitud de amistad en Facebook. La que se ha hecho con la primicia es la niña del colegio que hace casi quince años que no veo.

(Edoardo, Lovebook, Simona Sparaco)

- Mientras hablábamos, ¡se me ha ocurrido cómo volver con Rodrigo! -me dice.
- ¿De verdad? - Deja que me vaya. De todas formas, salga como salga no me esperes despierta. ¡A las malas, me voy a ver a un fucking friend!
- ¿Un faqui... qué?
- ¡Ya está bien, mi amor! ¡Hablar contigo es como relacionarse con Felipe de Edimburgo, el príncipe consorte!
- ¿Quién? Levanta los ojos al cielo, abanicándose con una mano.
- En fin, me voy, ¡tu ignorancia podría llegar a ser contagiosa!

(David y Solidea, Lovebook, Simona Sparaco)





SIMONE ELKELES

─Estás compartiendo mucha información conmigo esta mañana, demasiada para alguien que dice que nunca seremos amigas.
─Tengo que reconocer que me gustaría que fueras la petarda que muchos dicen que eres ─confiesa.
─¿Por qué?
─Porque así resultaría mucho más fácil odiarte. Una carcajada corta y cínica escapa de mis labios. No estoy dispuesta a decirle la verdad, que mi vida se está desmoronando bajo mis pies, tal y como pasó ayer en la playa.

(Alex y Brittany, Química Perfecta, Simone Elkeles)





SOFÍA RHEI

- ¿Significa que no quieres que te recuerde a ti? -preguntó él con cierta aspereza.
- Sólo tengo veintidós minutos para reunirme con los ancianos. Si quieres que no te olvide, haz algo que merezca la pena recordar.

(Áster y Hazel, Flores de Sombra, Sofía Rhei)

El contable levantó una ceja, intrigado.
- ¿Ah, sí?
- Pues. Y de eso sí estoy completamente segura.
- ¡Pues venga! ¡Dímelo!
- Antes quiero algo a cambio. Áster frunció sus labios en una expresión de fastidio.
- ¿Y de qué se trata? ¿De alguna baratija? ¿Quieres privilegios en la Feeria?
- No es nada de eso.
- Estoy harto de que las mujeres quieran cosas de mí. Todas sois iguales, en todas las especies y en todos los mundos. Sólo pensáis en adornos, maquillaje...
- Quiero que te quites la máscara. Aquello pilló por sorpresa al contable.
- ¿Cómo?

(Áster y Hazel, Flores de Sombra, Sofía Rhei)

- A veces -dijo el hurón, con un tono conspiratori- se nos cuelan humanos.
- ¿De verdad? -perguntó Hazel con una sonrisa. El hurón asintió, mirando a un lado y a otro.
- El contable no quiere que se sepa -susurró-, pero yo me entero de todo. Los distingo a primer golpe de vista, ¿sabes? Hazel se metió otra corteza en la boca para que el hurón no pudiera percatarse de lo mucho que se staba diviertiendo.
- Consejo número cuatro: nunca, nunca, nunca...
- Perdona que te interrumpa -dijo la chica-, pero creo que te has saltado el tres. El hurón refunfuñó.
- Bueno, es que el consejor que te he dado antes es tan, tan, tan importante que vale por dos en sí mismo.
- Ah, en ese caso...
- Cuatro: nunca, nunca, nunca te dejes puestos tus zapatos de humana cuando vengas a la Feeria, Hazel Hawthorne.


(Gálmax y Hazel, Flores de Sombra, Sofía Rhei)

- Te doy tres oportunidades para adivinar quién soy. Hazel abrió los ojos, pero seguía sin verlo por ninguna parte.
- ¿Dónde estás? -preguntó.
- Error. No soy Dondestás.
- ¡Ya lo sé!
- Tampoco soy Yalosé. y te advierto que si no dices mi nombre correcto, desapareceré igual que he venido.
Hazel suspiró. Aún seguí tumbada en la cama- ¿Por qué no la dejaban descansar?
- Áster. - De acuerdo. No es exactamente mi nombre correcto, que dudo que pudieras pronunciar, pero vamos a darlo por válido.

(Áster y Hazel, Flores de Sombra, Sofía Rhei)

–Áster… ¿Estás seguro de que es el momento de irnos a vivir juntos?
Él la miro a los ojos, le besó el puño cerrado, y le preguntó:
–¿Acaso hay alguna otra manera de saberlo?
Sin embargo, en sus ojos había un brillo de incertidumbre. Sus rostros estaban tan cerca que terminaron besándose. Casi sin darse cuenta, concentrada en el beso, Hazel abrió las manos y dejó caer la semilla en el hueco. Áster recogió en sus palmas un poco de agua del río y la vertió por encima.
–Así que dices que de aquí va a salir una casa… –No sólo una casa. Va a ser la mejor residencia de toda la Ciudad. Los mejores artesanos de germinación llevan trabajando en ella ocho semanas…
–¿Ocho? –se extrañó Hazel– Pero si solo llevamos casados siete…
Él sonrió.
–Digamos que yo ya sabía que nos íbamos a casar un poquito antes de que eso sucediera. Hazel sintió que le ardían las orejas. Aún se enfadaba cada vez que recordaba cómo había estado a punto de casarse con un desconocido por culpa de las estratagemas y los engaños de Áster.
–Eres tan prepotente… Tan egocéntrico…

(Áster y Hazel, Savia Negra, Sofía Rhei)

–Todos tenemos un precio –dijo la curandera, gravemente–. De hecho, numerosos precios, porque cada órgano del cuerpo humano tiene su propio valor de mercado. Aunque eso es otra historia. ¿Estás segura de que no sabes si estás enamorada? Hazel se abrazó a un cojín de terciopelo y seda.
–No estoy segura de cómo distinguirlo.
La curandera dijo, solemnemente:
–Solo hay una manera de saberlo: existe una flor que se frota contra la parte interior de las muñecas… si se te ponen de color morado, es que estás enamorada. Hazel se animó:
–¿En serio? Entonces es muy fácil…
–Claro que no es en serio –graznó Hácara-, esas cosas no existen. ¿Cómo te va a decir una flor aplastada lo que hay en tu corazón? Me temo que si tienes

(Hácara y Hazel, Savia Negra, Sofía Rhei)

–Eres la preciosa humana de mi primo.
–Oye, perdona, pero yo no soy de nadie.
–Cuánto me alegro de oírlo. Sin decir nada más, le ofreció la copa con el líquido dorado, como sugiriéndole que bebiera un poco. –Hmmm… no, gracias.
–En ese caso, permíteme que te ofrezca esta otra copa. Es mucho más cómodo beber de ella. Hazel volvió a declinar el ofrecimiento. –Mira, no me va demasiado eso de probar cosas desconocidas en este lugar.
–Qué extraña no coincidencia. A mí sí que me va probar todo tipo de cosas. Especialmente las que no he tenido la suerte de… degustar… con anterioridad.

(Ginevre y Hazel, Savia Negra, Sofía Rhei)

–No hay “lados”, querida. No hay buenos ni malos. Cada uno piensa y actúa de la manera que cree que es mejor. Por supuesto, las definiciones de lo adecuado y de lo aceptable varían mucho de individuo a individuo, pero es que, de otro modo, todos seríamos… idénticos. Y eso sería muy aburrido.

(Eleagnus, Savia Negra, Sofía Rhei)

–Esta es la bebida que más le gusta a las chicas –dijo Ginevre despectivamente, alargándole el vaso rosa. –me sorprendería que fueras una excepción.
Hazel recibió el vaso de manos de Ginevre, pero lo dejó de nuevo en la mesa. Ginevre levantó una ceja.
–¿Es que no te atreves a probar cosas nuevas?
Por toda respuesta, Hazel enroscó sus dedos alrededor del vaso de Ginevre, y se lo llevó a los labios. La bebida estaba caliente y desprendía vapores terriblemente fuertes, pero ya no era posible echarse atrás si no quería quedar como una tonta. Le dio un trago. El la observó atentamente, a la espera de su reacción. Aquella bebida no se limitaba a dejarse caer por la garganta, sino que se abría camino furiosamente. Su vapor perforaba las vías respiratorias y llegaba directamente hasta la mente, causando una instantánea sensación de mareo. Hazel se acercó al rostro de Ginevre hasta que su nariz rozó la de él, y después se alejó.
–¿Has venido a intentar seducirme?
–He venido a conseguirlo.

(Ginevre y Hazel, Savia Negra, Sofía Rhei)

–¿Te sientes atraída por mí? –Sí. ¿Sí? ¿Cómo que sí? ¿Qué le pasaba? –¿Del uno al diez? –Nueve –se maldijo Hazel. Ginevre rió con un atractivo sonido gutural, ligeramente amenazante.

(Ginevre y Hazel, Savia Negra, Sofía Rhei)

–¿Cómo has dicho? Sus ojos brillaban intensamente.
–He dicho… que eres mucho más fuerte que Áster.
–Por supuesto… eres humana… a vosotras os atrae la fuerza física… Ginevre la observaba con mucho interés. ¿Qué estaría pensando?
–¿Te atrae que sea más fuerte que Áster?
–Sí –respondió Hazel automáticamente. Al mismo tiempo que lo pronunciaba descubría que era cierto. Ginevre se acercó a ella.
–Dime más cosas que me diferencien de Áster.

(Ginevre y Hazel, Savia Negra, Sofía Rhei)

–Llevo… llevo años soñando contigo… De repente, una sombra de alarma cruzó los ojos del chico.
–Conseguí casarme contigo, ¿verdad? Dime que eso no lo he soñado.

(Áster y Hazel, Savia Negra, Sofía Rhei)

–Te he echado tanto de menos… todo este tiempo… mi cuerpo te necesita… –jadeó él. Ella se dio cuenta de que con “todo este tiempo” Áster no solo se refería a su cautiverio, sino al total de días que habían transcurrido desde que se conocieron. Pero nunca las manos de Áster habían expresado esa ansiedad, nunca su boca había estado tan temblorosa al buscar el cuello de ella…

(Áster y Hazel, Savia Negra, Sofía Rhei)

–A veces es necesario un espejo, verse actuar desde fuera, para saber lo que se siente por dentro. El amor, como la luna, solo se ve claramente cuando todo está oscuro.

(Hazel, Savia Negra, Sofía Rhei)

–Hazel, ¿qué te sucede? ¡Tú nunca gritas!
–Será a ti –susurró Ginevre–. Cuando está conmigo no deja de hacerlo. Áster se volvió hacia él, y sin mediar palabra, le proyectó un puñetazo en el plexo solar.

(Ginevre y Hazel, Savia Negra, Sofía Rhei)





SONIA FERNÁNDEZ-VIDAL

¡Si quiere que suceden cosas diferentes, deja de hacer siempre lo mismo!

(La Puerta de los Tres Cerrojos, Sonia Fernández-Vidal)

- La luz viaja a unos 300.000 kilómetros por segundo. Pero aunque sea un bólido, la luz tarda un tiempo en llegar hasta nuestros ojos. La luz que llega del Sol, por ejemplo, tarda unos ocho minutos en recorrer los 150 millones de kilómetros que hay hasta la Tierra. De modo que si miramos al astro rey con unas gafas de sol especiales, lo que vemos es la imagen de esa bola gigantesca de hace ocho minutos. Si un mago cósmico lo hiciese desaparecer ahora mismo, lo seguiríamos viendo durante esos ocho minutos. Si eso sucede con el Sol, que es la estrella más cercana, imagina lo que sucede con la luz que ha salido hace millones de años de galaxias lejanas. Muchas de las estrellas que vemos por la noche ya no existen.

(Eldwen, La Puerta de los Tres Cerrojos, Sonia Fernández-Vidal)

- Entiendo que estés algo confundido, Niko -le dijo el Maestro-. Pero recuerda el viejo dicho humano: si preguntas, parecerás tonto un día; si no preguntas, serás tonto un día; si no preguntas, serás tonto toda tu vida. No desperdicies nunca una oportunidad para aprender.

(Zen-O, La Puerta de los Tres Cerrojos, Sonia Fernández-Vidal)

- Pero estos dos días, Niko ha vivido algo totalmente distinto: un mundo lleno de color y magia. Ahora comprende que el universo está lleno de posibilidades que existen a la vez: los gatos pueden estar vivos y muertos. Son nuestras decisiones las que han permitido que estemos aquí sanos y salvos. Nuestras elecciones definen quienes somos, y no las circunstancias que vivimos o nuestras habilidades.

(Quiona, La Puerta de los Tres Cerrojos, Sonia Fernández-Vidal)

<<Para ir a donde no se sabe, hay que ir por donde no se sabe.>>

(San Juan de la Cruz, La Puerta de los Tres Cerrojos, Sonia Fernández-Vidal)

No me pasó por alto que Alessio se esforzase en catalogar a Brian de "simple amigo". Sin duda, él había notado la atracción que ejercía en mí aquel científico. Por mi propio bien, tenía que escapar de su campo gravitatorio. Maldita gravedad.

(Quantic Love, Sonia Fernández-Vidal)

- ¿Estás intentado ligar conmigo? -me arrepentí al instante de haber dicho eso.
- Yo no soy de esos. A mí me ligan. El profesional de esto es mi amigo Enzo. Tiene una técnica muy elaborada: cuando entra en una discoteca, pide un gin-tonic y escoge una víctima entre las chcias. Va directo hacia ella y saca un cubito de hielo de su combinado. Lo tira al suelo, lo pisa y dice: <<Buenas noches, ahora que hemos roto el hielo, ya podemos enrollarnos, ¿no te parece?>>.
- Patético... ¿Y le funciona? - Nunca, que yo haya visto. Es la peor táctica que conozco.

Alessio y Laila, (Quantic Love, Sonia Fernández-Vidal)

- Lo has hecho muy bien -le alabé sin poder evitar un sentimiento de humillación-. hasta un niño de escuela lo habría entendido. Incluso una camarera que solo pasa los platos del menú y sirve cafés.
- ¡No infravalores tu tarea! Gracias a la cafeína, que bloquea un neurotransmisor que facilita la aparición del sueño, los científicos podemos entregarnos a nuestras elucubraciones mentales. Sin ti, estaría perdido.

Brian y Laila, (Quantic Love, Sonia Fernández-Vidal)

- ¿Qué tal las chicas de la fiesta? -me preguntó el conductor-. ¿Hay nivel?
- Está genial, Klaus, vas a tener un montón de cerebrillos en minifalda para escoger -respondí con simpatía-. Además, hay mucha bebida y van todas bastante borrachinas.
- Es una buena noticia, junior -rio-. Sobre todo para ti y para mí, que estamos de secano. Pero, ¿sabes qué? Lo tengo calculado: si pides a saco a una chica si se quiere enrollar contigo, una de cada ocho dice que sí. Después decontarme aquella teoría, me miró con una sonrisa pícara y me ofreció. - hagamos un trato: si los siete primeros nos dicen que no, nos buscamos para ser los octavos.

Klaus y Laila, (Quantic Love, Sonia Fernández-Vidal)





SOPHIE MORGAN

En una ocasión leí en algún lugar que la clave de la humillación sexual no es obligar a alguien a hacer algo que no desea, sino inducirle a hacer cosas con las que sueña secretamente.

(Diario de una Sumisa, Sophie Morgan)

- De modo que apenas dos horas después de darte, a juzgar por tus gemidos, un orgasmo de los más intenso y placentero, ¿ya tienes ganas de otro? Negué con la cabeza.
- No es eso, es solo que... Me subió la mano hasta la boca para interrumpirme con mis propios dedos ahora pegajosos. - Me parece que será mejor que estés un rato calladita, ¿no crees?

Thomas y Sophie, (Diario de una Sumisa, Sophie Morgan)

Había llegado a la conclusión de que mi relación debía incluir un elemento de D/s, pero no tenía ni idea de lo que debía hacer para encontrar a la persona indicada y en el fondo me inquietaba que no pudiera dar con ella, que lo que estaba buscando no existiera. Y entonces me vi aceptando la invitación del agente de Bolsa.

(Diario de una Sumisa, Sophie Morgan)





STEPH BOWE

Su segundo temor era que me suicidara. Me preguntaron varias veces si sentía "impulsos" [...], lo que, traducido literalmente, significa: "¿Escribes poesía emo, Jewel?", "¿Has intentado cortarte las muñecas, Jewel?", "¿Has pensado en provocarte una sobredosis con la medicación de tu abuelo para la artritis, Jewel?"- Yo no contestaba. Puede que necesitara llamar la atención, no lo sé, pero no pensaba suicidarme. Eso habría destrozado a mis abuelos, habría llevado a mi madre al límite (y quizá a provocar una matanza por su cuenta) y, además, aún albergaba la esperanza de tener un futuro como vagabunda en Londres o Nueva York.

(La Chica del Lago, Steph Bowe)

Las primera palabras de Rachel fueron: "Lo siento, he pillado un tráfico terrible. Un coche ha volcado en la autopista. Horrible" [...] Las primeras palabras de mi psicóloga fueron: "Cuidado con esa caca de pájaro" [...] Las primeras palabras del chico del lago aquella noche fueron: "¿Qué?" Pero le disculpé, pensando que probablemente era un chico elocuente, divertido y listo cuando no estaba ahogándose y a punto de perder el sentido.

(La Chica del Lago, Steph Bowe)





STEPHANIE LAURENS

Rose papardeó.
- Fue hace muchos años.
-Hizo una pausa y, sin quitarle el ojo de encima, añadió-: Se me ocurrió volver a visitar viejos terrenos de juego. Duncan le sostuvo la mirada.
- ¿De veras? -Apoyó un hombo en las estanterías y la contempló-. Será mejor que tengas cuidado con los viejos terrenos de juego.
- ¿Cómo dices? El tono de Rose fue lo suficientemente burlón como para despertar al libertino que Duncan llevaba dentro.
- Es posible que las reglas del juego hayan cambiado. (...)
- Siempre he aprendido rápido.

(Duncan y RoseCuatro Novias: Una Rosa en la Flor, Stephanie Laurens)





STEPHANIE PERKINS

- Me alegro de que no lleves zapatos de tacón -me interrumpe St. Clair-. entonces serías más alta que yo.
- Ya soy más alta que tú.
- Sólo un poco.
- Venga ya, te paso más de cinco centímetros. Y eso que llevas botas. Me da un golpecito con el hombro y consigue que sonría.
- Relájate -dice-. Estás conmigo. Y yo soy prácticamente francés.
- Eres británico.
- Soy estadounidense.
-Sonríe.
- Norteamericano con acento británico. ¿eso no es motivo doble para que los franceses te odien? St. Clair pone los ojos en blanco.

(Étienne y Anna, Un Beso en París, Stephanie Perkins)

Así pues, ¿qué deseo? ¿algo que no sé si quiero? ¿A alguien que no sé si me conviene? ¿A alguien que sé que no puedo tener? A la mierda. Que lo decida la suerte. <<Deseo lo que sea mejor para mí.>> Toma generalización. Abro los ojos y el viento sopla con más intensidad. Sy. Clair se aparta un mechón de pelo de los ojos. - Debe de haber sido un buen deseo -dice.

(Étienne y Anna, Un Beso en París, Stephanie Perkins)

Recapitulemos. Ayer: (1) me lié con mi mejor amigo a pesar de que me juré que jamás lo haría, (2) traicioné a una amiga por el mencionado lío, (3) me pegué con una tía que me buscaba desde hacía tiempo, (4)me gané un castigo de dos semanas y (5) ataqué verbalmente a mi mejor amigo hasta que salió corriendo. Corrección. Hasta que salió corriendo otra vez.

(Anna, Un Beso en París, Stephanie Perkins)

La subida es lenta y dolorosa. Me alegro de que no haya nadie detrás de nosotros. No decimos nada, pero me agarra con tanta fuerza que siento que está a punto de romperme los dedos.
- Casi hemos llegado. Estás haciéndolo muy, muy bien.
- Vete a la mierda.
Debería empujarlo y dejar que cayera.

(Étienne y Anna, Un Beso en París, Stephanie Perkins)

—¡Lola! —Sonríe de oreja a oreja—. Qué curioso encontrarte aquí.
—Sí que es curioso, sí —responde Lindsey—. Sobre todo porque estás en su porche.
—¿Éste es tu porche? —Cricket da unos pasos torpes hacia atrás y no oculta su sorpresa—. Todas las casas se parecen tanto...
Nos quedamos mirándolo.

(Cricket y Lindsey, Lola y el Chico de al Lado, Stephanie Perkins)

—¿Puedes decirme qué acaba de pasar?
—Pues que tu padre acaba de invitar a tomar pastel al antiguo amor de tu vida.
—Fantástico. Exactamente lo que yo pensaba.

(Lola y Lindsey, Lola y el Chico de al Lado, Stephanie Perkins)

¿Estará mirándome el trasero? ¿Por qué he tenido que pensar eso? Seguro que tengo el culo ENORME. Quizá me mira las piernas. ¿Es eso mejor? ¿O peor? ¿Quiero que me mire? Me cojo el borde del vestido al entrar en el coche y me arrastro a mi sitio. Seguro que está mirándome el trasero. No puede ser de otro modo: es enorme y lo tiene justo delante. Es gigantesco. No. Me estoy volviendo paranoica. Lo miro y él me sonríe mientras se pone el cinturón. Siento calor en las mejillas. PERO ¿QUÉ NARICES ME PASA?

(Lola, Lola y el Chico de al Lado, Stephanie Perkins)

—Sólo te lo diré una vez más y seré claro para que no haya lugar a equívocos. —Su mirada se vuelve intensa, profunda—. Me gustas. Siempre me has gustado. Estaría mal que apareciera de nuevo en tu vida y fingiera que no es así.
Me he puesto a llorar.
—Cricket... tengo novio.
—Ya lo sé. Qué mierda.
Esa respuesta me sorprende, y ahogo una carcajada. Cricket me pasa una servilleta para que me suene la nariz.
—Lo siento —me dice—. ¿He hecho mal en decírtelo?
—No.
—¿Estás segura?
—Sí.

(Cricket y Lola, Lola y el Chico de al Lado, Stephanie Perkins)

—¿Tienes un proyecto mañana?
Tarda bastante en contestar.
—Sí.
—No ibas a venir a casa hoy, ¿no?
—No.
—Lo has hecho por mí.
—Sí.
Nos quedamos en silencio. Lo tomo del brazo.
—Entonces llévame a casa.

(Cricket y Lola, Lola y el Chico de al Lado, Stephanie Perkins)

—(...) No hay que dejar de crear sólo porque lo que se cree no sea útil. A veces la belleza y la magia son razones suficientes.

(Lola, Lola y el Chico de al Lado, Stephanie Perkins)

—Vaya, vaya.
—Aleck ladea la cabeza para librarse de las juguetonas manos de Abby—. Así que tú y mi hermano, ¿eh? Me arden las mejillas.
—¿Qué le has dicho?
—Le he dicho que claramente te estabas derritiendo por dentro y que debía comportarse como un hombre y dar el primer paso.
—¡No es verdad! ¿Le has dicho eso?
—Pues sí. Y, si no hace nada, te sugiero que seas tú quien se le eche encima. Por si no te has dado cuenta, mi hermano es bastante bobo para estas cosas.

(Aleck y Lola, Lola y el Chico de al Lado, Stephanie Perkins)

—Ya sé que no eres perfecta. Pero precisamente son nuestras imperfecciones las que nos hacen perfectos para otra persona.

(Cricket, Lola y el Chico de al Lado, Stephanie Perkins)





STEPHEN CHBOSKY

- Charlie, aceptamos el amor que creemos merecer.

(Bill, Las Ventajas de Ser un Marginado, Stephen Chbosky)

- Tú ves cosas. Te las callas. Y las comprendes.

(Patrick, Las Ventajas de Ser un Marginado, Stephen Chbosky)

En cualquier caso, Patrick empezó a conducir verdaderamente rápido y, justo antes de que llegáremos al túnel, Sam se levantó, y el viento convirtió su vestido en un océano de olas. Cuando entramos en el túnel, todo el sonido desapareció en el vacío y lo sustituyó una canción en el radiocasete. Una canción preciosa llamada Landslide. Cuando salimos del túnel, Sam soltó un grito de pura diversión y allí estaba: el centro de la ciudad. Luces sobre los edificios y todo lo que hace que te asombres. Sam se sentó y empezó a reír. Patrick empezó a reír. Yo empecé a reír. Y, en ese momento, juro que éramos infinitos.

(Las Ventajas de Ser un Marginado, Stephen Chbosky)

Me parece mal cuando un chico mira a una chica y cree que su forma de mirarla es mejor que la chica en sí misma. Y me parece mal cuando la forma más sincera con la que un chico puede mirar a una chica es a través de una cámara. Me duele bastante ver que Sam se siente mejor consigo misma solo porque un chico mayor la ve de esa manera.

(Las Ventajas de Ser un Marginado, Stephen Chbosky)

- Charlie, ¿cuántas veces has visto el espectáculo?
- Diez.
- ¿Crees que puedes representar a Rocky?
- Yo no estoy más cachas que un cruasán.
- No importa. ¿Puedes hacer de él?
- Supongo que sí.
- ¿Lo supones o lo sabes?
- Lo supongo.
- Me basta.

(Charlie y Mary Elizabeth, Las Ventajas de Ser un Marginado, Stephen Chbosky)

- Has pensado alguna vez, Charlie, que nuestro grupo es igual que cualquier otro grupo, como el del equipo de fútbol? ¿Y que lo único que verdaderamente nos distingue es la ropa que llevamos y por qué la llevamos?
- ¿Sí? -pregunté.
Y hubo una pausa.
- Bueno, creo que todo son gilipolleces

(Patrick y Charlie, Las Ventajas de Ser un Marginado, Stephen Chbosky)





STEPHENIE MEYER

- Y así es como el león se enamoró de la oveja
- ¡Qué oveja tan estúpida! -musité.
- ¡Qué león tan morboso y masoquista!

(Edward y Bella, Crepúsculo, Stephenie Meyer)

Volveré tan pronto que no tendrás tiempo de echarme de menos. Cuida de mi corazón... lo he dejado contigo.

(Edward, Crepúsculo: Eclipse, Stephenie Meyer)

- Es tarde -repitió. Su murmullo parecía casi un canturreo. Su voz era suave como la seda-. Duerme, Bella mía. Que tengas dulces sueños. Tú eres la única que me ha llegado al corazón. Siempre seré tuyo. Duerme, mi único amor.

(Edward, Crepúsculo: Eclipse, Stephenie Meyer)





SUSANA EEVEE

Pronto, el dolor se mezcló con un excitante placer al idear cuál sería la forma más cruel de quitarle la vida. Lo torturaría, le arrancaría la piel, y con ella toda la verdad que encubriera, su motivos para la traición, sus cómplices. Anhelaba oírlo suplicar una muerte piadosa. Sí, podía hacerle llorar pidiendo piedad. Quería ver cómo se retorcía a sus pies, cómo fluía la sangre de su cuerpo, vaciándose de vida, y sentir su cráneo rompiéndose bajo el golpe brutal de sus botas.

(Dos Coronas, Susana Eevee)

- ¿Un toro? -cuestionó el príncipe levantando una de sus cejas-. Un toro es un animal noble, inteligente, libre de vagar por los prados; un semental que monta a todas las hembras, una detrás de otras... Tú eres, más bien, un asno.

(Dos Coronas, Susana Eevee)

No quiero que llores. Yo ya estoy llorando por los dos. Necesito confiar en tu fortaleza y en tu tesón para seguir adelante, aunque sea sin este viejo tonto.

(Max Fiendus, Dos Coronas, Susana Eevee)

- Edwina, mi aya, me ha dicho que un buen hombre posee las mismas virtudes del sauce: el tronco es recto y orgulloso, no ha nada que lo desvíe; pero sus ramas son largas y flexibles, se dejan agitar por el viento, nada las rompe.

(Emet, Dos Coronas, Susana Eevee)

<<Río, júrame que no lucharás; no me obligues a impedir que lo haga...>> suplicaba. <<Es el deber y el honor quien me lo exige. Si me encierras, me mataré>>, respondía ella.

(Soota y Río, Dos Coronas, Susana Eevee)

En la dura mirada de Doogan podía leerse: <<Si te acercas te mato>>.

(Dos Coronas, Susana Eevee)

<<Mi espada es mi mano, y mi mano es la justicia>>

(Soota, Dos Coronas, Susana Eevee)

La cara del delfín era un lienzo en blanco, y sus ojos, dos solitarias pinceladas de color: una era azul, era hielo quebrado por el frío más intenso, otra oscura como la morada de la muerte.

(Dos Coronas, Susana Eevee)





SUSANA VALLEJO

El manto de la reina mora tiene cuatro esquinas, Iscle, Vidreres, Llagostera y Seclina, cuatro caballeros cercan a la reina, los cuatro la buscan, los cuatro la quieren, cada uno tira de un borde del manto, pero el tesoro la reina lo guarda para su amado, la reina mora lucha contra ellos y huye hacia los bosques y oculta el tesoro bajo su cálido manto, pasando el arco del monte pelado, por el camino del rojo azulejo, más allá del vértigo dulce y la extraña locura, sube hasta arriba y bajo las aguas, en lo más profundo del fuego del infierno, se oculta el tesoro de la reina mora.

(El Espíritu del Último Verano, Susana Vallejo)

Aquella noche perfecta de verano no hicimos ninguna sesión espiritista. Entonces yo no sabía que nunca más, nunca en mi vida, volvería a participar en una sesión. La última fue la de mi abuela. La de <<morirá F>>. Qué después, con el tiempo, se demostraría que, en efecto, anunciaba una muerte.

(El Espíritu del Último Verano, Susana Vallejo)





SUZANNE COLLINS

Peeta vacila y después sacude la cabeza, aunque no muy convencido.
- ¿Un chico tan guapo como tú? Tiene que haber una chica especial. Venga, ¿cómo se llama?
- Bueno, hay una chica -responde él, suspirando-. Llevo enamorado de ella desde que tengo uso de razón, pero estoy bastante seguro de que ella no sabía nada de mí hasta la cosecha. La multitud expresa su simpatía: comprenden lo que es un amor no correspondido.
- ¿Tiene a otro?
- No lo sé, aunque les gusta a muchos chicos.
- Entonces te diré lo que tienes que hacer: gana y vuelve a casa. Así no podrá rechazarte, ¿eh? -lo anima Caesar.
- Creo que no funcionaría. Ganar... no ayudará, en mi caso.
- ¿Por qué no? -pregunta Caesar, perplejo.
- Porque... -empieza a balbucear Peeta, ruborizándose-. Porque... ella está aquí conmigo.

(Peeta y Caesar, Los Juegos del Hambre, Suzanne Collins)

- Los profesionales tienen dos, pero lo guardan en el lago. Y son muy fuertes.
- Nosotras también, aunque de una forma distinta. - Tú eres fuerte. Eres capaz de disparar. ¿Qué puedo hacer yo?
- Puedes alimentarte. ¿Y ellos?
- No les hace falta, tienen un montón de suministros.
- Supón que no los tuvieran. Supón que los suministros desapareciesen. ¿Cuánto durarían? Es decir, estamos en los Juegos del Hambre, ¿no?
- Pero Katniss, ellos no tienen hambre.
- No, es verdad, ése es el problema -reconozco y, por primera vez desde que llegamos, se me ocurre un plan, un plan que no está motivado por la necesidad de huir; un plan de ataque-. Creo que vamos a tener que solucionar eso, Rue.

(Rue y Katniss, Los Juegos del Hambre, Suzanne Collins)

- Vamos a meterte en el arroyo para que pueda lavarte y ver qué tipo de heridas tienes.
- Primero, acércate un momento, que tengo que decirte una cosa. -Me inclino sobre él y acerco el oído bueno a sus labios, que me hacen cosquillas cuando susurra-: Recuerda que estamos locamente enamorados, así que puedes besarme cuando quieras.
- Gracias -respondo, apartando la cabeza de golpe, pero sin poder evitar reírme-. Lo tendré en cuenta.

(Peeta y Katniss, Los Juegos del Hambre, Suzanne Collins)

- (...) ¿Cómo está el amor de tu vida?
- Bien.
- ¿En qué momento se dio cuenta de hasta que punto te era indiferente? -pregunta, mojando la galleta en el té.
- No me es indiferente.
- Sin embargo, quizá no estés tan prendada del joven como intentas hacerle creer al resto del país.
- ¿Y quién dice que no lo esté?
- Yo -responde el presidente-. Y no estaría aquí si fuese a única persona con dudas. ¿Cómo le va a tu guapo primo?

(Presidene Snow y Katniss, En Llamas, Suzanne Collins)

Ahora mismo está colocando varias cosas por el salón: ropa, telas y cuadernos con diseños que ha dibujado él. Levanto uno de los cuadernos de bocetos y examino un vestido que, supuestamente, he hecho yo.
- ¿Sabes qué? Me parece que soy una artista prometedora -digo.
- Vistete, so inútil -me responde, tirándome un montón de ropa. (...)
- ¿Lo he diseñado yo? -pregunto.
- No, tú aspiras a diseñar tu propia ropa y ser como yo, tu héroe de la moda -responde Cinna. Me pasa un montoncito de tarjetas-. Las leerás fuera de cámara mienras ellos filman la ropa. Intenta hacer como si te importase.

(Cinna y Katniss, En Llamas, Suzanne Collins)

La lista. Sigue pareciendo demasiado corta, debería intentar pensar con más perspectiva, más allá de nuestra situación actual, en un futuro en el que quizá yo ya no valga nada. ¿No debería perdir más? ¿Por mi familia? ¿Por el resto de los míos? Las cenizas de los muertos hacen que me pique la piel. Recuerdo el enfermizo sonido de mi pie al dar contra la calavera; el aroma de la sangre y las rosas me aguijonea la nariz. El lápiz se mueve solo por la página. Abro los ojos y veo las letras temblorosas: <<Yo Mato A Snow>>. Si lo capturan, quiero ese privilegio.

(Katniss, Sinsajo, Suzanne Collins)

- Finnick, ¿y si te pones pantalones? Él se mira las piernas como si se diera cuenta por primera vez de lo que lleva puesto, se quita el camisón y se queda en ropa interior.
- ¿Por qué? ¿Es que esto -añade, poniendo una pose provocativa muy ridícula- te distrae?
No puedo evitar reírme porque tiene gracia, y más gracia todavía por lo incómodo que parece Boggs. (...)

(Finnick y Katniss, Sinsajo, Suzanne Collins)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Morí con las de Meyer y Chbosky! Un beso grande

Anónimo dijo...

JAJJAJ! Me dio gracia lo de Finnick sin pantalones; en Sinsajo creo que falto <>
Besos, pasate